«Al entrar Luis XVlll en París el 3 de mayo de 1814 fue a apearse en Notre-Dame – así lo cuenta Chateaubriand en sus «Memorias de ultratumba» -: habiendo querido ahorrar la vista de las tropas extranjeras, un regimiento de la guardia de infantería fue el que formó las filas desde el Pont-Neuf hasta Notre-Dame, a lo largo del muelle de los Orfevres. No creo que jamás rostros humanos pudieran tener una expresión tan terrible como aquellos. Eran granaderos, cubiertos de cicatrices, vencedores de Europa, que habían oído silbar sobre sus cabezas tantos millares de balas y que conservaban aún el olor del fuego y de la pólvora ; estos mismos hombres, privados de su capitán, se veían obligados a saludar a un rey
viejo, inválido por la edad y no por la guerra, vigilados como estaban por un ejército de rusos, de austriacos y de prusianos en la capital invadida de Napoleón. Unos, arrugando el entrecejo, hacían bajar hasta los ojos sus gorras de pelo como para no ver; otros fruncían la boca con el desprecio de la rabia, y otros, a través de sus bigotes, dejaban ver sus dientes como tigres. Al presentar las armas lo hacían con un movimiento de furor, y el ruido que producían hacía temblar. Preciso es convenir en que jamás los hombres han sido puestos a semejante prueba ni han sufrido semejante suplicio. Si en este momento hubiesen sido llamados a la venganza, hubiera sido preciso exterminarlos a todos, o se habrían comido la tierra.
En el extremo de la línea estaba un húsar joven, a caballo y con el sable desnudo, al que hacía girar con un movimiento convulsivo y colérico. Estaba pálido; sus ojos giraban en sus órbitas, y abría y cerraba la boca haciendo rechinar los dientes, y ahogando exclamaciones, de las que sólo se oía el primer sonido. Al ver a un oficial ruso le lanzó una mirada que no puede describirse. Cuando pasó delante de él el carruaje del rey, hizo dar botes a su caballo, con ánimo sin duda de precipitarse sobre el monarca.»
La musculatura de la prosa de Chateubriand, el peso de la variedad de su vida, su pupila dilatada sobre la Historia y a la vez concentrada sobre rasgos nimios, hacen que su ojo retrate los acontecimientos y veamos desfilar rostros sobre el tiempo. También su oído se tensa y asombra ante rumores lejanos que apenas revelan lo que son: momentos históricos que se guardarán para siempre en los libros.
(…) «El 18 de junio de 1815 , a mediodía- sigue contando Chateaubriand -, salí de Gante, por la puerta de Bruselas, para terminar mi paseo por el camino real. Llevaba conmigo los «Comentarios de César» y caminaba lentamente, absorto en mi lectura, cuando a una legua más allá de la ciudad creí percibir un ruido sordo; me detuve y miré al cielo; como lo vi bastante encapotado de nubes, deliberé si continuaría adelante o si volvería a Gante, por temor a la tempestad. Apliqué el oído; mas como ya sólo distinguí el ruido del agua entre los juncos y el sonido de un reloj de aldea, proseguí mi camino; no habría dado treinta pasos, cuando
comenzó de nuevo el rumor, unas veces breve, otras largo y a intervalos desiguales, y otras sólo sensible por una trepidación del aire que se comunicaba a la tierra en aquellas inmensas llanuras. Aquellas detonaciones menos intensas, menos ondulantes y unidas que las de una tempestad, hicieron nacer en mi ánimo la idea de un combate. Crucé el camino, me apoyé de pie contra el tronco de un árbol, volviendo el rostro hacia Bruselas. Un viento del sur, que se levantó de pronto, me trajo más distintamente el ruido de la artillería. ¡ Aquella gran batalla, todavía sin nombre, cuyos ecos escuchaba yo al pie de un pino, era la batalla de Waterloo!».
Ojos y oídos en la Historia. Oidos y ojos que todo lo conservan.
(Imágenes.-1-Horace Vernet- París 1814/ 2.-el ejército ruso entra en París- wikipedia/ 3.-Girodet- retrato de Chautebriand- 1809 -Museo de Historia.-Saint Malo- foto Michel Dupuis/ 4.-llegada de Luis XVlll a rancia- Edward Bird/ 5.-Waterloo- wikipedia/ 6.-William Sader- Waterloo- wikipedia)