“Cualquiera conoce lo socorrido que se vuelve cambiar de sitio los muebles. — escribe el cubano Antonio José Ponte en “ Una tirada del libro de los cambios” —.Se cambian porque llega un nuevo objeto a la parentela o porque no puede traerse un nuevo objeto.
Quien lo haya hecho a menudo conoce que esos cambios consisten principalmente en un giro de las cosas: las paredes de la habitación permanecen fijas y lo que contienen adentro rota. Los muebles, los objetos y quien vive entre ellos, tienen sobre las cuatro paredes la ventaja de un día.
La ilusión termina al final de ese plazo. Después las cosas vuelven a lucir como antes, acopladas a la habitación.
Resulta muy difícil desarticular el orden que hemos dado a los muebles. Ellos no parecen dispuestos a permitir que las antiguas relaciones se rompan. Se aferran entre sí de modo que nadie puede apartarlos. El librero se agarra a la silla, la cama al espejo.
Cuando nos proponemos hacer cambios en una habitación lo que seguramente conseguimos es un cambio en la cardinalidad de las mismas relaciones de siempre. Entre los objetos y las paredes existe la misma relación que entre la aguja y el disco de una brújula.
El verdadero cambio consistiría en un cambio en las paredes. O en dejarlo todo e irse de la habitación.”
(Imágenes— 1- foto 2013/ 2-Edward Lamson Herry)