Vuelven los libros de los sueños como vuelve cada noche el espacio necesario para dormir. Puntualmente se cierran los párpados del mundo y avanzamos por terrenos inexplorados. “ Hoy me ocurrió algo milagroso — escribía en su “Diario íntimo” el dramaturgo austriaco Grillparzer— . Soñé mientras caminaba. Me había levantado temprano, bebí agua de la fuente, me di un baño, volví a beber un vaso de agua y me dirigí al jardín para dar un paseo. Fue así que, de pronto, llegué a una parte del jardín en que jamás había estado antes. Era tan hermosa, los árboles eran tan maravillosamente bellos, que no cesaba de asombrarme por no haber reparado en ellos con anterioridad a aquel instante. Lamentablemente no había ningún banco cerca para sentarse. Aún tenía que beber un vaso de agua, de manera que me volví, firmemente resuelto a regresar a ese sitio en cuanto hubiera satisfecho mi sed. Recordé el camino: pasaba por una breve hilera de árboles de poca altura. Con todo, me fue imposible volver a encontrar el camino, pues… éste jamás había existido. Todo había sido un sueño. Pero lo milagroso es que este sueño haya sobrevivido mientras caminaba. En general, especialmente de noche, cuando estoy cansado de leer, suelo soñar cosas o ver mentalmente este tipo de imágenes. Pero jamás me ha ocurrido esto mientras caminaba, jamás me ha ocurrido con la fuerza de convicción con que me ocurrió hoy”.
(Imágenes— 1- Richard Long- National Gallery/2- Cornelia Fitzroy)