LA TRASTIENDA DE “GUERRA Y PAZ”

 

“No se puede imaginar  usted — le escribía Tolstoi  a un amigo — cómo me cuesta este trabajo preparatorio de labor preliminar sobre el campo que me veré forzado a sembrar hacia fines  de 1864.  Reflexionar, pensar en todo lo que podía acontecer a esos futuros héroes de una obra tan vasta y combinar  los millones de proyectos de todo orden para escoger un millonésimo, es terriblemente difícil.” Todo el invierno de 1863-1864 lo consagró Tolstoi a familiarizarse  con la época que quería resucitar en su obra. Su suegro le enviaba de Moscú documentos  de primera mano. Ėl mismo compraba sin discriminación todas las obras referentes a las guerras napoleónicas. Tras un paréntesis forzado por una caída montando a caballo cuando iba cazando liebres y durante la convalecencia , como no podía escribir, su cuñada Tania le servía de secretaria. Ha contado en sus ‘Recuerdos’ cómo le dictaba durante horas, presa de una  especie de fiebre hasta que , compadeciéndose de su fatiga,  le decía bruscamente : “¡ Basta por hoy,  vete a patinar! “.
Volvió a retomar su trabajo. Aprovechaba sus visitas a Moscú  para continuar la caza de documentos Rebuscaba en las librerías, tomaba prestados libros  a profesores amigos, visitaba la biblioteca Rumiantzev, se hacía comunicar, por favor especial, piezas importantes de los Archivos de Palacio, interrogaba a los viejos sobre sus recuerdos del año  1812. La abundancia de materiales lo exaltaba y lo atemorizaba a la vez. Temía perderse  en los detalles. En todo momento debía realizar un esfuerzo mental para olvidarse de los datos históricos y volver a sus personajes. “ Ni Napoleón, ni Alejandro serán los héroes de mi novela — decía—. Escribiré la historia de gentes que viven en las mejores condiciones,  libres de las preocupaciones de la pobreza o de la estrechez, gentes libres, gentes que no tienen ninguno de los defectos necesarios para dejar trazas en los anales”.

 

 

(Imágenes— 1– Tolstoi descansando – Ilya Repin- galería estatal – Wikipedia/  2- Tolstoi en Yasnaia Poliana- 1910- wikipedia)

LOS HÉROES

 

“A mi modo de ver la Historia universal, lo realizado por el hombre aquí abajo  — decía Carlyle en “Los héroes” —es, en el fondo, la historia de los grandes hombres que entre nosotros laboraron. Modelaron la vida general grandes capitanes, ejemplos vivos y creadores  en vasto sentido de cuanto la masa humana procuró alcanzar o llevar a cabo: todo lo que cumplido vemos y atrae nuestra atención es el resultado material y externo, la realización práctica, la forma corpórea, el pensamiento materializado de los grandes hombres que nos enviaron. Su historia, para decirlo claro, es el alma de la historia del mundo entero.

El gran hombre es foco de vívida luz, manantial en cuyo margen nos extasiamos, claridad que disipó las sombras del mundo.”

Carlyle dedica sus páginas, entre otros, a Dante y a Shakespeare, a Johnson y a Cromwell, también a Napoleón.

Pienso que hoy habría otro  Carlyle contemporáneo que escribiría sobre los enfermeros y sanitarios anónimos del mundo y a las 8 se uniría a los aplausos.

(Imagen —1- Lucas Fowler)

LECTURA VELOZ Y LECTURA PAUSADA

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«»Hay gentes que van sobre el libro en volandas – decía Alfonso Reyes– y, sin embargo, no puede negarse que lo lean a fondo. Así Napoleón en Santa Elena. De Macaulay se dijo que absorbía los libros por la piel. La leyenda llegó a creer que Menéndez y Pelayo se quedaba con el contenido de una página en un solo vistazo y hasta pasándole los dedos por encima. Sterne se indigna contra estos tragones. Charles Lamb aun quiere una oración de gracias y una gradual preparación de ánimo antes de cada lectura. El Dr. Johnson decía que todo lo había leído apresuradanente en su juventud. Boswell piensa que todo lo rumió después lentamente a lo largo de los años. Y hay otros que, por obligación o por gusto, abren a la vez una novela, un periódico, un tratado de química, un ensayo filosófico, una revista de modas, al tiempo que califican varios ejercicios escolares.

(…) Al libro hay que llegar sin ser sentido. Ejercicio, casi, de faquir. Hay que acallar previamente en nuestro espíritu todos los ruidos parásitos que traemos desde la calle, los negocios y afanes, y hasta el ansia excesiva de información. Entonces, en el silencio, comienza a escucharse la voz del libro, medrosa acaso, pronta a desaparecer si se la solicita con cualquier apremio sospechoso. Por eso Sir Walter Raleigh pensaba que, en cada época, sólo hay dos o tres lectores verdaderos».

 

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(Imágenes- 1- Picasso/ 2-André Derain)

TARDE DE WATERLOO : DOSCIENTOS AÑOS

Waterloo- buun- W Heath- puzzle de trescientas cincuenta piezas- Ebay

 

18 de junio de 1815:

» Cuatrocientos cañones truenan por ambas partes desde la mañana – escribe Stefan Zweig en sus «Momentos estelares de la humanidad» –. La planicie se estremece al choque de la caballería con las tropas adversarias, que lanzan torrentes de fuego al redoble enardecedor de los tambores. Pero arriba, en lo alto de ambas colinas, los dos caudillos permanecen impasibles ante el ruido de aquella terrible tempestad humana. Están pendientes de otro sonido más apagado: el tictac de los relojes, que late como el corazón de un pájaro en sus respectivas

 

guerras-nhy la batalla de Waterloo- por William Sadler- wikipedia

 

manos, marcando el tiempo, indiferentes a los hombres que combaten. Napoleón y Wellington no separan los ojos de sus cronómetros: cuentan las horas, los minutos que han de traerles los esperados refuerzos decisivos. Wellington sabe que Blücher está cerca. Napoleón espera a Grouchy. Ninguno de los dos cuenta con más fuerzas de reserva. Las que lleguen antes decidirán la victoria. Junto al bosque empieza a distinguirse la polvorienta nube de la vanguardia prusiana. Napoleón y Wellington están pendientes de aquel enigma. ¿Se trata sólo de

 

Napoleón- buui- abdicación de Napoleón en Fontainebleau- por Paul Delaroche- mil ochocientos cuarenta y cinco

 

algunos destacamentos? ¿Es el grueso del ejército que ha escapado de Grouchy? Los ingleses resisten con sus últimas fuerzas, pero también los franceses están exhaustos. Los dos ejércitos, jadeantes, permanecen frente a frente; como dos luchadores dejan caer ya los debilitados brazos y contienen la respiración antes de acometerse por última vez. Por fin retumban los cañones por el flanco de los prusianos, se vislumbran destacamentos, se oye el ruido de la fusilería. «¡Por fin llega Grouchy! », suspira Napoleón. Confiando en que tiene el flanco asegurado,

 

guerras-bbnu- el duque de Wellington- Goya- mil ochocientos catorce

 

reúne a sus hombres y se lanza otra vez contra el centro de Wellington, para romper el anillo inglés que guarda Bruselas y hacer volar la puerta de Europa. Pero aquel fuego de fusilería no ha sido más que una desorientadora escaramuza. Desconcertados los prusianos por unos uniformes desconocidos, centran el fuego sobre los de Hannóver, pero inmediatamente se dan cuenta de su lamentable confusión y en poderoso alud salen de la espesura del bosque. No, no es Grouchy quien se acerca con sus tropas, sino Blücher, y con él la fatalidad. La noticia se difunde rápidamente entre las tropas imperiales, y empiezan a replegarse, pero conservando el orden todavía. Wellington, que comprende en seguida la crítica situación del adversario, galopa hasta la falda de la colina tan eficazmente defendida y agita el sombrero sobre su cabeza, señalando al enemigo que

 

Waterloo- bbut- bhu- E Croft- la noche de la vatalla de Waterloo

 

retrocede. Aquel gesto de triunfo es comprendido por sus hombres y, en un supremo esfuerzo, se lanzan contra la desmoralizada masa. Simultáneamente, la caballería prusiana ataca por el flanco al destrozado ejército, y se oye el grito demoledor de « ¡Sálvese quien pueda! » En pocos minutos, el gran ejército, como un incontenible torrente, impelido por el terror, arrastra incluso a Napoleón. La caballería enemiga penetra en aquel torrente convertido ya en agua mansa e inofensiva para ella, donde pesca fácilmente el coche del caudillo francés, los valores del ejército, toda la artillería abandonada en aquella espuma de angustia y desesperación. El Emperador puede salvar la vida y la libertad sólo al amparo de la noche. Pero aquel hombre que, sucio, desconcertado, medio muerto de fatiga, se deja caer del caballo a la puerta de una miserable posada, ya no es un emperador. Su imperio, su dinastía, su suerte, se han desvanecido. La falta de decisión de un hombre mediocre ha derrumbado el magnífico edificio que construyera en veinte años el más audaz y genial de los mortales».

 

Napoleón-nuii- Napoleón en Santa Elena- Francois- Joseph Sandmann

 

(Imágenes.- 1.-batalla de Waterloo- puzzle de 350 piezas- Ebay/ 2.-batalla de Waterloo-William Sadler- Wikipedia/ 3.- Napoleón en Fontaineblau- Paul Delaroche- 1845/4.- el duque de Wellington- Goya.- 1814/ 5.-la noche de la batalla de Waterloo/ 6.-Napoleón en Santa Elena.-Francois Joseph Sandmann)

OJOS Y OÍDOS DE LA HISTORIA

batalla de París -nnbby- batalla de París en mil ochocientos catorce- Horace Vernet- wikipedia

 

«Al entrar Luis XVlll en París el 3 de mayo de 1814 fue a apearse en Notre-Dameasí lo cuenta Chateaubriand en sus «Memorias de ultratumba» -: habiendo querido ahorrar la vista de las tropas extranjeras, un regimiento de la guardia de infantería fue el que formó las filas desde el Pont-Neuf hasta Notre-Dame, a lo largo del muelle de los Orfevres. No creo que jamás rostros humanos pudieran tener una expresión tan terrible como aquellos. Eran granaderos, cubiertos de cicatrices, vencedores de Europa, que habían oído silbar sobre sus cabezas  tantos millares de balas y que conservaban aún el olor del  fuego y de la pólvora ;  estos mismos hombres, privados de su capitán, se veían obligados a saludar a un rey

 

batalla-bbhy- el ejército ruso entra en París- wikipedia

 

viejo, inválido por la edad y no por la guerra, vigilados como estaban por un ejército de rusos, de austriacos y de prusianos en la capital invadida de Napoleón. Unos, arrugando el entrecejo, hacían bajar hasta los ojos sus gorras de pelo como para no ver;  otros fruncían la boca con el desprecio de la rabia, y otros, a través de sus bigotes, dejaban ver sus dientes como tigres. Al presentar las armas lo hacían con un movimiento de furor, y el ruido que producían hacía temblar. Preciso es convenir en que jamás los hombres han sido puestos a semejante prueba ni han sufrido semejante suplicio. Si en este momento  hubiesen sido llamados a la venganza, hubiera sido preciso exterminarlos a todos, o  se habrían comido la tierra.

 

Chautebiand-bbgt-A L Girodet- retrato de Chateaubriand- mil ochocientos nueve- Museo de Historia- foto Michel Dupuis- Saint Malo

 

 

En el extremo de la línea estaba un húsar joven, a caballo y con el sable desnudo, al que hacía girar con un movimiento convulsivo y colérico. Estaba pálido; sus ojos giraban en sus órbitas, y abría y cerraba la boca haciendo rechinar los dientes, y ahogando exclamaciones, de las que sólo se oía el primer sonido. Al ver a un oficial ruso le lanzó una mirada que no puede describirse. Cuando pasó delante de él el carruaje del rey, hizo dar botes a su caballo, con ánimo sin duda de precipitarse sobre el monarca.»

 

Luis XVlll-bbhy-llegada de Luis XVlll a Francia- Edward Bird-wahoart com

 

La musculatura de la prosa de Chateubriand, el peso de la variedad de su vida, su pupila dilatada sobre la Historia y a la vez concentrada sobre rasgos nimios, hacen que su ojo retrate los acontecimientos y veamos desfilar rostros sobre el tiempo. También su oído se tensa y asombra ante rumores lejanos que apenas revelan lo que son: momentos históricos que se guardarán para siempre en los libros.

(…) «El 18 de junio de 1815 , a mediodía- sigue contando Chateaubriand -, salí de Gante, por la puerta de Bruselas, para terminar mi paseo por el camino real. Llevaba conmigo los «Comentarios de César» y caminaba lentamente, absorto en mi lectura, cuando a una legua más allá de la ciudad creí percibir un ruido sordo; me detuve y miré al cielo; como lo vi bastante encapotado de nubes, deliberé si continuaría adelante o si volvería a Gante, por temor a la tempestad. Apliqué el oído; mas como ya sólo distinguí el ruido del agua entre los juncos y el sonido de un reloj de aldea, proseguí mi camino; no habría dado treinta pasos, cuando

 

batalla-uutbb- Waterlo- wikipedia

 

 

comenzó de nuevo el rumor, unas veces breve, otras largo y a intervalos desiguales, y otras sólo sensible por una trepidación del aire que se comunicaba a la tierra en aquellas inmensas llanuras. Aquellas detonaciones menos intensas, menos ondulantes y unidas que las de una tempestad, hicieron nacer en mi ánimo la idea de un combate. Crucé el camino, me apoyé de pie contra el tronco de un árbol, volviendo el rostro hacia Bruselas. Un viento del sur, que se levantó de pronto, me trajo más distintamente el ruido de la artillería. ¡ Aquella gran batalla, todavía sin nombre, cuyos ecos escuchaba yo al pie de un pino, era la batalla de Waterloo!».

 

batalla- vrre- Waterloo- William Sadler- wikipedia

 

Ojos y oídos en la Historia. Oidos y ojos que todo lo conservan.

(Imágenes.-1-Horace Vernet- París 1814/ 2.-el ejército ruso entra en París- wikipedia/ 3.-Girodet- retrato de Chautebriand- 1809 -Museo de Historia.-Saint Malo- foto Michel Dupuis/ 4.-llegada de Luis XVlll a rancia- Edward Bird/ 5.-Waterloo- wikipedia/ 6.-William Sader- Waterloo- wikipedia)

OFICIO DE ESPÍAS

espionaje.- eftyu.- el tercer hombre

«Los espías han ejercido más influencia en la historia que en los historiadores», señalaba Richard Rowan en «Treinta y tres siglos de espionaje». «El espionaje es ciertamente el segundo oficio del mundo en cuanto a antigüedad – escribía también el periodista inglés Charles Wigton – Quizás hasta sea más antiguo que el que tiene la fama de serlo, y al que con tanta frecuencia explotó en su propio beneficio.» Del espionaje he hablado ya aquí en alguna ocasión. Ahora que los periódicos despliegan la invasión de espionajes a políticos y a naciones, el oficio de los espías, con sus métodos sofisticados, vuelve su mirada  hacia la Historia. Allen Dulles, antes de ser director general de la CIA, elogiaba ya al estratega Sun Tzu,

espionaje.- 456g.- el topo.- de Tomas Alfredson

cuyo «Arte de la guerra» fue escrito hacia el año 4oo antes de Jesucristo: «A él le corresponde – decía Dulles – el mérito de haber efectuado, no sólo el primer y valioso análisis de los métodos de espionaje, sino también las primeras recomendaciones escritas sobre la organización de un servicio de informaciones.» Gabriel Veraldi al analizar «La novela de espionaje»( Fondo de Cultura) evoca que Napoleón le decía a Schulmeister – al que llamaba «el espía del emperador y el emperador de los espías» -: «yo puedo darle todo el oro que usted quiera y también mi amistad, pero no puedo concederle la Legión de Honor.»  Y Boileau- Narcejac, en «La novela policial» (Paidos) nos recordaba hace ya

espionaje.- 6yuum.- la vida de los otros

tiempo que «el miedo que caracteriza a nuestro tiempo es un «gran miedo», un miedo colectivo, como el del Año Mil, el miedo a una guerra planetaria que podría destruir la humanidad (…) La época actual está determinada por la lucha de los servicios secretos. Todo el mundo lo sabe y todo el mundo lo ve. El público advierte muy bien que se le escapan los acontecimientos importantes, los que gobiernan realmente las decisiones políticas (…) El agente secreto no es un aventurero como por lo general se creía corrientemente, sino que debe formarse en escuelas especiales y aprender el espionaje como se aprende una profesión.»

Hoy quizá habría que añadir: el agente secreto ya no es el que nos espía a través del móvil sino el que ya vive desde hace tiempo dentro del móvil.

(Imágenes:- 1.- «El tercer hombre», de Carol Reed / 2.- «El topo», de de Tomas Alfredson/ 3.- «La vida de los otros», de Henchel von Donnersmarrch)

VIEJO MADRID (26) : VOCES DE LA PLAZA DE ORIENTE

Me detengo ante esta puerta del Palacio Real y oigo la voz de los historiadores: “Nacimientos, bautizos, bodas y muertes de Reyes y Príncipes, levantamiento contra los franceses; visita de Napoleón a su hermano el Rey José; restauración fernandina; baile de las Constituciones; camarillas, ecos de revueltas populares; una dinastía – la de Saboya – que dura dos años; Alfonso Xll, la Regencia; “turno pacífico” de partidos; guerras coloniales; crisis y componendas; Marruecos; guerra mundial; Dictadura…España entera ha vivido doscientos años pendiente de lo que en este Palacio hubo de decidirse». Es la voz pausada de Sánchez Cantón que marcha conmigo, que pasea conmigo, voz que va pisando luces y sombras, que contempla cerrados vemtanales.

«En la Nochebuena de 1734 – me sigue recordando la voz – se inició un incendio que destruyó el Alcazar de los Austrias. El 6 de abril de 1738 se puso la primera piedra del Palacio Nuevo. El 1 de diciembre de 1764 durmió en él por primera vez un Rey – Carlos lll -.El 14 de abril de 1931, al caer la tarde, salió de aquí, camino del destierro, Alfonso Xlll

Luego la voz da una vuelta conmigo por la esquina del tiempo y el tiempo me trae carruajes de memoria, explanadas antiguas, piedras venerables. Hay una palidez amarilla en el cielo de Madrid porque estamos ya en un febrero perpetuo, uno de esos febreros de fina lámina cubriendo tejados y columnas, ocultando casi la ciudad.


Camino luego siguiendo a esta otra voz que viene, y cuando ella se detiene ante las estatuas reconozco la voz de RAMÓN desde el fondo de  la greguería, inventando la historia de los Reyes: «Era un día de fiesta interior y los Reyes de la Plaza de Orienteme dice Gómez de la Serna – se habían puesto sobre su capa de piedra un manto de armiño que los borraba bajo la borrada tierra, todos reyes armiñados, todos nada, todos sólo lo que de inmortal tiene el corazón recóndito de España». Y sigue Ramón hablándome desde su novela «Las tres gracias«: «A la de Santiago sí bajaban varios días, porque era la de su barrio y los reyes de piedra se ponían alegres y a veces se prestaban a que les pasasen un alambre por el cuello para sostener las grandes bombillas de la fiesta» .

Verbenas, fiestas, silencios, el viento cubriendo febrero y la Plaza que nos abandona…

(Imágenes: 1 y 3.-Palacio Real y Plaza de Oriente.-febrero 2011.-fotos JJP/2.-Palacio Real en 1887.-.Archivo fotográfico de la Comunidad de Madrid.–donado por Santiago Saavedra)

ESTAMPAS DE TOLSTOI (2) : EL BOLSO DE ANA KARENINA

¿Qué contiene el bolso de Ana Karenina?, se pregunta con Nabokov la profesora Anna Caballé. A su vez el argentino Ricardo Piglia se interroga e intriga sobre la pequeña linterna que lleva en el tren la heroina de Tolstoi. Son  los reveladores detalles de los que ya hablamos en Mi Siglo tanto en la literatura, la pintura o el periodismo. El detalle preciso cuya importancia siempre la consideró decisiva Flannery O`Connor. «Abrió con sus manos pequeñas y ágiles el saquito rojo – se lee en el capítulo 29 de la primera parte de la novela rusa -, sacó un almohadón que se puso en las rodillas y, envolviéndose las piernas con la manta, se arrellanó cómodamente. Le pidió a Aniuska la linternita que sujetó en el brazo de la butaca y sacó de su bolso un cortapapeles y una novela inglesa».

Ana Karenina se dispone a leer. Y Ricardo Piglia en «El último lector» (Anagrama) se acerca hasta esa linterna que ilumina la realidad y la ensoñación de la lectura, la entrada en lo irreal y en la ilusión de un libro cuyas páginas alumbra esta mujer con su propia luz. Los detalles han hecho siempre viva la literatura y gracias a ellos casi se la puede tocar. Alexandra Tolstoi en Una vida de mi padre (Sudamericana) habla de que el gran novelista ruso necesitaba saber – para su Guerra y Paz – que Napoleón tenía manos cortas y gruesas, que durante la batalla de Borodino estuvo resfriado y que era mal jinete. Tenía también que saber que el general Kutuzov era hombre muy impresionable y que de vez en cuando le gustaba soltar palabrotas rusas, así como que le costaba mucho subir al caballo. De todo ello quiso documentarse Tolstoi al detalle, como igualmente se  fijó en la importancia de los apellidos de sus personajes: «Rostov» empezó llamándose «Prostov» en sus primeras versiones pero Tolstoi le quitó una letra ya que ese apellido le iba muy bien a la familia que había imaginado.

Entonces, ¿qué llevaba dentro de su bolso la heroina de Tolstoi? Anna Caballé en «El bolso de Ana Karenina» (Península) alude a lo que Nabokov comentaba en su Curso de Literatura Rusa (Bruguera) : «al fino pañuelo de batista que había servido para enjugar sus lágrimas antes de salir de casa de su hermano, hay que añdir – dice Caballéuna pequeña almohada para apoyar la cabeza, la redecilla que protegerá su peinado durante la noche, una novela inglesa con las páginas todavía por abrir y un abrecartas. ¿Es un inventario completo? La respuesta es imposible (ah, el misterio del bolso de las mujeres…), pero no parece que lo sea: cabe suponer también un pequeño recado de escribir (dada la frecuencia de las notas que se envían los personajes a lo largo de la novela), una linterna para poder leer sin molestar al resto de los viajeros, un  espejo de bolsillo y los indispensables artículos para la toilette de una dama«.

Estos son los detalles que se desperdigan, siempre precisos y muy desmenuzados, en toda la obra de Tolstoi. Detallles que él perfilaba, luego recomponía, después tachaba a lo largo de sus páginas de creación. Ilia Tolstoi, en «Tolstoi en la intimidad«(Futuro) cuenta cómo trabaja su padre cuando revisaba « Ana Karenina«: «en los márgenes aparecían primero los signos de corrección, la puntuación, las letras omitidas; después mi padre cambiaba palabras, luego frases enteras. Tachaba una línea, agregaba otra; las hojas de pruebas terminaban por estar abigarradas y, en ciertos lugares, quedaban tan negras, que no era posible volver a entregarlas en ese estado, puesto que nadie, salvo mamá podía descifrarlas. Mamá pasaba noches enteras recopiando esas correcciones. Por la mañana, las hojas cubiertas por su escritura fina y legible, estaban cuidadosamente plegadas sobre su escritorio esperando el momento en que «Liovochka» se levantara para enviar las pruebas al correo».

Ahí estaban, retocados y corregidos durante el día, vueltos a corregir y a retocar por la noche, esos detalles tan necesarios para describir la existencia: objetos ocultos en el fondo del bolso de Ana Karenina,  manos gruesas de Napoleón o palabrotas que soltaba el general Kutuzov al subir torpemente al caballo.

(pequeña evocación a los cien años de la muerte de Tolstoi: 1910-1010)

(Imágenes:-1.-Greta Garbo en el papel de Ana Karenina, película digida por Clarence Brown en 1953.-elpais.com/2.-Tolstoi arando.-por Repin.-wikipedia/3.-Troubetzkoy esculpe a Tolstoi el 23 de agosto de 1899.-Museo estatal de Tolstoi)

EL DETALLE EN EL PERIODISMO

«Cuando Gabriel García Márquez sale de de su casa de Bogotá, se desplaza en un Lancia Thema Turbo de 1992, un sedán personalizado, de tamaño medio, de color gris metalizado, con ventanillas a prueba de balas y chasis a prueba de bombas -contaba Jon Lee Anderson en The New Yorker en 1999 -. Lo conduce Don Chepe, un  fornido ex guerrillero que trabaja para García Márquez desde hace más de veinte años. Tras ellos, en otro vehículo, van algunos agentes del servicio secreto, a veces hasta seis. Un sedán de aspecto normal, a prueba de bombas y con un motor potente es un  coche seguro en un país en que todos los meses se secuestra a casi doscientas personas y se mata a más de dos mil». Esto que cuenta Anderson es el «toque humano» en el periodismo, la precisión en el dibujo de los detalles, aquello que el periodista confirma al comentar cómo va componiendo sus reportajes y perfiles: «Si algo se vuelve cotidiano, nos olvidamos de los detalles – dice -; mis anotaciones de los primeros días son las mejores; mi ojo es subjetivo; sin escenas no hay artículo; las escenas iluminan la pieza; si logras encontrar algo de humor para incluir en el perfil, eleva la pieza…».

Gracias a hacerse muy subjetivo el ojo del periodista y a observar siempre con gran atención, Anderson nos continúa relatando cómo en todas las casas donde García Márquez ha pasado largas temporadasCiudad de México, Cuernavaca, Barcelona, París, La Habana, Cartagena de Indias o Barranquilla -, el novelista colombiano posee el mismo modelo de ordenador Macintosh, que le permite trabajar donde quiera que esté: «por lo general – añade Anderson – se despierta a las cinco de la madrugada, lee un libro hasta las siete, se viste, lee la prensa, responde al correo electrónico y a eso de las diez, «pase lo que pase», está sentado a la mesa, escribiendo, donde permanece hasta las dos y media».

Narra todo ello Jon Lee Anderson en «El dictador, los demonios y otras crónicas» (Anagrama) y a través de ese libro  también conocemos – con motivo de la visita del periodista a la residencia del Rey de España en Madrid – que un poco más abajo del edificio, «discretamente empotrado en un monte de poca altura, hay un anexo para el personal, unido al Palacio por un  pasillo subterráneo, bordeado de vitrinas en las que se exponen maquetas de barcos, exquisitamente construidas, de la colección privada del rey». Como igualmente Anderson da noticia de que en el cesped de ese Palacio, delante de una de las salas de protocolo, hay una escultura en piedra marrón del artista Eduardo Chillida que parece un trono.

Es siempre el detalle, la observación del ojo subjetivo que todo periodista debe tener en el centro de su atención para intentar luego ser lo más objetivo posible en el conjunto. Siempre es el detalle el que capta el interés del lector. Sobre el detalle y su importancia he hablado alguna vez en Mi Siglo. En el campo de la literatura aparece también el detalle en el singular ejemplo de Marcel Schwob con sus «Vidas imaginarias» (Barral) en las que – como recuerda Borges al prologarlas «(Biblioteca personal«) (Alianza)  -«los protagonistas son reales; los hechos pueden ser fabulosos y no pocas veces fantásticos. El sabor peculiar de este volumen está en ese vaivén», comenta BorgesY aSchwob, en esas «Vidas imaginarias» nos dice que «el día de Waterloo Napoleón estaba enfermo (…), que Alejandro andaba ebrio cuando mató a Klitos, que la fístula de Luis XlV pudo influir en alguna de sus decisiones (…), que Diógenes Laercio nos enseña que Aristóteles llevaba sobre el estómago un odre de aceite caliente (…), que Aubrey, en las «Vidas de las personas eminentes«, nos confiesa que Milton «pronunciaba la r muy dura», que a Erasmo «no le gustaba el pescado, aunque había nacido en una ciudad de pescadores», y que en cuanto a Bacon, «ninguno de sus servidores habría osado presentarse ante él con botas que no fueran de cuero de España, pues sentía al instante el olor del cuero de becerro y le resultaba muy desagradable».

El detalle. Siempre la atención al detalle en la fabulación o en la realidad. El detalle nos revela la atmósfera o nos retrata al individuo.

 Hoy.  O – como en el caso de Schwob – hace más de un siglo.

(Imágenes:- 1. Kikmet Karabulut.-Lebriz.com.-Estambul.- Turquía.-artnet/ 2.-Othman Moussa.- 2008.-Ayyman Gallery.-Damasco.-Dubai.-United Arab Emirates.-Beirut.-artnet)

ESTAMPAS DE LA PUERTA DEL SOL

Puerta del Sol.-A

Estos días que ha vuelto a levantarse una vez más  la estampa de la madrileña Puerta del Sol hasta horadar su vientre y abrir así nuevas y modernas galerías de comunicaciones futuras,  su historia  parece como si nos hablara desde el tiempo, murmurando desde sus cimientos y edificios, como así lo hacen muchas veces a los hombres las grandes ciudades.

Murmullos de la Puerta del Sol en guerra:

 Corpus Barga, el 1 de mayo de 1937, en «El mono azul» cuenta que «ya no transitan por su asfalto los coches que iban a Palacio, al Palacio Real o al Palacio Nacional; ni pasan por sus aceras las señoritas del barrio de Salamanca, que iban a San Ginés o a San Luis, o a comprar el postre a la calle Mayor, a la pastelería del Riojano. (…) Se han llevado también a los paletos, a los famosos paletos de la Puerta del Sol. Sigue habiendo ahora, más que nunca, boinas y pantalones de pana; pero los paletos no son ya paletos, son evacuados de guerra. Bajo el bombardeo, la Puerta del Sol ha quedado en poder de los vendedores ambulantes. Siempre han tenido algo de cantineros los vendedores de mechas, de cortaplumas y de anillos para los paraguas. Siempre han sido, naturalmente, vendedores de circunstancias. Ahora las circunstancias les han convertido en un verdadero ejèrcito. El ejército de Mercurio, que sigue siempre al de Marte.Puerta del Sol.-B

Allí encuentra el soldado la insignia – sigue Barga -, el pañuelo, el botón, el alfiler, la sortija, la fotografía que le hace falta. Sobre todo, el frasco de agua de colonia. La guerra huele mal: a todos los soldados de todos los tiempos les ha gustado perfumarse. Napoléon, perdido en las estepas de Rusia, se daba fricciones de agua de colonia todas las mañanas. En la Puerta del Sol abundan los puestos de perfumería.

Alguno de estos puestos anuncia terminantemente: «No hay jabón«. Es para que le dejen en paz los clientes civiles. Se trata de un puesto de guerra. El soldado no va a la retaguardia a comprar jabón; lo tiene en el frente. Lo que no tiene en el frente, lo que el soldado busca en la retaguardia no es lo que necesita, sino lo que se le ocurre. El mercadillo de la retaguardia de un ejército es la feria de la fantasía» («Paseos por Madrid») (Alianza)Puerta del Sol.-1970.-E Murmullos de la Puerta del Sol en paz:

En «La Mallorquina«, el tradicional local tan conocido, se puso al principio un despacho de pasteles, fiambres y botellas, con un saloncito interior para que en él las gentes se sentasen en sillas en torno a unas mesas y tomaran té, café, chocolate a la francesa y a la española, cerveza, vinos, pasteles variados, nunca mariscos ni caldo como el famoso de Lhardy. «Sus camareros- recuerda Aráujo-Costa -iban  correctamente vestidos de frac y hablaban francés. Los helados se servían no en copa y con copete, a la manera de los cafés, sino en unos platillos de cristal, que eran como conchas, colocados en un plato corriente de postre y con un bollito muy mallorquín, hecho de mantequilla y hojaldre. Para estos helados se usaban unas cucharillas en forma de palas, más cómodas y elegantes que las clásicas de los cafés, aovadas y ya vulgares a base de ser vistas. Y allí en «La Mallorquina» tomaban a veces su refrigerio de media tarde nada menos que don Francisco Silvela y don Raimundo Fernández Villaverde, ambos muy enlevitados, muy enchisterados, muy en su porte de ex ministros y ex presidentes del Consejo».

Puerta del Sol en paz, Puerta del Sol en guerra. Los murmullos de los edificios y de las calles cuentan siempre su historia, ahora más que nunca, cuando nuevamente han horadado su vientre en servicio de la comodidad y la velocidad.

(Imágenes:- 1.-Puerta del Sol en 1930/ 2.-Puerta del Sol antes de 1857/ 3.-Puerta del Sol en 197o)

ESPIONAJES

detectives.-7«El periodismo de investigación y el ethos, ahora universal, del cotilleo – escribió Georges Steiner en The New Yorker – inundan los quioscos de prensa con información de alta seguridad. Hay revistas populares que contienen diagramas de cómo montar una bomba nuclear. ¿Hay algo genuinamente nuevo o decisivo entre las cosas que los espías venden a sus clientes? ¿Necesitó Josué cuatro ojos encubiertos para enterarse de que Jericó tenía murallas y de que sus moradores no acogieran favorablemente la invasión? Puede que toda la industria del espionaje se haya convertido en un juego fatuo, en una rayuela homicida dentro de una casa de espejos».

Eso escribía el ensayistaGeorges Steiner en The New Yorker».-(Siruela) y lo hacía en 1978. Desde entonces a aquí el espionaje ha variado mucho, pero la historia del espionaje se remonta siglos atrás y algunos apuntes los he querido comentar en un reciente artículo

detectives.-13

«Fouché, jefe de policía de Napoleón, supo organizar muy hábilmente a sus espías y los tratados sobre técnicas de espionaje tienen en Oriente un volumen célebre, el “Ping Fa”( de 510 años antes de Cristo), escrito por Sun-tzú, que fue lectura obligatoria de los agentes chinos y que durante la Segunda Guerra Mundial se distribuyó entre los miembros de la Fuerza Aérea británica en Ceilán. En China también podemos encontrar el “San Kuo”, de Lo Kuanchung, (1260-1341), novela que se dice era consultada por Mao Tse-tung y por las guerrillas del Vietcong.detectives.-8

 

El espionaje siempre ha ido tras las evoluciones de los tiempos. Hoy día se espía industrialmente con aparatos diminutos los aciertos decorativos de ciertos escaparates o se sigue el rastro que van dejando en Internet las pisadas que las yemas de los dedos realizan al avanzar por los buscadores. Todo se espía. El Gran Estado espía desde el vientre de su maquinaria de impuestos, las ciudades lo hacen desde las fachadas de las calles y plazas por donde caminan los viandantes y John Le Carré culmina su obra más reciente con otra historia en la que se mezclan refugiados musulmanes, adolescentes chechenos, servicios secretos alemanes, ingleses y norteamericanos, todo ello en el marco de una nueva guerra fría entre el terrorismo fundamentalista y las defensas de Occidente con la batería de sus aparatos de contraespionaje.

Aunque sobre gustos es imposible opinar, los nombres en el mapa literario del espionaje son numerosos. Brillan quizá especialmente cuatro, ya clásicos por sus obras: Conrad, Somerset Maugham, Ambler y Graham Greene. Naturalmente hay muchos más y algunos de ellos muy destacados. El primero con novelas célebres, como “El agente secreto”, la gran narración de un suceso anarquista en el centro de Londres. Para Conrad espiar no es un fin sino un medio. El fin, para Conrad, es la naturaleza absolutamente vil de la revolución, donde los espías tienen un repulsivo papel. En el caso de Somerset Maugham, sus relatos estaban basados en las experiencias del autor como oficial de inteligencia y se ha dicho que la postura moralmente neutral de Maugham sentó las bases sobre las que trabajaría Ambler y mucho más tarde John Le Carré, mientras que la frialdad de uno de los personajes de Maugham frente al asesinato sería adoptada y adaptada por Ian Fleming para su “James Bond

Y precisamente Steiner habla en su comentario de «El factor humano» de Graham Greene.detectives.-3

                                                                                                       Graham Greene, preguntado sobre Le Carré, contestó en una ocasión hace ya años: “Es mucho más joven que yo y, en consecuencia, su experiencia política me parece mucho más limitada que la mía. En una entrevista por la radio decía que yo era demasiado simple, si no ingenuo, para entrar en los terrenos de la política, y que había quedado anclado en la problemática de los años treinta”. Ello quizá era cierto, pero la calidad de las historias las enriquece el tiempo. Los tiempos han cambiado. Ahora acaso el espía está tan cerca de nosotros que nos observa desde dentro del ordenador. Si salimos a la calle es un espía distinto el que nos sigue sin apenas darnos cuenta. Resuenan unos pasos que nunca habíamos oído y que jamás volveremos a oír  porque los pasos cambian y las suelas de quienes nos espían se van adaptando a los problemas de cada siglo y la astucia del espiar se basa en que nadie nos descubra que nunca somos nosotros los espiados sino que nosotros somos los que espiamos siempre».