VISIÓN DE LA MANO

 

 

“La dejaba entrar por la tarde, abriéndole un poco la hoja de la ventana que da al jardín, y la mano descendía ligeramente por los bordes de la mesa de trabajo, apoyándose apenas en la palma, los dedos sueltos y como distraídos, hasta encontrar su sitio predilecto  sobre el piano, en el marco de un retrato, o a veces sobre la alfombra color vino.

Amaba yo aquella mano porque nada tenía de exigente y sí mucho de pájaro y hoja seca. ¿Qué sabía ella de mí?  Sin titubear  llegaba a mi ventana por las tardes, a veces deprisa — con su pequeña sombra que, de pronto,  se proyectaba sobre los papeles — y como urgiendo que le abriese; y otras lentamente, ascendiendo por los peldaños de la hiedra donde, a fuerza de escalarla, había calado un camino profundo.  Las palomas de la casa la conocían bien; con frecuencia escuchaba yo de mañana  un arrullar ansioso y sostenido, y era que la mano andaba por los nidos, ahuecándose para contener los pechos de tiza de las más jóvenes, la pluma áspera de los machos celosos. Amaba las palomas — sigue escribiendo Cortázar  en “La vuelta al día en ochenta mundos” — y los bocales de agua fresca y clara; cuántas veces la encontré al borde de un vaso de cristal, con algún dedo levemente sumergido en el agua que se complacía y danzaba. Nunca la toqué; comprendía que había sido desatar cruelmente los hilos de un acaecer misterioso. Y muchos días anduvo la mano por mis cosas, abrió libros y cuadernos, puso su índice — con el cual sin duda leía — sobre mis poemas preferidos y fue como si los aprobara pausadamente, verso a verso.

(…)

Le puse nombres: me gustaba llamarla Dg, porque era un nombre que sólo se dejaba pensar. Incité su probable vanidad olvidando anillos y brazaletes sobre las repisas, espiando su actitud con secreta constancia. Alguna vez creí que se adornaría con las joyas, pero ella las estudiaba dando vueltas en torno y sin tocarlas, a semejanza de una araña desconfiada; y aunque un día llegó a ponerse un anillo de amatista fue sólo por un instante, y lo abandonó como si  le quemara. Me apresuré  entonces a esconder las joyas en su ausencia y desde entonces me pareció que estaba más contenta.”

(…)

 

 

(Imágenes-1- Vasco Ascolini/ 2-Maurice Tabard)

VIAJES POR ESPAÑA (24) : CÓRDOBA

 

 


“¡Oh excelso muro, oh torres coronadas

de honor, de majestad, de gallardía!

¡ Oh gran río, gran rey de Andalucía,

de arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,

que privilegia el cielo y dora el día!

¡Oh siempre gloriosa patria mía,

tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquellas ruinas y despojos

que enriquece Genil y Darro baña

tu memoria no fue alimento mío,

nunca merezcan mis ausentes ojos

ver tu muro, tus torres y tu río,

tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!”

Luis de Góngora— “Sonetos” (1585)

(Imagen —Córdoba- arteespaña)

UN HOMBRE QUE ME SUEÑA

 


“Existo porque hay un hombre que me sueña; un hombre que duerme y sueña y me ve actuar y vivir y moverme, y que en este momento sueña que hablo con vosotros como hago. Cuando empezó a soñarme, empezó mi existencia; cuando él se despierte, dejaré de existir. Soy un juego de su imaginación, una creación de su espíritu, un huésped de sus largas fantasías nocturnas. El sueño de ese “alguien” tiene tanta consistencia y duración que me he vuelto visible incluso a los que están despiertos.”

Giovanni Papini— “ La última visita del caballero enfermo”

(Imagen—foto Yoshitaca Uchida- Ito Kosho -1991- museo de arte de la ciudad de Takamatsu)

LOS CLÁSICOS

“Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: “Estoy releyendo…” y nunca “Estoy leyendo…”

Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quienes los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.

Los clásicos — sigue diciendo Italo Calvino —son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.

Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.

 

Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.

Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.

Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado ( o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).

Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo  de discursos críticos pero que la obra se sacude continuamente de encima.

Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas,  tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.

Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.

 

 

(Imágenes-1- Franz Sedlacek/ 2-Penguin poets/ 3-Anastasia Lisitsyna)

SI LAS HABITACIONES HABLARAN

 

 

“¿Por qué existirán habitaciones que estrangularán en quien las habita toda tentativa de creación? — escribía en su “Diario” el peruano Julio Ramón Ribeyro en París, en 1961 —.Esta que tengo ahora en la Avenue des Gobelins es el nicho del ingenio: estrechísima, larga, oscura, amenazada por el bullicio de tanta carrocería. No se trata, sin embargo, de una habitación miserable (la sordidez a veces estimula la imaginación ) sino de una pieza donde se ve con demasiada evidencia la mano ecónoma del previsor e insoportable patrón de hotel parisino. Es lo que se puede llamar una habitación mezquina. No hay la posibilidad  de dejar correr el agua en el lavabo, ni la de conectar un tocadiscos porque los plomos estallan. No hay una repisa donde poner libros, ni un escondrijo donde sepultar la maleta para evitarnos la impresión de ser los eternos viajeros. Por el contrario, toda la configuración de la pieza parece destinada a recordarnos que somos pasajeros, que no tenemos la más remota esperanza de estabilidad y que debemos eliminar de nuestra imaginación el proyecto de establecer aquí nuestro domicilio. Si las habitaciones hablaran, ésta diría: “Extranjero, te consiento que duermas, pero vete lo más pronto que puedas y no dejes el menor recuerdo de tu persona. “

 

 

(Imágenes—1- Máxime van de Woestyne -1972/ 2-Carl Holsoe)

PÁJAROS, PECES Y POETAS

 


“Considera la vida de los pájaros y de los peces —escribió el poeta japonés Kamo no Chōomei —. Jamás el pez se cansa del agua; pero, no siendo pez, nunca podrás saber lo que el pez siente. Jamás el pájaro se fatiga del bosque, pero no siendo pájaro, nunca comprenderás  sus sentimientos. Igual sucede con la vida poética: si no la vives, nada comprenderás de ella.”

(Imagen —Qi Baishi)

CEGADO POR LAS ESTRELLAS

 

 

“Y aquí ven ustedes esta fotografía sorprendente, de la cual habrán oído hablar muchas veces porque es muy conocida. Es el hombre cegado por las estrellas. Se trata de la cabeza del astrónomo inglés Sir Joseph Herschel tomada por la célebre fotógrafa Julia Margaret Cameron. Si se acercan un poco y se colocan en el centro verán que parece que Herstchel nos estuviera mirando a todos pero quien nos mira no es él sino la estrella Regulus, la más brillante de la constelación de Leo, que está dentro de una de las pupilas de Herschel, concretamente en el interior de su pupila derecha aunque no la percibamos. Regulus es una de las cuatro estrellas reales mesopotámicas, junto a Aldebarán, Antares y Fomalhaut. Visualmente es de color azul y, como digo, se encuentra dentro de esa pupila derecha de Herschel. Como saben, cuando un ojo recibe la fulguración de una estrella, es decir, cuando el ojo y la pupila de un astrónomo se apoyan en la lente del telescopio, la pupila se dilata poco a poco y de algún modo se dispara y sale en busca del objeto que desea, en este caso la estrella Regulus. La noche, pues, del 20 de febrero de 1834, hacia las once y en Ciudad del Cabo, estando el ojo de Herschel apoyado en su telescopio para vislumbrar más luminarias en el cielo, su pupila se disparó de repente recorriendo en menos de un segundo los 79 años luz que la separaban de la Tierra y, tocando de inmediato las playas de Regulus, que son playas brillantes y llenas de lentes perdidas de otros telescopios, se encontró dando vueltas y vueltas vertiginosamente en una rotación superior a la del Sol, es decir, pupila y estrella giraron alocadamente, no se sabe bien de qué modo, si la estrella era la que arrastraba a la pupila del astrónomo o era al revés. Sir Joseph Kerschel nunca lo reveló. Lo que sí reveló fue su viaje por todas las playas azules de la estrella y cómo,  pupila y estrella, las dos juntas y a toda velocidad, visitaron los bordes del corazón de Regulus  y la estrella le fue señalando a la pupila la idea de la noche, la idea de la multiplicidad y del orden.”

 

José Julio Perlado

( del libro “La mirada”) ( texto inédito)

TODOS  LOS  DERECHOS  RESERVADOS

 

 

(Imágenes—:  Julia Margaret Cameron—Sir Joseph Herschel)

SI LLEGASE A NUESTRA CIUDAD

 


“Si llegase a nuestra ciudad — afirmaba Platón  — un hombre capaz por su sabiduría de adoptar mil formas y de imitar todas las cosas y que quisiera darnos a conocer sus poemas, nos inclinaríamos ante él como si fuese un ser divino, admirable, arrebatador, pero diríamos que nuestra ciudad no dispone de un hombre que se le asemeje ni es justo que llegue a tenerlo y que, por consiguiente, hemos de devolverlo a otra ciudad una vez derramada mirra sobre su cabeza y adornada ésta con cintas de lana”.

 

(Imagen—Rui Palha- homofotograficus)

GEOGRAFÍA DE LA VIGILIA Y DEL SUEÑO

 


“En el extremo sudoeste se encuentra un reino. No se sabe hasta dónde se extienden sus fronteras. Es el reino de Gumang. Allí no existe el intercambio entre las fuerzas de lo oscuro y de lo luminoso.  No existen ni el frío ni el calor. Ni la luz del sol ni la de la luna alumbran, por eso no se distinguen el día y la noche. Sus habitantes no comen ni se visten, porque duermen la mayor parte del tiempo, despertándose una sola vez cada cincuenta días. Tienen por verdadero lo que sueñan y por falso lo que ven en el estado de vigilia.

En medio de los cuatro mares se encuentra el reino del medio. Se extiende al norte y al sur del río Amarillo, al este y al oeste del Taishan, sobre más de diez mil “li”. Lo oscuro y lo luminoso se equilibran de forma regular; por eso el frío y el calor se alternan sucesivamente, las tinieblas y la claridad están muy separadas y a cada día le sucede una noche. Entre sus habitantes hay sabios y locos. La naturaleza es exuberante y floreciente; las artes y los oficios se hallan muy desarrollados; el príncipe y el pueblo viven en buena armonía. La moral y la ley se apoyan mutuamente. Es imposible detallar cuanto allí se dice y se hace. Se alternan el tiempo de velar y el de dormir; lo que se hace durante el día se considera real; lo que se ve durante el sueño se considera engañoso.

 


En los límites septentrionales de las regiones del este se encuentra una comarca llamada el reino de Fuluo. Las emanaciones de su suelo son cálidas, porque el resplandor del sol y el de la luna brillan constantemente. Su suelo no produce buenos cereales, los habitantes se nutren de raíces y de frutos, pero no conocen los alimentos cocidos. Su temperamento es duro y cruel. Los fuertes oprimen  a los débiles; en él se honra a los vencedores sin preocuparse de la justicia. No hacen más que moverse, sin descansar nunca, no hacen más que velar y no duermen jamás.”

Liezi- ( o Lie Yukou) – (autor chino) ( nacido alrededor del 450 a C)  -“Geografía de la vigilia y del sueño” (citado por Roger Caillois en su “Poder del sueño’)

 

 

 

(Imágenes—1- Zhang Daquian/2-Don hong oai-1989/ 3 – Fan Kuan)

LUGARES DE LA IMAGINACIÓN

 


“Comala” de Rulfo, “Macondo” de García Márquez, “Vetusta” de Clarín, “Orbajosa” de Galdós,”Marineda” de Pardo Bazán,  “Villabermeja” de Juan Valera, “Coteruco de la Rinconada” de Pereda, “Regalpetra” de Sciascia, “Yoknapatawpha” de Faulkner… La lista sería muy  extensa. Son los lugares de la imaginación, allí donde los escritores han levantado su territorio.


En el caso de Comala, Reina Roffé en su biografía del escritor mexicano  recuerda que la Comala imaginaria “  es ese lugar situado sobre las brasas del infierno. Es nombre derivado de “comal’, recipiente que se pone, precisamente, sobre el infiernillo  donde se calientan las tortillas. Es un lugar abandonado (alguna vez dijo  el escritor que era Tuxcacuesco) y allí Rulfo encontró  no sólo la clave de la novela sino la atmósfera. Dijo: “la gente se había ido. Pero a alguien se le ocurrió sembrar de casuarinas las calles del pueblo. Y a mí me tocó estar allí una noche, es un pueblo donde sopla mucho el viento, está al pie de la Sierra Madre. Y en las noches las casuarinas mugen, aúllan. Entonces comprendí yo esa soledad.”

 

(Imágenes- 1-Rulfo- revista de letras/2-foto Juan Rulfo/ 3-foto Juan Rulfo)

ALGO QUE ANDA POR LAS CALLES

 


“La poesía es algo que anda por las calles — decía Lorca—. Que se mueve , que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio y la poesía es el misterio que tienen las cosas. Se pasa junto a un hombre, se mira a una mujer, se adivina la marcha oblicua de un perro, y en cada uno de esos objetos humanos está la poesía.

Por eso yo no concibo la poesía como abstracción, sino como cosa real existente, que ha pasado junto a mí. Todas las personas de mis poemas han sido. Lo principal es dar con la llave de la poesía. Cuando más tranquilo se está, entonces, ¡zas! , se abre la llave, y el poema acude con su forma brillante.”

 

 

(Imágenes— 1- Jacob van Walscappelle. – 1670/ 2-Augusto Giacometti – 1899)

EL NO-VIAJE

 


Ahora que hay tantos impedimentos para viajar vienen a la mente los no -viajes, o dicho de otro modo los viajes singulares que han recorrido su especial mundo. Un libro titulado “El antiviaje” lo escribió la francesa Muriel Cerv, tal como lo cuenta Luis Pancorbo en su “ Mapamundi de lugares insólitos, míticos y verídicos”. Allí escribe la autora sobre su experiencia: “Me siento optimista como un buda, llena de esperanza en renacer en el corazón de una yema de loto en un estanque, o en un campo de patatas de Normandía, para convertirme en papilla mezclada con la saliva de la tierra, y explotar como una flor cada primavera, partícula soldada por la circulación de la vida que germina y se pudre sin fin.” Pancorbo recuerda también otro tipo de viajes  singulares o no-viajes, como el narrado por Xavier de Maistre en su “Viaje en torno de mi cuarto”, en 1825. Y ha habido viajes en torno al propio cerebro, como el realizado por el escritor húngaro Fridges Karinthy, quien en 1939 se puso a narrar lo que  se vive y se siente cuando a uno le operan de un tumor cerebral.”

 

Hay gentes que han viajado intensamente sin moverse de su sitio. Siempre desde  su Chiado de Lisboa, Pessoa confiesa: “He viajado. Creo inútil explicaros que no llevé ni meses ni días, ni otra cantidad cualquiera de cualquier tiempo viajando. Viajé en el tiempo, es cierto, pero no del lado de acá del tiempo, donde lo contamos por horas, días y meses; fue del otro lado del tiempo por donde yo viajé, donde el tiempo no se cuenta con una medida. Transcurre, pero sin que sea posible medirlo. Es como más rápido que el tiempo que hemos visto vivirnos.”

Y si hay algún título de un libro que pueda ajustarse al momento que estamos pasando es el de “Viajar es muy difícil”,  de Nuria Amat, unas páginas deliciosas sobre viajeros y viajes en la fantasía y en la realidad.

 

 

 

(Imágenes—1- Fan Kuan – Museo nacional del palacio -Taipéi/2-Lee Lawson/ 3- Alberto Sughi-1992- artnet)

ORTEGA, EL ARISTÓCRATA EN LA PLAZUELA

 

 

“Nuestro pueblo — decía Ortega—no admite lo distanciado y solemne. Reina en él puramente lo cotidiano y vulgar. Las formas de aristocratismo “aparte” han sido siempre estériles en esta península. Quien quiera crear algo — y toda creación es aristocracia — tiene que acertar a ser aristócrata en la plazuela. He aquí por qué, dócil a la circunstancia, he hecho que mi obra brote en la plazuela intelectual que es el periódico.”

Hoy Ortega tendría su “plazuela” en internet. Los numerosísimos artículos de Ortega acaban ahora de publicarse  en la edición digital de sus Obras Completas. Son artículos y son ensayos. “Estos ensayos carecen por completo de valor informativo — dirá en sus “Meditaciones del Quijote” —; no son tampoco epítomes — son más bien lo que un humanista del siglo XVll hubiera denominado “salvaciones”. Se busca en ellos lo siguiente: dado un hecho — un hombre, un libro, un cuadro, un paisaje, un error, un dolor —, llevarlo por el camino más corto a la plenitud de su significado. Colocar las materias de todo orden, que la vida, en su resaca perenne, arroja a nuestros pies como restos inhábiles de un naufragio, en postura tal que dé en ellos el sol innumerables reverberaciones. Versan unos ensayos sobre temas de alto rumbo; otros sobre temas más modestos, algunos sobre temas humildes. Estos ensayos son para el autor — como la cátedra , el periódico o la política — modos diversos de ejercitar una misma actividad, de dar salida a un mismo afecto. Yo sólo ofrezco posibles maneras nuevas de mirar las cosas”, añadirá Ortega.

Y su “plazuela” donde mostrar la aristocracia de la creación o del pensamiento sería hoy,  sin lugar a dudas, Internet.

 

 

(Imágenes—1- David Lyle/ 2-Henri Charles Guerard)

HISAE Y LAS CUATRO ESTACIONES

“… Y en una de aquellas tardes, de repente, en  determinado momento, el pintor Sesshû Tôyô se levantó y quiso que Hisae  le acompañara hasta el fondo del taller, es decir, hasta el fondo de la naturaleza. Avanzaron los dos entre arbustos y riachuelos, sortearon recovecos y senderos, y al fin llegaron a lo que parecía ser el extremo del taller. Extendido sobre una amplia pared y colocado a media altura, aparecía un largo paisaje de unos quince metros de largo representando las estaciones del año. Allí estaban, ondulados y vivos sobre un largo soporte horizontal, los dibujos de la primavera, el verano, el otoño y el invierno, y con ellos las casas, las rocas, diminutas figuras, espacios y  vacíos. No había colores, todo era en blanco y negro. “Es un simple esbozo de un trabajo mío que he empezado y que un día deseo terminar  — quiso explicar sencillamente el pintor Sesshû al llegar allí —,  pero para eso quizá falten aún muchos años. Querría llamarlo “El paisaje de las cuatro estaciones.” Hisae se quedó absorta contemplando el primero de aquellos dibujos, el dibujo de la primavera, con sus casas, sus nubes y sus pequeños habitantes, pero de repente aquella primavera empezó a moverse en rápidas ondulaciones, dio paso enseguida al dibujo del verano, y éste se precipitó a mostrar el  dibujo del otoño y éste el del  invierno. Fue todo muy rápido. Las cuatro estaciones, a la vez que las contemplaba Hisae, adquirían un constante movimiento. “Es el movimiento del año — quiso explicar  simplemente el monje pintor —. Son los cambios. Es el fluir de las cosas”. La pintura del invierno se encadenaba enseguida con el dibujo de la primavera, ésta con la del verano, luego con la del otoño y otra vez el invierno se encadenaba con la primavera. Hisae seguía asombrada aquellos movimientos continuos de las estaciones y a la vez permanecía sin moverse, completamente quieta, la pintura del mundo era la que se estaba moviendo y ella aguardaba inmóvil, recordando lo que le había sucedido muchos años antes, hacia 1215, al descubrir por primera vez  que ella vivía sobre el tiempo y que el tiempo no vivía sobre ella. Sobre todo le interesaba el movimiento del otoño. Cada vez que aquel paisaje de las cuatro estaciones giraba y  pasaba con rapidez delante de Hisae, ella procuraba fijarse en los rasgos del otoño, en aquellas vigorosas pinceladas marcando las rocas, las montañas y los árboles, toques un poco bruscos de tinta, efectos de profundidad muy calculados, desde las rocas negras en un extremo hasta los caminos sinuosos escapando en zig-zag hacia el infinito. Recordaba las excelencias del otoño evocadas  en la Historia de Genji con la imagen de las hojas cayendo de modo silencioso, las lluvias refrescando a las últimas flores, las nieblas  perfectamente agrupadas, pero sobre todo  el tono de la tristeza.”

José Julio Perlado

(del libro “Una dama japonesa”) (relato inédito”)

TODOS   LOS DERECHOS  RESERVADOS

 

 

(Imágenes —1- Yayoi Kusama-1991– museo de Tokio/ 2-Kaichi Kobayashi

LA MÚSICA Y LOS SUEÑOS

 

 

“Hace dos años — cuenta Berlioz en sus “Memorias” —, en una época en la que el estado de salud de mi esposa me acarreaba muchos gastos, y aún existía cierta esperanza de que mejorara, una noche soñé que componía una sinfonía, y la oí en mis sueños. A la mañana siguiente, al despertar, oí casi todo el primer movimiento, que era un Allegro en La menor con un compás de dos por cuatro (…) Ya me dirigía a mi escritorio a anotarlo cuando de repente pensé: “ Si lo hago, acabaré componiendo el resto. Hoy en día mis ideas suelen expandirse mucho, y esta sinfonía podría acabar siendo enorme. Me pasaré quizá tres o cuatro meses trabajando (tardé siete en escribir “Romeo y Julieta”), y durante este tiempo no escribiré artículos, o muy pocos, por lo que mis ingresos disminuirán. Cuando la sinfonía esté escrita estaré tan débil que mi copista acabará convenciéndome de que la haga copiar, lo que inmediatamente me hará contraer una deuda de mil o dos mil doscientos francos. Una vez las partes existan, me acosará la tentación de hacer que la obra se interprete. Daré un concierto, cuyos ingresos apenas cubrirán la mitad de los costes, algo inevitable hoy en día. Perderé lo que no tengo y me faltará dinero para cubrir las necesidades de mi esposa impedida, y ya no podré  afrontar mis gastos personales ni el pasaje de mi hijo a bordo del barco en el que pronto partirá.”

 

“Estos pensamientos — seguía diciendo Berlioz — me estremecieron , y tiré la pluma sobre el escritorio, pensando: “¿Y qué? ¡Mañana la habré olvidado!”. Esa noche la sinfonía volvió a aparecer y resonó obstinada en mi cabeza. Oí el Allegro en La menor con bastante claridad. Más aún, me pareció verlo escrito. Me desperté en un estado de excitación febril. Me canté el tema; su forma y su carácter me complacieron sobremanera. Estaba a punto de levantarme.  Entonces regresaron mis pensamientos del día anterior y me contuvieron. Permanecí inmóvil, resistiendo la tentación, aferrándome  a la esperanza de que lo olvidaría. Al final me quedé dormido; y cuando volví a despertarme, todo recuerdo había desaparecido para siempre.”

 

 

(Imágenes— 1- Albert Gleizes/ 2- Thomas Wilmerdewing- 1902/ 3- Berlioz)