
Hace quince días se me rompió una escena de “Guerra y Paz”, un movimiento del baile entre Natasha y el príncipe Andrés, que no sé cómo pero se me cayó mientras lo estaba leyendo, quizás hice un mal movimiento con la mano, o con el dedo, no sé, la verdad es que no lo sé, o quizás es que el dedo tropezó con algo, no puedo decirlo exactamente, son esos despistes que uno tiene sin querer, pero lo cierto es que casi inmediatamente los zapatos de Natasha se hicieron añicos y se desparramaron como granitos o cristalitos bajo mi butaca, cada zapato se fue por su lado, como si se escurrieran, igual que esos cristalitos brillantes que van engarzados en una fina cadena y que de pronto se desprenden, se escurren, se caen uno tras otro casi sin ruido, y enseguida desaparecen. Ya me había pasado algo parecido con Borges y con Kipling hace dos años, pero eran palabra sueltas, tampoco resultó demasiado complicado arreglarlas, me las arreglaron enseguida, es una tienda pequeña de reparaciones literarias que tengo en mi barrio, se abre la puerta, suena una campanilla, eso quiere decir que entra un cliente, cuando entras ya tienes extendidas encima de un pequeño mostrador portadas de viejas ediciones, páginas de verano y de invierno, lecturas fáciles y difíciles, yo creo que el género lo traen de Sudamérica y les compensa, porque ahora, como la gente tiene poco dinero para libros nuevos, pues en cuanto a un libro de una edición antigua le faltan frases, o escenas, o páginas, lo traen aquí, que son muy amables este matrimonio mayor, muy entendidos, le suben a uno por una escalerilla hasta un cuarto algo desvencijado y lleno de espejos, le sientan a uno en una silla, a mí el otro día me sentaron en una silla y me preguntaron “¿A usted se le ha roto “Guerra y Paz” en la versión literaria o en la cinematográfica? “.Bueno, les dije, en el fondo es lo mismo, en las dos, porque la escena del baile que narra Tolstoi va unida siempre para mí a Mel Ferrer y a Audrey Hepburm, es decir, las vueltas que da el príncipe Bolkonsky con Natasha son la mismas vueltas en el fondo que cualquier baile aristocrático moscovita, no se me han roto en cambio los cortinajes, ni las lámparas, ni los arabescos del suelo, se me ha roto únicamente un trozo por la parte del giro que dan los zapatos de ella al bailar, que para King Vidor, el director, cuando yo los vi en el cine, tenían en sí una enorme belleza, una belleza distinguida, no poseen naturalmente la fuerza impresionante que les da Tolstoi, porque él se documentó muy bien para las batallas, los uniformes y las fiestas, y también para los zapatos y los bailes, pero indudablemente eso se te queda, o a mí al menos se me ha quedado en la retina, y eso quisiera arreglarlo, si no me cuesta mucho, que no lo sé.
Entonces el arreglador mayor ( no sé.cómo se llama, yo le llamo siempre el arreglador mayor porque no sé su nombre), que es un señor muy amable y bondadoso, le dijo a su mujer “ Yo creo que esto no hace falta que lo mandemos al taller, lo podemos hacer nosotros”. Y me miró: “el martes —-me dijo — lo tiene usted. Déjeme “Guerra y paz’”. Entonces le dejé ‘Guerra y Paz” y respiré tranquilo. Porque estas caídas de las lecturas o de los libros al suelo, que yo a veces pienso que son cosas de la edad, caídas de la edad, meros despistes, porque uno va cumpliendo ya sus añitos y no puede estar en todo, uno ha leído mucho en su vida, y tiene tropezones de la vista, o que se le van las manos, o que se le mueven los dedos, a mí, por ejemplo, me tiemblan algo los dedos al pasar las páginas, pero bueno, a lo que iba, esperé tranquilamente hasta el martes y me leí mientras tanto cosas sueltas de la “Divina Comedia”, por ejemplo, el nombre de los ángeles, que a mí me divierte mucho repasarlos, porque parece que hay un solo ángel el que aparece allí, pero no, son muchos, o al menos bastantes, y así estuve distraído con todo ello, Y luego llegó el martes y me fui a la tienda. Me habían arreglado “Guerra y Paz”. Me la habían envuelto en una bolsa muy simpática, porque este matrimonio cuida muy bien las cosas.Tampoco me costó mucho. Son un matrimonio bastante barato y va medio barrio para los arreglos, siempre tienen gente.
Y entonces, cuando llegué a casa, me puse a hojear despacio “Guerra y Paz”, a ver cómo había quedado. Hay cosas de “Guerra y Paz” que siempre me salto. Por ejemplo las disquisiciones filosóficas. Me gustan mucho en cambio las batallas, lo que habla Tolstoi de Napoleón y de Borodino. Y sobre todo los dimes y diretes de las conversaciones familiares, los enamoramientos y los despechos. Y de repente llegué a lo que quería, el episodio del baile, que es lo que me interesaba más porque es lo que se me había roto. Y empecé a seguir como siempre las evoluciones de la falda de Natasha dando vueltas y vueltas bajo las luces, llevada del brazo por el príncipe Andrés, su falda preciosa, mejor dicho, su túnica blanca, su traje blanco de gala, un blanco de pliegues espectaculares, pero de improviso, no sé por qué, no me encajaba algo al fondo del salón, me di cuenta enseguida, los muebles y los cortinajes del fondo no parecían moscovitas sino italianos, daban la impresión de ser italianos. Y es que eran italianos. Al dar una de las vueltas Natasha bailando con el príncipe Andrés me di cuenta de que la cara de Natasha no era la cara de Natasha sino la de una mujer morena, muy bella, muy joven, una mujer mediterránea, que llevaba una corona o diadema por

Entonces, ¿qué había pasado? Que en la tienda se habían equivocado de baile. O por precipitación o porque ya son mayores, yo creo que porque ya son mayores, habían sustituido un baile suntuoso moscovita por uno, también suntuoso, pero de Sicilia, de la Sicilia de 1860. A lo mejor les habían confundido los trajes, los trajes blancos femeninos, espectaculares, O quizá la belleza de las dos muchachas, de Natasha y de Angélica, que nada tienen que ver, pero que las dos, a su estilo, son radiantes. En un principio me enfadé. Estuve a punto de volver a la tienda. Pero luego he pensado quedarme con este volumen. Hay mucha gente encaprichada por libros defectuosos, inencontrables. Se paga una fortuna. Un “Guerra y Paz” como el que tengo yo no lo tiene nadie.
José Julio Perlado
(del libro “Relámpagos”) (relato inédito)
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(Imágenes— 1- baile de “Guerra y Paz”/ 2- baile de “El Gatopardo” / 3- Tolstoi- Wikipedia)