“Mandé a mi esposa e hijo fuera de la casa, a Londres, y me senté a las nueve de la mañana con la desesperada resolución de terminar con el asunto —confiesa Conrad evocando su último día de escritura de “Lord Jim” —. A cada rato daba una vuelta por la casa, salía por una puerta y entraba por otra. Comidas de diez minutos. Todo con prisas. Las colillas se elevaban hasta formar un montículo, como los túmulos que se erigen sobre los héroes muertos. La luna se levantó sobre el granero, miró por una ventana y desapareció de la vista. Llegó el amanecer, la luz. Apagué la lámpara y seguí adelante, con todas las hojas del manuscrito volando por la habitación por culpa de la brisa de la mañana. Salió el sol. Escribí la última palabra y me fui al comedor. Las seis. Compartí un resto de pollo frío con Escamillo. Me sentía muy bien, con algo de sueño; me di un baño a las siete y a las ocho y media estaba de camino hacia Londres.”
(Imágenes—1- Portada de Lord Jim / Conrad – Wikipedia)