“Es la misma literatura rusa– recordaba Angelo Maria Ripellino, al que alguna vez cité en Mi Siglo – con sus cumbres tempestuossas, con su continuo apostar sobre las últimas cosas del hombre, con su propensión a mudar el amor en fuego y tormenta, sus despiadadas artiméticas, su repudio de las pequeñas arcadias y su afecto por toda criatura maltratada y temerosa, la que impide que se pierda, al estudiarla, en fríos análisis y ejercicios de bravura sin alma“.
Ahora Rusia vuelve a mí en las palabras de un corresponsal en Moscú, alumno mío hace años y hoy brillante periodista. Es muy satisfactorio oirle hablar de Tolstói con amoroso conocimiento y en abanico de anécdotas y valoraciones amplias. Vive Daniel Utrilla desde hace once años en Rusia y muy probablemente allí se quedará. Rusia le ha atrapado. “El hombre tiene sed de belleza – recordaba Dostoievski – y tal vez sea en esto donde se encuentra el más grande misterio de la creación artística, en que la imagen de su belleza que brota de sus manos se convierte inmediatamente en un ídolo incondicionalmente”.
Tolstói o Dostoievski, comparaba Steiner.
Tolstói y Dostoievski puede completarse.
Para un profesor, escuchar en el tiempo las capacidades desplegadas de un antiguo alumno amigo aporta siempre una satisfacción honda.
(Imagen: programa “Las Noches Blancas” del 8 del 11 de 2010.- entrevista a Daniel Utrilla (segunda parte)
Pena de Sánchez Dragó…Estropea la estética del post…
Celebro que te alegre el éxito de un alumno. Es la gran recompensa de los buenos profesores. Mejor que la económica, muy pobre en España, por desgracia. LOPEZ BERENGUER
Yo me quedo con Dostoievski, aunque, por supuesto, no le hago ascos a Tolstói.