«Para los indios, el tiempo es vertical y no avanza hacia ninguna parte – evocaba la periodista Helen Augur -. El tiempo no puede moverse, pues es también espacio, idea muy difícil de captar para nosotros. Da al indio una relación con los tres tiempos verbales, diferente de la nuestra. Nosotros vivimos en un presente muy angosto… El indio vive en un presente que contiene todo el tiempo que existe. Para los zapotecas, el pasado no es algo que ha quedado a sus espaldas, sino que está a su alrededor… El moderno zapoteca se ha aferrado a la actitud general que fue el meollo de la religión clásica. En lugar de temer al tiempo, lo adora como a don divino. Como es mortal, hay temor en su actitud hacia el futuro, pero temor en sentido religioso. Los antiguos zapotecas creían que el tiempo compartía la mortalidad humana y que solo la magnanimidad de los dioses podía conservar su existencia.»
Al iniciarse un nuevo año el tiempo y sus reflexiones nos envuelven con sus enigmas. Tiempo circular en Borges, en su ensayo de «Historia de la eternidad»; tiempo e historia y tiempo y naturaleza en Jeanne Hersch con su «Tiempo y música» (Acantilado). «Sólo hay tiempo – recuerda Hersch – Y también: No hay tiempo. Nadie sabe qué es el tiempo. Nadie puede sustraerse a él a través de sus reprentaciones o de sus pensamientos (…) Estamos indisolublemente unidos al tiempo y, a la vez, en guerra con él (…) De modo que nos instalamos en el tiempo y nos comprometemos con él en aquella extraña carrera que se llama velocidad. El tiempo nos sirve para devorar el espacio, para vencer la distancia, soportar la ausencia o conquistar hasta el vértigo una suerte de ubicuidad. Algunos sueñan incluso revertir el tiempo con la velocidad (…) No podemos vivir ni con el tiempo, ni sin él, ni contra él (…) No sabemos qué es el tiempo. Aquel que vivimos subjetivamente se confunde con nuestros lamentos, nuestros anhelos y nuestros esfuerzos. El tiempo de la naturaleza – el que necesita una cascada para horadar una roca, un terrón de azúcar para diluirse en una taza o una flor para convertirse en semilla, sin ningún testigo humano – ni siquiera podemos imaginarlo.»
Al iniciarse un nuevo año todas las preguntas sobre el tiempo están esperando respuesta.
(Imágenes.- 1.- René Magritte.-1963/2.-Jagoda Haczmarczyk-Hudzik/ 3.-Robert y Shana ParkeHarrison.-2003)



Acabo de leer el libro Conversaciones con Dios y explica justamente esto, explica que el tiempo en realidad, es vertical. Y que todos los tiempos están ocurriendo ahora mismo. Todavia intento entender donde estàn los recuerdos del pasado, porque no lo estoy viviendo ahora. No comprendo esa parte.Las personas del pasado con quienes hablaba, ya no estan en mi vida, entonces ¿como es que todo esta pasado ahora mismo?
Melaniie,
Te contesto en la medida en que puedo a tu interesante pregunta
Es un poco larga mi respuesta pero espero que te sirva de algo.
Muy agradecido a tu comentario tan interesante.
La existencia en el tiempo del hombre es curiosa. Gracias a su inteligencia,
tiene la singular capacidad y la constante tendencia a situarse por encima del tiem-
po en la medida en que es capaz de pensar sobre él, de objetivarlo, de considerar-
lo de una manera abstracta, atemporal
. El hombre
lucha
contra el tiempo, trata de
dejarlo atrás, de estar por encima de él. Esa lucha no sería posible si no existiera
hombre algo efectivamente intemporal, inmaterial e inmortal. Lo temporal y lo
intemporal conviven juntos en el hombre dándole su perfil característico.
El primer modo de superar el tiempo es
guardar memoria del pasado
, ser
capaz de volverse hacia él y advertir hasta qué punto dependemos de lo que hemos
sido. La segunda manera es desear convertir el presente en
algo que permanezca
,
que quede a salvo del devenir que todo se lo lleva. Y así, el hombre desea que las
cosas buenas y valiosas duren, que el amor no se marchite, que los momentos feli-
ces «se detengan», que la muerte no llegue, que lo hermoso se salve por medio del
arte o que exista la eternidad. En el hombre se da una pretensión de inmortalidad:
los hombres quieren quedar, que su
pasar
no pase nunca. Una fiesta, el enamora-
miento en sus primeros momentos llenos de ilusión, la madurez de una relación
que ha sabido alcanzar su equilibrio perfecto y que la hace bella: son momentos
que reclaman permanencia y que, por eso mismo, marcan la vida humana con
cierta melancolía, amargura o esperanza, según se confíe o no en su permanencia.
Rescatar el tiempo, revivir lo verdadero, son constantes en el comportamiento
humano (de ahí las representaciones populares de las grandes historias de los pue-
blos, o las confidencias familiares en torno a la mesa en las grandes fiestas). El ser
humano es reiterativo: quiere volver porque querría quedarse. En ese sentido, la
propuesta cristiana de una eternidad que sacie sin saciar es antropológicamente
pertinente.
Hay una tercera manera de situarse por encima del tiempo que es
anticipar
el futuro
, proyectarse con la inteligencia y la imaginación hacia él, para decidir lo
que vamos a ser y hacer. «La vida es una operación que se hace hacia delante. Yo
soy
futurizo
: orientado hacia el futuro, proyectado hacia él»
. Y así, además de
instalación
en una forma concreta de
estar
en el mundo, el hombre tiene
proyec-
ción
, pues vive el presente en función de lo por venir. La biografía es la manera
en que se ha vivido, la vida que se ha tenido. Por ser cada persona singular e irre-
petible, cada biografía es diferente. No hay dos vidas humanas iguales, porque no
hay dos personas iguales.