CONFIDENCIAS DE TRUMAN CAPOTE

 


“Al cumplir diecisiete años — confesaba Truman Capote al prologar “Música para camaleones” —, yo era un escritor consumado. Si hubiese sido pianista, habría llegado el momento de mi primer concierto público. Según estaban las cosas, decidí que me encontraba dispuesto a publicar. Envíé cuentos a  los principales periódicos literarios trimestrales, así como a las revistas nacionales. Más tarde, en 1948, publiqué una novela, “Otras voces, otros ámbitos”. Bien recibida por la crítica, fue un éxito de ventas. Una novela corta, “Desayuno en Tiffany’s”, concluyó el segundo ciclo en 1958. Durante los diez  años intermedios, experimenté en casi todos los campos de la literatura tratando de dominar un repertorio de fórmulas y de alcanzar un virtuosismo. Desde luego, fracasé en algunas de las áreas exploradas, pero es cierto que se aprende más de un fracaso que de un triunfo. Sé que aprendí, y más tarde pude aplicar los nuevos conocimientos con gran provecho.

 

(…) Creo que la mayoría de los escritores, incluso los mejores, son recargados. Yo prefiero escribir de menos. Sencilla, claramente, como un arroyo del campo. Pero noté que mi escritura se estaba volviendo demasiado densa, que utilizaba tres páginas para llegar a resultados que debería alcanzar en un simple párrafo. Volví a leer “A sangre fría” y tuve la  misma impresión: había demasiados sectores en los que no escribía tan bien como podría hacerlo, en los que no descargaba todo el potencial. Con lentitud, pero con alarma creciente, leí cada palabra que había publicado, y decidí que nunca, ni una sola vez en mi vida de escritor, había explotado por completo toda la energía y todos los atractivos estéticos que encerraban los elementos del texto ¿Por qué? ¿  Cómo puede un escritor combinar con éxito en una sola estructura — digamos el relato breve —todo lo que sabe acerca de todas las demás formas literarias? Un escritor debería tener todos sus colores y capacidades disponibles en la misma paleta para mezclarlos y, en casos apropiados, para aplicarlos simultáneamente. Pero ¿ cómo?

Me situé a mí mismo en el centro de la escena, y de un modo severo y mínimo, reconstruí conversaciones triviales con personas corrientes: el administrador de mi casa, un masajista de gimnasio, un antiguo amigo del colegio, mi dentista. Tras escribir centenares de páginas acerca de esta sencilla clase de temas, terminé por desarrollar un estilo. Había encontrado una estructura dentro de la cual podía integrar todo lo que sabía acerca del escribir”.

 

 

(Imágenes—1- Hans Holbein/2- Watanabe Shozaburo- 1927/ 3- John Lewin – 1805)