SCHUBERTIANA

» En la oscuridad de la noche en un lugar en las afueras de New York, un punto de observación desde donde se puede, con una sola mirada, abarcar ocho millones de hogares humanos.

La enorme ciudad a lo lejos es un montículo vibrante, una galaxia espiral vista desde el costado.

Dentro de la galaxia se deslizan las tazas de café sobre la barra, las vitrinas mendigan a los que pasan, una maraña de zapatos que no deja huella alguna.

Las escaleras de incendio que trepan, las puertas de ascensor que se unen resbalando, tras las puertas con cerradura de seguridad, un continuo diluvio de voces.

Cuerpos caídos duermen a medias en los vagones del metro, las catacumbas que se cruzan a toda velocidad.

También sé – sin ninguna estadística – que ahora mismo alguien toca a Schubert en alguna habitación a lo lejos y que, para alguno, esos tonos son más reales que los demás.

Las cuatro cuerdas tocan. Voy a casa atravesando tibios bosques, con la tierra, elástica debajo de mí,

me acurruco como un recién nacido, me duermo, ruedo ingrávido hacia el futuro, siento de pronto que las plantas tienen pensamientos.

Nos apretamos frente al piano y tocamos a cuatro manos en Fa menor; dos cocheros en el mismo carruaje, resulta un poco ridículo.

Las manos parecen cambiar de sitio objetos tintineantes de acá para allá, como si tocásemos los contrapesos,

en un intento de afectar el terrible equilibro de la balanza: alegría y sufrimiento pesan exactamente igual.

Annie dijo: «esta música es tan heroica», y es verdad.

Pero el que navega envidiando a los hombres de acción, esos que en el fondo se desprecian a sí mismos porque no son asesinos,

ellos no se reconocen aquí.

Y los tantos que compran y venden personas y creen que todos son comprables, ellos no se reconocen aquí.

No es su música. La larga melodía que es ella misma en todas las transformaciones, por momentos brillante y débil, por momentos opaca y fuerte, huella de caracol y cable de acero.

El terco canturreo que nos acompaña hasta aquí

saliendo

de las profundidades».

Tomas Tranströmer:- fragmentos de «Schubertiana» , de «La barrera de la verdad» (1978)

(En el día en que Tomas Tranströmer recibe el Premio Nobel de Literatura)

(Imágenes:- 1.-Toscanini al piano, con 87 años.- Milán 1954.-iicchicago. esteri.it/2.-Nueva York 1960.-foto Nick  DeWolf.-lainformacion. es/3.-Edvard Grieg al piano.-ballade.no/ 4.-Nueva York 1966.-Arthur el Tress.- contemporaryworks)

2 comentarios en “SCHUBERTIANA

  1. Muchas gracias por estas hermosas palabras, imágenes y notas.
    Para Tranströmer el mundo y la poesía son inconcebibles sin la música, que lo atraviesa todo. Me gusta especialmente ese pasaje en que advierte, además, que en ese profundo poder de la música no pueden reconocerse los que desprecian la vida, los que confunden valor y precio.
    Saludos

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