VIEJO MADRID, 2009 (3)

calle del Codo.-A

Calle del Codo del viejo Madrid por donde ahora entramos. Va la sombra y la luz desde la Plaza de la Villa a la del Conde de Miranda, y Pedro de Répide recuerda que toma su nombre de la configuración especial de esta calle, que rodea la famosa casa de los Lujanes. El codo hace que la luz se doble y que la sombra estire el brazo para alcanzar la soledad. Vamos sobre la soledad misma, el silencio camina tras nosotros, el silencio nos precede.

calle del Codo.-2

El silencio se llena ahora de sombras. Este es el Madrid de agosto,  fachadas y verjas recogen la luz. Baroja escribió de Madrid: «La Corte es ciudad de contrastes: presenta luz fuerte al lado de sombra oscura; la vida refinada, casi europea, en el centro; vida africana, de aduar, en los suburbios«. Esto, sin embargo, no es suburbio; en torno a estas calles nació la ciudad. El gran cronista de Madrid que fue Répide, en su «Madrid a vista de pájaro el año 1873«, dobla con su prosa esta esquina de la calle del Codo y nos cuenta de la Torre de los Lujanes que «en el siglo XVll esta casa pertenecía al regidor don Gonzalo de Ocaña y a su esposa doña Teresa de Alarcón, parienta muy próxima de don Hernando de Alarcón, que fue quien trajo a esta villa al prisionero rey de Francia, Francisco l. Pero no tiene realidad ninguna – sigue diciendo Répidela tradición de que este monarca padeciese prisión en la torre de los Lujanes. Su venida a Madrid fue una continua sucesión de fiestas con que se le obsequiaba en el tránsto, y en la Casa de los Lujanes lo que hizo fue detenerse para recibir el agasajo que allí se le tenía dispuesto por ser la mansión donde en esta villa podía hacer los honores don Hernando de Alarcón a su custodiado, quien desde la vivienda de don Gonzalo de Ocaña pasó al alcázar que se le había señalado como cárcel, harto benigna, como harto suave fue el cautiverio a que se le sometió con una caballerosidad no muy bien correspondida por aquel rey que por tan caballero se tenía«.

Doblamos el codo de la Historia y procuramos caminar hacia la luz.

(Imágenes.- Madrid, agosto 2009.- 1 y 2:  calle del Codo.-fotos JJP)

VERANO 2009 (13) : RAFAEL ALBERTI

mar.-3710.-por Chip Hooper.-Weston Gllery.-photografie.-artnet

«Tal vez, oh mar, mi voz ya esté cansada

y le empiece a faltar aquella transparencia,

aquel arranque igual al tuyo, aquello

que era tan parecido a tu oleaje.

 

Han pasado los años por mí, sus duras olas

han mordido la piedra de mi vida,

y al viento de este ocaso playero ya la miro

doblándose en las húmedas arenas.

 

Tú, no; tú sigues joven, con esa voz de siempre

y esos ojos azules renovados

que ven hundirse, insomnes, las edades».

Rafael Alberti: «Tal vez, oh mar…»Poemas de Punta del Este«) (1956)

(Imagen.-foto de Chip Hooper.-Weston Gallery Inc- Carmel.-USA.-artnet)

VIEJO MADRID, 2009 (2)

Caaballo de Plaza de Oriente

Cuando avanzo en mis paseos por la Plaza de Oriente unos pajarillos penetran volando en el vientre del gran caballo montado por Felipe lV y encuentran rápidamente la muerte. Se ahogan en las dieciocho mil libras de bronce que pesa la estatua. No sé si eso es así, pero debiera serlo si se cree lo que cuenta Hartzenbusch en una de  sus Fábulas.

«Niños que, de seis a once,

jugáis en torno a la fuente

del gran caballo de bronce

que hay en la Plaza de Oriente»

Doy y doy vueltas al caballo. O el caballo me da vueltas a mí. Estuvo este caballo cerca de dos siglos entre los árboles del Buen Retiro. Copiado de un lienzo de Velázquez, el escultor italiano Pedro Tacca resolvió el problema del equilibro – cuenta Emilio Carrere – de acuerdo con Galileo Galilei. Quedó expuesta esta estatua en el estudio del artista y toda Florencia acudió a admirarla. Pero los pajarillos ahora me distraen. Siguen sobrevolando la muerte y la vida y en esta mañana de agosto vienen y van entre el suelo y el cielo, acuden a las llamadas del aire límpido y picotean migas invisibles.

Café de Oriente.-1

Entonces me siento en el Café de Oriente, en la realidad de esta mañana. Contemplo frente a mí el Palacio Real y veo en mi memoria los movimientos de aquel gran Baile de Palacio que describí en mi novela Lágrimas negras, páginas de surrealismo evocador:

Palacio Real.-A

«Abrió el Baile doña Trigidia, la flamante esposa del flamante nuevo ministro de Asuntos Exteriores, vestida con un traje largo de color granate y collar de brillantes, que evolucionó en los brazos de su marido en un vals a tres tiempos, con dos compases para seis pasos y un tiempo para cada paso. Salió del Comedor de gala, entró bailando en la Sala Amarilla, pasó a la Sala de Porcelana y se perdió en el Salón de Carlos lll. Inmediatamente después, doña Venecia, esposa del titular de Defensa, arrancó con su pie derecho hacia adelante y alzando su talón izquierdo, con la punta del pie derecho tocando el piso y trazando un cuarto de vuelta con su pie izquierdo, con su traje largo de terciopelo negro y conducida admirablemente por su marido, llegó con el vals hasta el Salón de Carlos lll, evolucionó lo que pudo en la estrecha estancia llamada Tranvía, se desplazó hasta el Salón de Gasparini, entró en la Antecámara de Gasparini, cruzó la Saleta de Gasparini y alcanzó brillantemente el Salón de Columnas. Le siguió con un traje verde de encaje doña Erasma, en brazos del nuevo titular del Aire, vestido de uniforme de gala, y los dos juntos dieron tres pasos de vals, luego una media vuelta, otros tres pasos más y una vuelta completa, cruzándose con doña Pomposa, llevada por el ministro de Marina, ella vestida con un traje negro estampado de flores, que pasó rozando a doña Acibella, de traje amarillo bordado, guiada por su marido, el nuevo titular de Educación, que cambió un saludo con doña Redenta, esposa del minstro de Obras Públicas, vestida de rosa estampado ella y él de frac con condecoraciones y que ya venían de vuelta de la Sala de Alabarderos, del Salón de Columnas y de la Sala de Gasparini. Todas las parejas se entremezclaron, destacando dos hermanas, Melchora y Gaspara, una en brazos del titular de Comercio y otra bailando con el titular de Industria – una con traje largo de terciopelo verde y otra de gasa marrón – que pasaron al lado de doña Eutropía, de gasa negro y conducida por el ministro de Agricultura, en el momento en que doña Centola, consorte del de Vivienda, se deslizaba junto a doña Raída, de beige grisáceo, alejándose hacia la Sala de Porcelana guiada por el ministro de Economía y viniendo desde la Sala Amarilla doña Domitila, con un traje marrón de terciopelo, llevada en flexibles arabescos po el titular de Información».

Palacio Real.-2

Así contemplo desde el Café de Oriente el Palacio Real. La realidad de la mañana me lleva hasta aquel baile irreal.

(Imágenes.- Madrid, agosto 2009.-: 1-Plaza de Oriente.- 2.-Café de Oriente.-/3.- Palacio Real.-fotos JJP)

VERANO 2009 (12) : DÁMASO ALONSO

azul.-verde.-1.-por Nagesh Sharma.-India 2008.-Aicon Gallery.-New York.-Palo Alto.-London.-artnet

VERDE

«Consérvame los verdes

con que el agua se expresa en tanto amor (follaje)

sobre la tierra (pradizales, choperillas,

en giro, desde el tren). Consérvales sus verdes,

su antiguo halago a este planeta en que yo vivo,

tan calcinado y triste».

azul.-798O.-por Patricija Brekte.-Antonija .-Riga.-Latria,.Russistler. Kunstleler.-artnet

AZUL

«Azules que te velen, en el mar, en el cielo,

tu inocencia, extendida entre el aire y las aguas,

la siesta de ese sueño con que soñaste el mundo.

Prolónganos el lento azul de tu soñar»

Dámaso Alonso: «Oración por los colores» («Gozos de la vista«) (1981)

(Imágenes.-1.-Nagesh Sharma.-2008.-India.-Aicon Gallery.-New York.-Palo Alto.-Londres.-artnet/ 2.-Patricija Brekte.- Galerie Antonija.-Riga.-artnet)

VIEJO MADRID, 2009 (1)

Plaza de Guardias de Corps.-2

La cámara va conmigo. Los ojos de la cámara son mis ojos. Aquí me detengo un momento, en la Plaza de Guardias de Corps, la plaza que va de la calle del Limón a la del Conde Duque. Pedro de Répide, en sus «Calles de Madrid«, cuenta cómo antes se llamó Travesía de Guardias de Corps, «por estar junto al cuartel donde se hospedaba aquella escolta de las reales personas, y era una corta y estrecha vía, continuación de la calle del Cristo«.

Travesía del Conde Duque

Agosto deja en Madrid estos descubrimientos solitarios, plagados de leyendas, cantados por cronistas. Cuando llego – un poco más abajo – a la Travesía del Conde-Duque, evoco con Répide que aquí estaba la plazuela del Gato. «En esta plazuela vivía una famosa aleluyera, a donde los días del Corpus y de la Minerva, iban los chicos y los grandes a proveerse de los pliegos de aleluyas, que, recortadas, habían de caer revoloteando sobre la procesión. Y el nombre del Gato nacía de que en el bosque de Amaniel, que ahí llegaba, había sido cazado un gran gato montés, de cuya piel fueron hechas unas botas que el cardenal Cisneros regaló al Gran Capitán, y que, según decían los bien enterados, eran exactamente iguales a las que llevaba Carlomagno en sus expediciones guerreras. Pero tales botas tenían un inconveniente gravísimo, como era el que todos los gatos que las olían acudían muy luego a hacer aguas en ellas, con notorio menosprecio de la alta calidad de don Gonzalo de Córdoba, quien, justamente molesto, se deshizo de botas tan especiales y se apresuró a vendérselas a un mercader francés, que, acaso las contemplara satisfecho«.

Casa de Alejandro Sawa.-Conde Duque 7

La cámara desciende Conde Duque abajo y yo con ella. En el número 7 de esta calle, sobre un pequeño portal, aparece la blanca placa del recuerdo de Alejandro Sawa, que aquí vivió. Aquel Sawa del que tomó Valle- Inclán inspiración para su Max Estrellahiperbólico andaluz, poeta de odas y madrigales«, dijo Valle – en «Luces de bohemia«.  De «Alejandro Sawa, muerto, ciego y loco, en 1909«, Zamora Vicente dice que es la contrafigura de Max Estrella.  También añade: «Yo quiero ver en Don Latino al propio Sawa. Es un desdoblamiento de la personalidad. Lo que Sawa habría hecho en el envés de su cara noble y avasalladora. El otro Sawa. El que, lejos de la sabiduría verlainiana, engaña a quien puede y vive del sablazo ocasional». «Pero Valle-Inclánagregó igualmente Gonzalo Sobejano -, puso algo, bastante de sí mismo en Max Estrella, porque también él vivió una bohemia heroica y hubo de sufrir – o eludir a tiempo – ciertas experiencias de su personaje». 

caminobreve en Plaza de España

Luego cruza mi cámara la Gran Vía a la altura de la Plaza de España. Agosto, a estas primeras horas de la mañana, me lleva en soledad al sendero de árboles que camina hacia la calle de Bailén. Este agosto ha sido cantado por los grandes cronistas. «El Madrid estival, pobretón – escribía Emiliano Ramírez -Ángel en su «Madrid sentimental» en 1907 -, que ama los claveles y las polkas, y los pinares de la Moncloa, y las mañanitas del Retiro, y se estremece con «el crimen de esta tarde», y se interesa por el «se continuará» del folletín, y sueña ya con el bulevar novísimo proyectado por Aguilera, y no ha visto nunca el mar, y colecciona postales, y llora cuando el novio falta dos noches, y reza cuando truena, y alguna vez va a los toros, y nunca se mete entre sábanas sin dedicar una plegaria de amor y súplica a su «San Antonio«, y se envuelve en mantones de Manila para bullir en las verbenas, y ríe por nada, y se hermosea con poco, y es sencillo, y es humilde, y es crédulo y es inofensivo…ese Madrid femenino, risueño, grácil, lastre de muchas almas hombrunas y perversión de muchas almas yertas, rebulle ya por las calles, en busca de los bulevares, de las glorietas, de los paseos donde haya reposo y frescura«.

Por estos paseos ando yo. Paseos de hace un siglo y de hoy mismo, Madrid de 2009, de 1909, de 1907. Los árboles me llevan hacia la calle de Bailén y yo voy con ellos pensando ya en el paseo que daré otro día.

(Imágenes: Madrid:agosto 2009.-1.-Plaza de los Guardias de Corps./2.-Travesía del Conde Duque/3.-calle del Conde Duque, número 7/ 4.-pequeña avenida de árboles en la Plaza de España, camino de la calle de Bailén.-fotos JJP)

VERANO 2009 (11) : EMILIO PRADOS

agua.-KKJ.-por Bety Weis.-2005.-artnet

   l

«¿Es toda el agua del mar,

el reflejo que, hoy, la luna

en ella clavando está?

 

(Salta un pez…

…se arruga el agua…)

 

¿Es toda el agua del mar

la blanca flor de la espuma?

 

(Todo el mar es soledad)

 

ll

Negro está el cielo y el mar

en cada esquina un lucero

y, en medio, un ancho puñal

clavado sobre su pecho.

 

(¿Clavado?…

      ¿Pero en qué cuerpo?

¡En el que nunca tendrá!»

Emilio Prados: «El misterio del agua» (1926-1927)

(Imagen:-Betsy Weiss.-2005.-artnet)

CABALLOS AL ATARDECER

Pirineo.-2.-Vall Fosca.-caballos salvajes.-valledeayoracofrentes

«Fue en uno de esos atardeceres cuando Daniel subió hasta la altura del valle. Pacían entre la arboleda jóvenes caballos: estiraban las cabezas, y sus figuras empezaban y acababan en dos flecos colgantes: era un pelo que lo rozaba todo pausadamente y que acompañaba al movimiento elástico de las patas blancas en los animales marrones, de las patas negras en los potros oscuros.

Pasaron por la carretera camiones cargados de madera; su ronquido agonizaba en cada cuesta, cesaba un segundo, tornaba luego a aparecer. Ahora, desde la altura, Daniel veía «El Cabañal» al fondo, con su techo de zinc, y más alla aún podía distinguir el pueblo echado sobre un verde que las nubes de lluvia parecían cubrir de una densa humareda. «Sí, ciertamente han pasado muchas cosas en poco tiempo», se dijo de repente casi febril. Abarcaba con la mirada las laderas violáceas y seguía el cruzarse de unas rayas rápidas y negras: pájaros que volaban hacia la laguna. Era aquel un horizonte de inmensidad y a Daniel casi no se le veía entre los árboles: así era de diminuto. Pero le agradaba ser testigo de aquel gran orden, el orden del campo, con sus leyes y con la maravillosa exactitud de la relojería de la naturaleza. Empezaba poco a poco a oscurecer. Como en un cuerpo humano, todos sus gestos -en las hojas, en la humedad, en los primeros hielos -, se iban marcando quisiera o no la tierra, señalándose por encima de todas las cosas. Era el ciclo del año, como en cada jornada esa tierra misma era obligada a aceptar otro ciclo pequeño: el cerrarse bajo esta noche que caía, para abrirse de nuevo en la mañana.

Fue Daniel descendiendo lentamente. Venía ahora un suave viento que lo atravesaba todo, un viento que no podía notarse. Bajando de aquellas cumbres, envuelto en sombras, se iban acercando a él las luces de «El Cabañal» y sentía que algo grande, sobre el valle, estaba escrito. Una escritura marcada de un solo trazo.

Entró luego en la finca. Estaba el fuego encendido en el vacío comedor. La chimenea iluminaba el hogar en circunferencia.

Fue entonces, sentándose ante el fuego y tomando el papel, cuando llevó a cabo aquella idea de contarlo todo que acababa de tener entre los árboles».

José Julio Perlado: «El viento que atraviesa«.-(Richard Grandío.-Oviedo, 1968)

6 DE AGOSTO DE 1945

llorar.-446k.-por Nuri Iyem.-Lebriz.com.-Estambul.-Vorderer Orient.-artnet

«La hora era temprana; la mañana tibia, apacible y hermosa. Por los ventanales abiertos que dan al sur contemplé distraido el agradable contraste que ofrecían las sombras de mi jardín con el brillo del follaje, tocado por el sol desde un cielo sin nubes.

Yo estaba en paños menores, tendido cuan largo era en el piso de la sala, exhausto después de pasar la noche en vela en el hospital, cumpliendo mis funciones de guardian antiaéreo.

De pronto un resplandor intenso me volvió a la realidad. Las sombras del jardín se desvanecieron. A través de los remolinos de polvo pude apenas distinguir el pilar de madera que sostenía una esquina de mi casa: se estaba inclinando y el techo oscilaba peligrosamente.

Me miré. Tenía todo el lado derecho del cuerpo cubierto de cortes pequeños y lastimaduras, de los que manaba sangre en abundancia. En el cuello se me había incrustado un trozo grande de vidrio que retiré y con la indiferencia de quien sigue bajo los efectos de una impresión desusadamente fuerte concentré toda mi atención en esa herida y en mi mano ensangrentada.

¿Dónde estaría mi mujer?

(…)

Nada quedaba en la ciudad, excepto un puñado de edificios de hormigón armado. En una extensión de muchas hectáreas la ciudad muy bien habría pasado por desierto de no ser por los montones dispersos de ladrillos y tejas..»

Doctor Michihiko Hachiya: «Diario de Hiroshima» (Emecé editores)

(Evocación desde otro 6 de agosto de aquella barbarie)

(Imagen: Nuri Iyem.-Lebriz.com.-Estambul.-artnet)

VERANO 2009 (10) : JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

montaña.-1188.-por Tchah-Sup Kim.-2002.-Art Projets International.-Vorder Orient.-artnet

«La tormenta está encima. ¡Qué tarde! Se ha perdido

la noción de las cosas. Un relámpago. Un trueno…

Las montañas retumban; y las blancas farolas

mojan, bajo la lluvia, su tedio amarillento.

 

¡Otra estación! El cielo va a deshacerse en agua.

Y, desde el diván gris, tras los cristales ciegos,

se ven praderas vagas y pueblos diminutos

que tienen una torre y un verde cementerio.

 

¡Laruns! Al fin! Las puertas son cruces de cal, muestran

húmedos interiores en sombra y en silencio;

y, en el landó forrado de viejo raso malva,

el corazón, saltón, va preparando un beso».

Juan Ramón Jiménez: (Anochecer en los Pirineos)

(Imagen: montaña.-por Tchah – Sup Kim.-2002.-Art Projects International.-New York.-artnet)

RECUERDO DE MI PADRE (y 3)

mujer.-7755k.-foto por Patrick de Warren.-2000.-Sous les etoiles gallery.-New York.-photografie artnet«Y luego estaban mis platos, papá. Te invité a comer muchos días, te invité a mi célebre cocina. Mi célebre cocina tan llena de ensaladas. Mi ensalada fría de pollo. Mi ensalada con salsa de yogur. Mi ensalada tibia de rape. La ensalada de espinacas y salmón. Yo te esperaba a veces poniendo cogollos de lechugas en la soledad del plato, oía música y cantaba. Entonces iba echando mi querida vinagreta despacio sobre los recuerdos, los iba rociando con ella, escuchaba al fondo la voz de Sinatra desde Nueva York, aquella voz que te gustaba tanto, la voz, LA VOZ, aquel New York NEW YORK que tú tarareabas por el pasillo mientras yo iba poniendo los platos encima de la mesa, mientras tú escogías el vino blanco. Entonces yo escurría bien la vinagreta tal como me había enseñado mamá, mi padre me miraba de reojo sentado en una silla de la cocina, lo dos oíamos a Sinatra desde Nueva York, Sinatra nos cantaba, seguía los pasos Sinatra de mi increíble ensalada de cogollos de lechuga desde el mismísimo New York NEW YORK!, ¿te acuerdas papá? Pones medio cogollo en cada plato, rocías bien, hija, con crema líquida fresca (¿me perdonas un momento, papá?, tengo que abrir la nevera). Extendía la crema. ¿Te apetece un poco de mostaza y avellanas tostadas? ¿Y anchoas? ¡Sí, que a tí te gustan mucho las anchoas! Nos sentábamos ante mi ensalada, nos sentábamos ante tu vino blanco. Tú me conocías muy bien. Mi padre me conoce muy bien. La vida está llena de menudencias, de avellanas picadas y tostadas de mi ensalada, no de diálogos transcendentes. Además, me distraigo a mí misma, distraigo a mi padre, ¿es verdad que te distraías, papá? ¿Tú qué crees?, me decías tú. Sonreías. Siempre fuiste un gran «diplomático». Decías que en la familia la diplomacia era observar y escuchar, intervenir muy poco. Te servía más vino. Vamos, papá, un poco más de vino, que luego tienes sorpresa. Enarcabas las cejas. Mi padre levanta las cejas. El mundo se divide en lo salado y en lo dulce y mi padre vive en el reino de lo dulce y de lo frío, en un castillo helado. El helado. Mi padre y el helado. Podría hacer una tesis. Helado con mandarina. Helado de castañas. Helado de café. Helado de fresa, de frambuesa, de cualquier fruta triturada formando estalactitas en el congelador. Tu pequeña cuchara de plata recibía en las tardes de julio no sólo el helado sino también el postre de mamá, la receta de la abuela. Se baten bien las claras duras, hija, me guiaba mi madre, añades ahora el azúcar poco a poco, ¿lo ves?, le das luego color con caramelo o café. Después, en corona untada de mantequilla, se cuece al Baño de María durante media hora. Nuestras comidas. Nuestras comidas, papá. Cuando pase esa media hora, hija, me seguía diciendo mi madre, con las yemas, la leche y con 9 cucharadas de azúcar, se hace una crema así, ¿te fijas?, también al Baño de María, teniendo cuidado de que no se te corte. Nuestras comidas. Nuestras comidas, papá. La tarde llegaba mientras tú sonreías. Y luego, hija – terminaba entonces mamá -, en fuente redonda, se desmoldea la corona, ¿lo ves?, la cubres así con la crema y la espolvoreas con lo que tengas, por ejemplo, con este guirlache picado. Es muy fácil. A tu padre le encanta».

José Julio Perlado: del libro «Vida contemporánea» (relato inédito)

(Imagen.-foto de Patrick de Warren .–Sous Les Etoiles Gallery.-New York.-artnet)

RECUERDO DE MI PADRE (2)

mujer.-216.-por Henri Matisse.-1920.-Andrew Weiss Gallery.-photografie.-artnet«Y tu mano, esta es tu mano, papá. Retengo estas venas azules, estas manchitas en la piel de tu edad, estas pecas del tiempo, tu piel arrugada, tu vello. Con este dedo índice y con este pulgar de tu mano derecha apretabas la pluma y te deslizabas preciso por el papel. Con esta palma resbalabas suavemente sobre la hoja y yo te oía en silencio. Te he mirado muchas veces desde el pasillo cuando leías en tu despacho, te he mirado muchas veces en el jardín cuando escribías. Leías, escribías. Yo intentaba pintar. No llegué a a ser pintora, me dediqué a dar clases de dibujo. Ahora dibujo en el tiempo esta mano tuya como si lo hiciera sobre papel vegetal, como si te dibujara a tinta china no sólo esta mano sino todo lo que hemos vivido. Tu muñeca. Tu falange. Este hueso del carpo, el metacarpo. Todo eso lo dibujo. Tenías ahí, papá, en el músculo de tu dedo medio, casi en la uña, un montículo o un callo pequeñito formado de tanto apretar la pluma durante años. Una deformación profesional. Cualquier manicura te lo delataría, mamá lo comoce, lo sabes tú. Con esa presión de la pluma tú te esforzabas en la facilidad. Cuando yo estudiaba a Ingres, ¿lo recuerdas?, el pintor me decía en sus «Apuntes«: «Hay que hacer desaparecer las huellas de la facilidad; no son los medios empleados, sino los resultados los que deben aparecer». De eso tuve que examinarme. Eso también has hecho tú. Te he visto durante años escudriñando la dificultad de los textos hasta alcanzar la facilidad. Enarbolabas con sencillez la punta de la facilidad en tu pluma como se levanta un tesoro desde un papel en blanco. «Voy a entrar en el túnel», me decías. Yo te entendía. Entrabas en tu túnel de palabras sin saber a dónde te llevarían las oraciones, a dónde irías entre los bosques de párrafos y parágrafos. Encontrabas la luz de la idea al fin del bosque, es decir, al fin de las horas de trabajo. A veces no la encontrabas y seguías caminando. Yo te entendía porque he hecho lo mismo entre las tizas coloreadas y los lápices rojos, con mis trazos de yesos negros sobre fondo azul. Tú me enseñaste lo que es un apunte, ese toque ligero y apenas esbozado con pluma o con lápiz pinchando el globo de la idea en el aire y bajándola hasta el suelo del papel. Eso es un apunte, me explicabas. Hay que estar muy atento a las ideas, hija, me decías, y fijarlas enseguida con la disciplina, que ella es también creación. Hay que trabajar la imaginación sobre un horario, pulir, barnizar, extender bien, suavemente, la imaginación sobre el papel. Papel verjurado blanco. Papel teñido a verde claro. Papel de color agarbanzado. Papel grueso color beige. Papeles. Hojas. Cartapacios. Cartulinas. El papel recibía toques de tiza blanca para luces, aguardaba la profundidad y la perspectiva, era encendido por los colores, pero sobre todo aguardaba el trabajo. Había que arar sobre un papel árido, arar en un día soleado o lluvioso, con buen o con mal humor, arar, siempre arar. Tú sembrabas tus escritos con verbos y sustantivos y yo con trazos nítidos; tú podabas adjetivos y yo sombras, así siempre nos comprendimos. El despojamiento, papá, la desnudez, la soledad. Nos sentábamos en un sofá, ¿recuerdas?, bajo un gran dibujo académico. Nos rodeaba el blanco de plata de la tarde, un amarillo de árboles y el verde esmeralda de los bancos del parque. Oíamos jugar a unos niños en el jardín. Entonces charlábamos. Yo te hablaba de lápices y acuarelas y tú me hablabas de poesía, tú me hablabas de anécdotas y yo te hablaba de mis minas de plomo y de mis carboncillos. Nos reíamos, sí, nos reíamos y lo pasábamos muy bien».

José Julio Perlado: del libro «Vida contemporánea» (relato inédito)

(Imagen: retrato de mujer.-Henri Matisse.-1920.-Andrew Weiss Gallery.-  Beverly Hilss, USA -artnet)

RECUERDO DE MI PADRE (1)

mujer dos.-228811.-foto por Douglas Brothers.-1994.-Stephen Trother Fine Arts.-phosogrape artnet«Papá. He puesto ya los vasos, los cubiertos, los platos. He alisado el mantel. Los vasos son azules, la vajilla es azul, los pájaros que bordean estos platos pintan de azul mi infancia, cuando yo era muy niña, cuando ante mi capricho inapetente mi madre decía: «vamos a quitarle esa sopa al pajarito», y a la siguiente cucharada, «y ahora vamos a limpiarle las alas». Y yo comía. «Y ahora el pico». Y yo volvía a comer. «Y esto que le ha quedado en la cola». Y yo abría la boca mirando al pájaro que se iba sacudiendo la sopa de las alas y me miraba comer. Cuando me negaba en redondo, mi madre bailaba en la cocina con el plato en la mano; los domingos, mi madre descansaba en una silla y miraba el teatro de mi padre, el ir y venir del plato en el aire, el vuelo del pájaro en la vajilla azul. Mi padre, mi mago. Siempre lo tuve como mi encantador particular. La magia de mi padre se arrodillaba en el vestíbulo, me recibía con ojos pícaros, yo perseguía a aquellos ojos por el pasillo y él me esperaba en el cuarto de dormir para hacerme un muñeco con la almohada y que la almohada hablase. La almohada se erguía furibunda e increpaba al espejo: «¿Por qué tenemos que dormir, eh? ¿Por qué?. Y la almohada hacía temblar sus plumas y retorciéndose boca abajo, cambiaba de voz y respondía muy ronca: «Sencillamente, espejo, ¡porque ha llegado la hora de dormir!.

Yo me dormía entonces, me dejaba caer hacia un lado obedeciendo a la orden de la almohada, la orden del muñeco, la orden de mi padre. Me duermo ahora como entonces, de pie sin embargo, mientras voy colocando derechos los pájaros de los platos para la comida, mientras igualo los vasos azules, mientras aliso el mantel. Ni una arruga. La luz de las dos menos cuarto de la tarde entra por la ventana del comedor y toca con el dedo el brillo de este hilo dorado. Yo toco el brillo de la luz y como una mágica varita reaparece el año en que pinté este mantel de oro. Tarde de mi Primera Comunión. Estamos mis padres, mis primas, mis amigos. Estamos ahí todos, jugando entre las sillas, yendo y viniendo del cuarto de baño, empujando a las amigas del colegio, estirando mi velo de novia-niña, un velo arrugado ya, cansado de tanta merienda. Me han hecho fotos en la terraza, he venido desde el colegio con los pies cansados, me han hecho fotos en el colegio, ahora me quito los zapatos blancos en una esquina de la terraza. Estoy rendida de tanta ceremonia. Si pudiera me pondría a pintar. Me voy descalza, decidida, por las habitaciones, en medio de las conversaciones y de los invitados. He decidido pintar. Nunca se sabrá lo que es un niño. Cojo de mi cuarto la caja de pinturas, los frascos, los pequeños pinceles y vuelvo a este comedor donde prosiguen las palabras. Apoyada en una esquina de la mesa, vestida de Primera Comunión, apartando tazas de chocolate y tartas sin acabar, tomo el amarillo y el ocre, los colores calientes de este rayo de sol que es el hilo en el mantel de mis padres. He hecho el silencio en mí misma. Siempre he conseguido este hueco, hago el vacío, me voy. Cuando fui mayor, me vi en los cuadros de Klimt como estoy ahora, en esa escena de mi Primera Comunión, el pelo intensamente rubio, la cabeza siempre doblada contra el papel de la vida, los ojos sesgados mirando el día, yo besando la tarde y la tarde besándome a mí. Tomo el amarillo, el ocre, el mosaico de los topacios y de las amatistas, el largo cuello de las huidas melancólicas por donde me escaparé. Siempre me he escapado de la realidad. A veces me he quedado tan absorta en medio de una conversación que me han llamado la atención porque la vida se quemaba y el plato ardía. He reaccionado abandonando mis soledades aguamarinas y volviendo a entrar en la cocina para ayudar a mi madre. Ella me enseñó a cocinar. La concreción de los detalles me ha salvado. Picar la cebolla muy fina. Poner el aceite a calentar. Echar en el aceite caliente  la cebolla y el diente de ajo picados. Refreir hasta que la cebolla se ponga transparente. Esperar. Atender. Agregar harina. Ahora pones, hija, la ramita de perejil y añades un vaso de agua fría mientras yo voy cociendo la merluza. Sacudo constantemente la cacerola de barro duante 15 minutos. Espero. Atiendo. Las rodajas de esperanza a la vasca se van cociendo mientras muevo con cuidado la cacerola sujetándola con un agarrador 15 minutos. Espolvoreo el perejil picado, reparto bien los guisantes, añado los espárragos y el huevo picado. Faltan aún 5 minutos más: debe calentarse. Prueba esta salsa, hija, mira a ver si le hace falta más sal. Ya está. Voy al espejo del cuarto de baño, me arreglo el pelo. Doy otro vistazo al comedor. Todo preparado. Ya sólo falta que venga papá».

José Julio Perlado: del libro «Vida contemporánea»  (relato inédito)

(Imagen.-«Tilda Swindon».-1994.-foto Douglas Brothers.-Stephen Strother Fine Arts.- Frankfurt-artnet)

VERANO 2009 (9) : PEDRO SALINAS

pájaros.-KKGGK.-por Donald Sultan.-1997.-artnet

«¿El pájaro? ¿Los pájaros?

¿Hay sólo un solo pájaro en el mundo

que vuela con mil alas, y que canta

con incontables trinos, siempre solo?

¿Son tierra y cielo espejos? ¿Es el aire

espejeo del aire, y el gran pájaro

único multiplica

su soledad en apariencias miles?

(¿Y por eso

le llamamos los pájaros?)

 

¿O quizá no hay un pájaro?

¿Y son ellos,

fatal plural inmenso, como el mar,

bandada innúmera, oleaje de alas,

donde la vista busca y quiere el alma

distinguir la verdad del solo pájaro,

de su esencia sin fin, del uno hermoso?»

Pedro Salinas: «Confianza» (1955)

(Imagen.-pájaros, 12 junio 1997.-por Donal Sultan.-artnet)

LO BELLO Y LO BUENO

figuras.-CC4.-por Osang Gwon.-2002.-Arario Gallery.-Beigjing.-Seoul.-Korea.

«La esencia de lo bello. Según mi parecer – le decía el gran historiador del arte norteamericano Bernard Berenson al periodista Umberto Morra -, si se procede indagando, en el fondo de lo bello se encuentra lo bueno, como en el fondo de lo bueno se encuentra lo bello: es una fusión que forma el sentido del destino humano; bello (y bueno) lo que no se contradice, sino que ayuda y acompaña al destino humano, un quid que tiene, por lo tanto, en sí algo heroico y trágico. También la gente común siente este deseo; por lo tanto, lo bello es una cosa eminentemente deseable. Pero la gente está también lista a equivocarse y a correr tras falsos mensajes de belleza; obras falsamente míticas que parecen empapadas de un gran impulso heroico y plenas de destino: éstas son las más fácilmente traducibles».

Todo esto se lo decía Berenson a Morra ( «Coloquio con Berenson«) (Fondo de Cultura) en agosto de 1932, paseando por I Tatti, la villa situada en las colinas de Florencia, pero sobre todo paseando por las reflexiones del arte, como habían paseado también por otras avenidas parecidas el portugués Francisco de Holanda, en Romacon Miguel Ángel, Eckermann con Goethe, James Bosswell con el doctor Samuel Johnson y como lo haría el fotógrafo Brassaï con Picasso, el director de orquesta Robert Craft con Stravinski, Janouch con Kafka, Goldenveizer con Tolstoi o Émile Bernard con Cézanne, por citar algunas grandes conversaciones.

Tales conversaciones y tales palabras eran recogidas en la memoria o en el cuaderno de quienes escuchaban y en esas improvisadas lecciones de sabiduría, confesiones de destilada experiencia, parecía como si el arte, la filosofía y la historia se remansaran y el pensamiento entregara, a cada paso, la síntesis de una meditación.

figuras.-5519k.-foto por Jin-Ya Huang.-2007.-Sous les etoiles gallery.-New York.-photografie artnet

«Leer las cosas nuevas con el solo objeto de «estar al corriente» – le decía también Berenson a Morra en 1931 – es uno de los pecados contra el espíritu. A las cosas nuevas no hay que dedicarles más que la décima parte del propio tiempo y una parte mínima de la propia energía (que es siempre inferior a lo que esperamos) ¿Qué es esta «corriente»? Es un minúsculo río casi subterráneo que aparece en pocos salones; y hay corrientes, o mejor, hay una corriente más verdadera que aquella en que se piensa refiriéndose a la moda. Los periódicos, sí, los lee uno por las «cosas nuevas» que anuncian, pero es una lectura que cuesta poco trabajo especialmente a quien, como yo, tiene una práctica de cinco mil años de crónicas escritas».

Es esa gran cuestión de la reelectura de las cosas esenciales y la lectura esencial de cuantas cosas importantes nos quedan por leer, sin dejar por ello de atender a ciertas novedades.  Es el paseo bajo los árboles de la cultura,  confidencias de un amigo del espíritu.

(Imágenes: 1.-«Black hole».- Osang Gwon.-2000.-Arario Gallery.-Beijing.- Seoul- Korea.-artnet/2.»Guyver, dptych 2007″-.Jin-Ya Huang.–Sous Les Etoiles Gallery.-New York.-artnet)