«Fue un prolongado martirio el de Renoir en los últimos tiempos – comentaba Henri Matisse -: las articulaciones de sus dedos estaban hinchadas y tremendamente deformadas – ¡ y, sin embargo, ahora estaba pintando sus mejores cuadros! Mientras su cuerpo se desgastaba, su alma parecía cobrar fuerza, y él expresaba sus ideas con una gran facilidad.»
Varias veces he hablado aquí de Renoir y también de Sandblonm cuando aborda su estudio sobre «Enfermedad y creación». Recuerda este último que en su vejez Renoir recuperó su personalidad. «A pesar de su dolorosa artritis senil, que le obligó a envolverse la palma de la mano con algodón a fin de poder sostener el pincel, tal como se observa en uno de sus autorretratos, se deleitó pintando niños, muchachitas y flores primaverales» (…) ; su escala de color se tornó más brillante, debido quizá a su mala vista, pero no cabe duda de que también fue intencionalmente por su deseo de conseguir un tono
más cálido.» Y añade Sandblom que «debemos mencionar la hipótesis de que la artrosis de Renoir pudo haber sido una enfermedad ocupacional que se debió al envenenamiento causado por los pigmentos que empleaba. Como sus colores claros requerían de mucho plomo, es posible que el precio de su radiante luminosidad, y de nuestro deleite, lo haya pagado con su salud». Compara la dolencia de Renoir con la artritis reumatoide de Dufy, «pero en el caso de Dufy su enfermedad se inició tempranamente y era aún más invalidante que la de Renoir, pero lo alivió notablemente el tratamiento
médico. «La historia clínica de de Raoul Dufy – decía su médico – es una de las pocas en las que la medicina logra mejorar al paciente en el momento justo para conservar el funcionamiento creador de una persona importante y, de esa manera, enriquecer nuestra herencia».
«Existen varias fotografías de Renoir al final de su vida – cuenta uno de sus hijos, Jean, el célebre director de cine -. El cuerpo se le iba petrificando cada vez más. Las manos engarfiadas no podían ya asir nada. Se ha dicho y se ha escrito que le ataban el pincel a la mano. No es del todo cierto. La realidad es que se le había vuelto la piel tan tierna que el contacto con la madera del mango le hacía heridas. Para evitar ese inconveniente, mandaba que le pusieran en la palma de la mano un trocito de tela fina. Los dedos deformados
más que sujetar el pincel se aferraban a él. Pero hasta el último aliento, el brazo siguió firme como el de un hombre joven y los ojos tuvieron una precisión estremecedora. Aún lo veo poniendo en el lienzo un puntito de color blanco del grosor de la cabeza de un alfiler. La meta de aquel toque era indicar el reflejo en el ojo de una modelo. Sin un titubeo, el pincel salía lanzado como la bala de un buen tirador y daba en la diana.»
«Es cierto que de vez en cuando decía «Estoy fastidiado», pero sin convicción – le escribía en diciembre de 1919 uno de los hijos del pintor a Durand- Ruel -, y lo había dicho mucho más a menudo hace tres años. Los cuidados constantes lo irritaban un poco y no dejaba de hacer mofa al respecto. El martes se acostó a las siete, después de fumarse un cigarrillo tranquilamente. Quería dibujar un modelo de vaso, pero no encontramos lápiz. De repente, a las ocho se puso a delirar ligeramente. Nos sorprendió mucho y pasamos de una confianza relativa a la mayor aprensión. Su delirio aumentó. Vino el médico. Mi padre estuvo agitado hasta medianoche, aunque no sufrió ni un instante. Seguramente no sospechó que iba a morir. A medianoche se tranquilizó y, a las dos, se apagó muy suavemente.»
(Imágenes.-1.-Renoir-.-Andrea con un vestido rosa.-1917.-colección privada/ 2.-Renoir pintando en su jardín.-1917/ 3.-Renoir.-Cagnes.-1914-1919/ 4.-Renoir.-Museo Marmottan.-París/ 5.-Renoir.-árbol de cal y Casa.-1919/ 6.- Renoir.-por Aristide Maillol/ 7.- Renoir.- la casa blanca.-1916.-colección privada)
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Estremece ver cómo Renoir se enfrenta a la decadencia física con un nuevo impulso del espíritu. Un buen artista tiene casi esa obligación, aunque no todos siguieran esa vía.
Excelente entrada.
Saludos,
JdG
Javier,
ciertos artistas lucharon hasta el final de su vida para crear. Esa lucha – no sólo en los artistas – es el pulso de la vida.
Muchas gracias por tus palabras.
Saludos