VIEJO MADRID (71) : SU CARÁCTER Y SUS GENTES

 

 

«Los hijos de Madrid cuenta Mesonero en su «Manual» de 1833 – son en general vivos, penetrantes, satíricos, dotados de una fina amabilidad, y entusiastas por las modas. Afectan las costumbres extranjeras, hablan de todas materias con cierta superficialidad engañadora que aprendieron en la sociedad, y si bien el ingenio precoz que les distingue hace concebir de ellos las lisonjeras esperanzas en su edad primera, la educación demasiado regalada, las seducciones de la corte y otras causas, cortan el vuelo de aquellas facultades naturales, y les hacen quedar en tal estado. Así que, brillando por su elegancia, sus finos modales y su divertida locuacidad, se les ve permanecer alejados de los grandes puestos y relaciones, dejando el primer lugar en su mismo pueblo a los forasteros, que con más paciencia y menos arrogancia vienen a vencerlos sin encontrar gran resistencia de su parte.

 

 

Los forasteros vienen a Madrid, y lejos de sus familias, entregados a sí mismos, y sin las consideraciones orgullosas que inspira la presencia de sus compatriotas, adquieren más solidez en sus ideas, van derechos al fin, y no repugnan las privaciones y la paciencia necesarias para ello. Colocados en el puesto que anhelaron, se identifican con el pueblo que los ha visto elevarse, se confunden con sus naturales, adquieren los modales de la corte, y todos juntos forman la sociedad fina de Madrid, sociedad en que reina el buen tono, la amabilidad y una franqueza delicada.

 

 

Esta mezcla de costumbres, estas distintas situaciones, de magnates distinguidos, empleados en favor, capitalistas, pretendientes, caballeros de industria, y tantas otras clases, dan a este pueblo un carácter de originalidad no muy fácil de describir. El trato es superficial, como debe serlo en un pueblo grande donde no se conoce con quién se había, ni quién es el vecino. La confusión de las clases es general por esta causa; las conversaciones también generales por los diversos objetos públicos que cada día las fijan; las diversiones frías, y sin aquel aire de alegría y franqueza que da en nuestras provincias el conocerse todos los que las componen; pero de esas mismas circunstancias nace la conveniencia de poder vivir cada uno a su modo, sin el temor de la censura y de los obstáculos que presenta un pueblo pequeño».

 

 

(Imágenes – Eduardo Vicente – ciudad de la pintura :  / 1-cielo y perspectiva de Madrid/  2-barrios bajos/3- Madrid desde el Manzanares/4-  tomando un trago)