“Conmigo está mi dueño,
leyendo su lectura silenciosa.
Mi dueño es muy pequeño,
mas tiene voz de rosa
cuando del alma el canto le rebosa.
Leyendo está mi amigo,
y yo con él, penando, vivo y muero.
“A solas, sin testigo”,
así es como le quiero,
hablándome un sentido muy de vero.
Con este frailecico,
el alma se recoge y empavesa;
¡qué importa si es tan chico,
si el alma es la que besa
y amigos son sus labios de Teresa!
Con ella, y con su voce,
no quiero otro coloquio, por ventura.
En ella está mi goce;
con ella, la Hermosura
de amor me da la fiebre y calentura.
Que si ella es, castellana
de Dios, lo que del mundo yo más quiero,
él tiene una fontana
tan rica de venero,
que en ella me adolezco y peno y muero.
Por ella yo quisiera
dormirme entre los brazos del Esposo,
muriendo de manera
tan alta, y silencioso,
que abriérame este pecho que reboso”.
Blas de Otero: “Cántico espiritual”.-1942
(Imagen: retrato de Juan de La Cruz)