«Los escritores no muestran, no pintan y no fotografían la realidad, ni lo reconstruido o las invenciones de otro mundo –así quiere recordarlo Goffredo Fofi en su prólogo a «Escritores» (Blume), un álbum de excepcionales fotografīas -. Para expresarse no se sirven de las imágenes, sino de las palabras (…) Los maestros de la imagen se enfrentan a los maestros de la palabra, y por diferentes que sean sus medios, ambos deben «construir», escoger y montar.
En esta relación, corresponde al fotógrafo la labor más importante, incluso la de hacer notar en el escritor su narcisismo ( lo que quieren comunicar de sí mismos, cómo quieren que se les «vea»). En los casos más logrados ha ocurrido que los escritores han descubierto algo de sí mismos que ignoraban, o sobre lo que no habían reflexionado, gracias a la imagen que de ellos ha hecho un fotógrafo que «sabía ver».
(…) El interés comercial de los fotógrafos en retratar a los artistas, a los escritores o a los filósofos en anteriores épocas estaba en un segundo plano; los grandes fotógrafos pretendían demostrar su capacidad de captar en aquellos personajes algo más que la simple «crónica». Como sucederá más tarde con el extraordinario desarrollo del periodismo, se esforzaban en percibir la originalidad, la diversidad, la » calidad» de los artistas, aquello que los diferenciaba de sus contemporáneos.
Si, por una parte, resulta apasionante observar cómo los grandes fotógrafos han arrinconado a los grandes pintores, casi robándoles la profesión en una competencia directa, no lo es menos contemplar lo que han buscado en los escritores.
Es cierto que los han retratado en su ambiente, pero se han centrado, sobre todo, en poner de relieve lo que los distinguía y distingue como portadores de una visión, de peculiaridades relacionadas con su origen y, en primer lugar, de aspectos que podemos decir «de categoría».
En la historia de la fotografía y en la relación que ha tenido con los escritores aparecen cosas singulares. Balzac, por ejemplo, sufría un vago temor cuando quiso fotografiarlo Nadar. «Todo cuerpo en su estado natural – parece que explicó el fotógrafo sobre aquel momento – estaba conformado por una sucesión de imágenes espectrales superpuestas en capas infinitas, envueltas en películas infinitesimales…» Y cuando se le preguntó a Nadar si el temor de Balzac ante el daguerrotipo era real o fingido, Nadar contestó: era real. Por otro lado, como cuenta Susan Sontag, fotografías de escritores cuando aún eran niños revelaban muchos caracteres: Aldous Huxley, por ejemplo, a los ocho años, exhibía ya los enérgicos excesos por los que sería conocido de adulto. La fotografía infantil entregaba numerosos secretos.
(Imágenes- 1-Czeslaw Milosz- británica/ 2.-Joyce Carol Oates- foto Marion Ettinger/ 3.-Arthur Miller- Dennis Stock/4.-Alice Munro- Peter Sibbald/ 5.-Leonardo Sciascia- Ferdinando Scianna/ 6-Raymond Carver- Bob Adelman)