LA COMA

 

 

“La coma asomó por el borde de la página tímidamente, parecía lombriz, se curvó, se dobló, intentó levantar su rodilla, se inclinó, dio un toque suave, un rabo mínimo, el bastón del aliento, apenas nada, separó las palabras, para eso me quieren, se dijo, nunca fui letra, apenas valgo, y de repente a la coma un estruendo en vértigo de vocablos unidos le pasó por encima sin dejarla respirar aplastando el vientre de las frases de hierro su lengua hasta alisarla bajo un peso de líneas pasando y repasando interminablemente la piel de la hoja sin pausa alguna de izquierda a derecha en ritmo incesante y la coma quedó quieta y tan insensible como si se hiciera la muerta o la dormida a la vez que procuraba respirar para sobrevivir asustada por tantos vagones de palabras que no acababan nunca de pasar enganchados por conjunciones imantadas de plata y en carrera de voces y silencios con y griegas silbantes como espadas que segaban y unían adjetivos y nombres disfrazando conceptos de color y sabor viajando al ritmo del estilo que el flujo de la lengua arroja desde la boca del dragón  escritor cuando el placer de la luna se inflama y llamea el lenguaje incandescente en la noche blanca de la desierta página de un cuaderno que se deja cubrir por signos evocadores de tanto eco fantástico hasta quemar habitaciones de memoria y hacer que arda esa imaginación hecha castillos en pavesas de artículos zigzagueantes en el aire del humo que deja olor a verbos chamuscados por astillas de tantas preposiciones bajo lluvias de fuego en la fiesta nocturna a la que son convocadas las palabras cruzándose sus vidas solitarias en el juego de la sintaxis hasta que toda la prosa es incendio de árboles y las comas no existen embobadas por ese ejercicio malabar en la noche de la creación de tan variados sabores como segregan las palabras chorreantes en chasquidos y en jugos destilando un aroma único de madera labrada en sustantivos nobles que encierran su olor en bodegas de libros a punto ya de abandonar en buques la bóveda del resplandor del puerto iluminado y echarse a la mar de la aventura azul en seda silenciosa y suave que rasga la huida del escritor dormido en esa placidez de los vocablos avanzando en  silencios de ritmo hacia páginas nuevas de sorpresa que muestran un horizonte de color inexplorado por tantas esquinas de azar como la vida esconde tras rocas de mayúsculas blancas y misteriosas en las que encallan las proas de los verbos de lujo igual que trasatlánticos transparentes que bambolean bombillas infinitas vencidas por oleajes de estilo en espumas que rozan los

 

 

 

pies de las palabras y levantan penachos de admiraciones sorprendidas por lo que la lengua puede hacer enroscándose hasta ocultar sus comas bajo las alas de tantos adverbios volando con sus bes y sus uves de suavidad dulce y sosegada que ondulan el paladar del cielo  en la boca de ese escritor en tal recogimiento  que oye sólo el piar de los acentos prendidos en los cables de vocablos ateridos de frío por tanto picotear de tildes que despluman lágrimas aquí y allá en cada cumbre de la línea en momentos en que la inspiración se tensa en el trabajo y el campo de los temas aparece tan yerto que sólo el rasgueo de la pluma en la hoja blanca del cuaderno y la dentadura de las teclas en las máquinas de los ordenadores hacen saltar las notas musicales de la literatura  extendida en el mapa de niebla gaseosa cuyo horizonte es el linde de la niñez recobrada en esa hora en que la madre observa cómo el niño emborrona sus primeros cuadernos y la escritura no es aún vocación sino simplemente oficio manual del lento instrumento  de dedos apretados contra el lápiz cuya sombra refleja la lámpara sobre la mesa de la cocina familiar tan empañada de deberes escolares en donde las palabras nacen de los signos unidos y encantados mientras suben y bajan las tes y las jotas coronadas del punto de rey y hermanas mayores de esa i con lunar en su techo que vive en la guarida de las vocales necesarias y tan elementales que se engarzan como joyas entre las manos de las consonantes y antes de que el aliento de la madre inclinada hacia ese hijo que un día  será escritor pueda explicar que los asombros de la vida han de contarse entre admiraciones enhiestas como palos en las frases que aspiran a entreabrir secretos que ni los poetas pueden desvelar y cuando los vientres ganchudos de las interrogaciones no muestran aún esa inquietud por preguntar a  ese niño que aprende a trazar rasgos  y que sigue preocupado de enderezar su caligrafía tan difícil que el sudor del esfuerzo se mezcla con las lágrimas creyendo que ese cuaderno jamás acabará en perfección y  que nunca escribirá mas que palotes secos e indescifrables con los que ni siquiera podrá jugar en el recreo para dar empujones con la p al redondo balón  de esa o que rueda entre las piernas de sus amigos y que  sufre ese puntapié último que elevará a la o sobre el patio mientras se va inflamando y engordando y una nube al pasar la blanquea haciéndola luna esférica colgada sobre este escritor al que le zumba zigzagueante esa zeta del sueño en el momento en que el libro entrecierra sus párpados y parece caer y se escapan sillón abajo las graves palabras mayores perseguidas a gritos por las esdrújulas que cuelgan aferradas a sus acentos mientras un hálito de soledad entra con el viento desde todas las puertas de la imaginación animando a retomar la luna y a cazar en vuelo las palabras que huyen y a fijarlas igual que mariposas en la hoja límpida que espera a que ese niño que aprendió mansamente a escribir en la cocina  familiar prosiga tal y como si estuviera la madre siempre a su lado señalándole el esfuerzo diario que ha de hacer hasta lograr el dominio encantado de las palabras en matrimonios de frases cuyos hijos harán un día maravillarse a los lectores aunque antes, hijo, no te olvides, le va diciendo la madre,  de poner una coma aquí, y otra aquí, y llegarás así con algo de respiro hasta  que  tu mismo encuentres tu verdadero punto final.”

 

José Julio Perlado — “La coma” ( del libro Relámpagos”) (relato inédito)

 

 

 

 

(Imágenes —1- Mark Rothko -1969/ 2-Mark Rothko – 1949/ 3-Mark a Rothko – 1948)