Yo recuerdo aquel año en que todo arrancó muy despacio, con un enorme bostezo en las Bolsas y en las exportaciones, arrastrando sus goznes y ruedecillas muchas máquinas en las fábricas, ralentizándose los motores de los camiones, resistiendo para no ser levantados los cierres de los comercios, con una difusa desgana en los camareros que servían en los hoteles y un retraso paulatino en las reuniones, una abulia pegajosa que tenía ya su origen en un impuntual Congreso de coach que tenía que estudiar el síndrome postvacacional y aquel Congreso había empezado tarde y no muy bien porque los mismos coach no tenían demasiadas ganas de reunirse para atender a la larga lista de afectados por el síndrome postvacacional que estaban pidiendo ser orientados en una selva de desánimos e incertidumbres, asediados por las fechas de su vuelta al trabajo y sin saber si acudir o no a él con alguna estabilidad emocional. Porque los mismos coach no acertaban bien a decidir quiénes de entre los afectados podían sentirse arrastrados por simple vagancia o desidia, la vagancia de toda la vida y la desidia de todos los domingos, y quiénes, en cambio, podían estar sufriendo el brote de una incipiente depresión. Se establecieron por tanto en el Congreso una serie de ponencias con sucesivas intervenciones contrastadas que comenzaron a mitad de agosto y que, por su complejidad, aún no habían concluido en las primeras semanas de septiembre, con lo cual el país decidió por su cuenta ir abriendo con energía las entradas de los comercios, ir poniendo en marcha los motores de los camiones y darle vigor y soltura a los camareros sin síndrome alguno, haciéndolos ir y venir con las bandejas con asombrosa diligencia y prontitud, como si el efecto postvacacional nunca existiese.
Poco a poco el país adquirió aquella velocidad y ritmo de otros tiempos, cuando las gentes trabajaban de sol a sol y no consultaban a psicólogo alguno porque era tanta la tarea sucesiva que no había un minuto que perder en contemplarse a sí mismos.
Las conclusiones del Congreso se publicaron a mitad de octubre cuando el país estaba ya a pleno rendimiento.
José Julio Perlado
(Imágenes. – 1.- David Merveille / 2.- Shintaro Kago alias Kago Shintaro)