Hoy ha sido el espacio gris, envuelto en velos de niebla de la playa gallega de La Lanzada el que ha quedado en mi memoria. He estado sentado en el centro de la enorme playa desierta a muy primera hora de la mañana. Una cortina de niebla, avanzando igual que una gasa que cegara la visión, me ha dejado solo y aislado, empapado en humedad invisible. Sentado allí, frente a una especie de boca de túnel que se abría en semicírculo horadando el cielo y el agua gris, se mostraba una difusa claridad de acero, una semiiluminación en medio de la bruma. Así he estado largo tiempo, contemplado por aquel ojo de mar y cielo de mirada honda y blanca y contemplándole yo a él. Dos ojos contemplándose. Así se me ha aparecido la naturaleza salvaje ante mí, inmersa en el impresionante paisaje de un encuentro con el otro mundo, paisajes y citas del hombre con el luminoso ojo del cielo y del mar, la pupila en la niebla.
José Julio Perlado
(Imágenes.- 1.- Gustave Courbet- 1874/ 2.- James Abbott Mcneill Whistler– 1865)


A veces la quietud en la contemplación de la naturaleza se torna feliz sosiego, sin necesidad de que un arcoiris de colores otorgue mayor relieve al paisaje. La naturaleza abre sus puertas al interesado en ver su interior.
Saludos,
JdG
Javier,
El asombro ante la naturaleza salvaje es permanente. La puntualidad de los amaneceres y atardeceres nos da una lección sobre el misterio de la creacion. Contemplar en soledad y silencio es uno de los placeres íntimos, irrepetibles.
Muy agradecido por tus palabras.
Saludos.