“Cada vez tenía que usar por lo menos veinte kilos de material -— escribió Marie Curie—, por lo que el hangar donde trabajábamos quedaba inundado de recipientes llenos de precipitados y de líquidos. Mover los contenedores por la sala era agotador, así como transferir los líquidos y remover durante horas el material hirviendo en el recipiente de hierro fundido con la ayuda de una barra de metal que pesaba lo mismo que ella. Al final del día estaba completamente agotada. Pero fue una época heroica de nuestra existencia común. A pesar de las dificultades de nuestras condiciones de trabajo, nos sentíamos felices. Nuestros días transcurrirían en el laboratorio. En nuestro mísero hangar reinaba una gran tranquilidad. A veces, al atender alguna operación, nos paseábamos de arriba abajo Pierre y yo hablando de la labor presente y futura. Cuando teníamos mucho frío, una taza de té caliente, tomada cerca de la estufa, nos confortaba. Vivíamos en una preocupación única, como en un sueño.”En una carta de 1899 dirigida a su hermana contaba su vida cotidiana: ”nuestra vida es siempre igual. Trabajamos mucho, pero dormimos bien y nuestra salud no padece por ello. Pasamos la noche cuidando a la pequeña. Por la mañana, la visto y le doy de comer. Luego, generalmente, salgo de casa a las nueve de la mañana. Durante todo el año no hemos estado en un teatro, ni en un concierto, y no hemos hecho una visita. De todas maneras, estamos bien.”
Un amigo de los Curie, sin embargo, le escribió a Pierre: ”apenas coméis nada, ninguno de los dos. Más de una vez he visto a madame Curie mordisqueando dos lonchas de longaniza acompañadas de una taza de té. No deberíais mezclar vuestras preocupaciones científicas con todos los aspectos de vuestra vida y como habéis estado haciendo hasta ahora. No deberíais hablar sobre física mientras coméis.”
(Imágenes- 1- Marie Curie-el pais/ 2-Marie Curie- la vanguardia/ 3- Marie Curie- BBC com)