«El Rastro – escribe RAMÓN en su célebre libro del mismo título – no es un lugar simbólico ni es un simple rincón local, no; el Rastro es en mi síntesis ese sitio ameno y dramático, irrisible y grave que hay en los suburbios de toda ciudad, y en el que se aglomeran los trastos viejos e inservibles, pues si no son comparables las ciudades por sus monumentos, por sus torres o por su riqueza, lo son por esos trastos filiales.
Por eso donde he sentido más aclarado el misterio de la identidad del corazón a través de la tierra, ha sido en los Rastros de esas ciudades por que pasé, en los que he visto resuelto con una facilidad inefable el esquema del mapamundi del mundo natural».
Pero el Rastro de Madrid tiene, como todas las cosas, una vida anterior que es interesante investigar. Indagando en ella, María Isabel Gea, al estudiar el Plano de Madrid de Teixeira, descubre que » el llamado «Tapón del Rastro» era una manzana de casas que obstruía la entrada al Rastro, conocida popularmente como»tapón del Rastro«. Las calles que circundaban la manzana eran las del Cuervo (al oeste), travesía del Rastro (al sur) y San Dámaso (al oeste). El tapón del Rastro fue derribado en 1905 dando lugar a la actual plaza de Cascorro y facilitando así la entrada al Rastro«.
«El matadero del Rastro y Carnicería Mayor se hallaba junto al llamado Cerrillo del Rastro, en la actual plaza del General Vara de Rey. El 14 de mayo de 1569 se acordó la instalación del Rastro junto a un cerrillo, entre las calles Ribera de Curtidores y Piñón . Para ello – sigue contando Gea – se compró un terreno propiedad de Antonio de Rojas y Pedro de Quintana por 60.000 maravedies a los que se unió, en 1585, la tierra de Miguel Pérez para degolladero de carneros. En 1583 se construyó un edificio en la zona más alta, con vistas a un cerrillo que gozaba de buena ventilación natural. Debido a su emplazamiento fue conocido como «Casa Cerrillo«. El matadero era un edificio grande. Según Jerónimo de la Quintana tiene «de largo ciento setenta y cuatro pies y de ancho ochenta y seis, dentro tiene dos patios grandes de igual proporciones, alrededor de ellos hay soportales grandes y capaces que sustentan columnas con capiteles y piedra berroqueña; debajo de las cuales están las escarpias con la carne. Se entra a él por cuatro puertas correspondientes en cruz, en cada lado la suya, es obra de mucho aseo, y costa«, escribe. Una puerta con un escudo de Madrid esculpido en piedra – continúa explicando Gea -daba acceso al caserón del matadero y cerca se hallaba una fuente con un pilón y tres caños. El degüello se realizaba durante la madrugada y un reguero o rastro –El Rastro – de sangre salía por la puerta del matadero y bajaba por la Ribera de Curtidores«.
Son los inicios o prólogos del Rastro tal como lo conocemos hoy. Paseaba RAMÓN por las páginas de su Rastro personal de 1900 a 1914. Allí «las golondrinas – iba contando en sus greguerías – juegan sobre la calle de cielo que corresponde a nuestra calle de tierra como párvulos en vacaciones o al salir de las escuelas» . «¡Qué deseo queda en uno de nuevos paseos por el Rastro, de más lentas andanzas hasta morir de repente un día y que eso nos absolviese de tener que terminar lo interminable, lo que debía consumarse en el silencio y en el secreto, viviéndolo más vastamente que escribiéndolo!«.
Y así iba hablándose RAMÓN, contándose cosas a sí mismo por la cuesta de la larga calle, doblando la última esquina del Rastro en 1914.
(Imágenes:- 1.- El Rastro.- Fundación Saber.es.-Ferias y mercados/ 2.-El Rastro en 1929.-Museo Municipal de Madrid/ 3.-El Rastro.-Plaza de Cascorro en 1912)