Hoy hace cien años que nació William Saroyan en Fresno, California, en aquel 31 de agosto de 1908, y hoy me ha venido a ver el autor de «Mi nombre es Aram» para repasar el oficio de escritor. Nos hemos sentado en las butacas del blog, como hicimos el pasado 11 de enero durante aquella charla que recogí en Mi Siglo encabezada como «Lo importante es no morir«, el título de uno de los mejores libros suyos.
-¿Qué es lo que se le puede aconsejar al escritor? – me dice Saroyan-. Es probable que, en su afán de buscar más, el escritor caiga en el ridículo, pero creo que vale la pena intentarlo, y el ridículo nunca me dio miedo. De todos modos, escribas lo que escribas, no podrás evitar ponerte en ridículo, por lo menos hasta cierto punto. Si tienes miedo será mejor que recapacites sobre tu vocación de escritor. No deben importarte cosas tan triviales como parecer ridículo a otros, o serlo realmente si quieres ser un creador al que no interese únicamente adquirir la necesaria habilidad para que todo lo que salga de tus manos sea absolutamente seguro, sin riesgos ni molestias, todo muy bonito, muy pulido y no mucho mejor que una reluciente bandeja que colocar junto a otras cien bandejas iguales.
¿Qué es lo que puede decir el escritor? Chicos, yo estuve ahí, ¿verdad? ¿Así es? Chicos, no me conocéis ni me conoceréis, hace que me he muerto un minuto, cien años; pero estuve ahí, ¿no? Yo tuve ese cuerpo y viví en él en ese lugar durante algún tiempo, ¿verdad? ¿No respiré con él durante años, y comí y bebí y hablé y me divertí y amé y odié? ¿No me apretaba los cordones de los zapatos y salía a pasear y no miraba y miraba? ¿No era yo como vosotros que ahora leéis esto y aún estáis ahí, no os habéis ido definitivamente? ¿Es esto lo que tiene que decir el escritor?
Siempre es agradable escuchar a Saroyan. Sobre todo los días en que cumple cien años.









del pintor-escritor, muerto en 1945 a los 59 años de edad que entre Santander y Madrid, su hermano Manuel y el café «Pombo», cantaba a voz en grito y no con mala voz, rociando de vez en cuando la existencia con el sabor de la botella. Los principales biógrafos y comentaristas de Solana dejan fuera de duda su derecho deseo sin ninguna concesión a «ser leal consigo mismo», honrado en su quehacer de artista, y, sobre todo, en presentar desnuda su verdad, sin afeites ni arreglos, monda y lironda, aunque a muchos desagradase.
leque, Calatayud, Ávila o tantos otros- en su libro «España negra». Esa España pobre, oscura, bastante ignorante y olvidada, encerrada en sí misma porque otros la hubieran encerrado en sus pueblos vacíos: toda esa faz negra de España – sin agregar moralejas, sino simplemente con pintarla con la pluma desnuda y denunciadoramente (ella se denunciaba con sus hechos) -, Solana la describió más que la escribió; y lo hizo a través de un viaje por nuestras tierras». («La muerte en la obra literaria de José Gutiérrez Solana», Tesis Doctoral, inédita).


Fotografiar: es retener un soplo cuando todas nuestras facultades convergen para captar la realidad que fluye; es entonces cuando atrapar una imagen produce una gran alegría física e intelectual.










