PRIMAVERA 2011 (2) : LUIS CERNUDA

«Este año no conoces el despertar de la primavera por aquellos campos, cuando bajo el cielo gris, bien temprano a la mañana, oías los silbos impacientes de los pájaros, extrañando en las ramas aún secas la hojarasca espesura húmeda de rocío que ya debía cobijarles. En lugar se praderas sembradas por las corolas del azafrán, tienes el asfalto sucio de estas calles; y no es el aire marceño de tibieza prematura, sino el frío retrasado quien te asalta en tu deambular, helándote a cada esquina.

Abstraído en este imaginar, marchas con nostalgia por la avenida del parque, donde revuela espectral a ras de tierra y te precede, fugitiva ala terrosa, una hoja del otoño último. Tan reseca es y oscura, que se diría muerta años atrás; imposible su verdor y frescura idos, como la juventud de aquel viejo, inmóvil allá, traspuesta la reja, hombros encogidos, manos en los bolsillos, aguardando no sabes qué.

Al acercarte luego, hallas que el viejo tiene a sus pies manojos de flores tempranas, asfodelos, jacintos, tulipanes, de vívidos colores increíbles en esta atmósfera aterida. Casi da pena verlas así, expuestas en mercado norteño, como si ellas también sintieran su hermosura indefensa ante la hostilidad sombría del ambiente.

Pero la primavera está ahí, loca y generosa. Llama a tus sentidos, y a través de ellos a tu corazón, adonde entra templando tu sangre e iluminando tu mente; quienes a la invocación mágica, a pesar del frío, lo sórdido, la carencia de luz, no pueden contener el júbilo vernal que estas flores, como promesa suya, te han traído e infundido en tu miedo, tu desesperanza y tu apatía».

Luis Cernuda: «La primavera».-«Ocnos«.

(Imágenes:-1.-The Christian Science Monitor/ 2.-Lowell Nesbitt Blair.-1965.-Clarke Gallery.-still life quick heart)

SECRETOS DEL «CAFÉ DE POMBO»

Detrás de la botella de ron situada en el centro de la mesa, entre las manos de Ramón Gómez de la Sernaaparece escondido un secreto, según las últimas investigaciones llegadas a la prensa. En este célebre cuadro de Gutiérrez Solana, «La tertulia del café de Pombo«,  se ha descubierto una pintura bajo otra pintura y cuando nos acercamos a estas figuras – a Bergamín, a Tomás Borras, a Manuel Abril, al propio Solana y a Bartolozzi, entre otros – parece que estuviéramos en aquel 17 de diciembre de 1920 cuando la pintura se colgó en la Exposición del Salón de Otoño.

«Mucho tiene que viajar ese cuadro«, dijo entonces Gutiérrez Solana. El pintor asistía a las tertulias, y como refiere uno de sus mayores especialistas, Manuel Sámchez Camargo, en su «Solana» (Taurus),» de «Pombo» prefería los vasos gordos de cristal, las grandes chuletas, el vino de Valdepeñas, la cerveza y los que entraban, estaban y salían, especialmente a la hora última. Lo demás no le importó nunca. Ël y su hermano Manuel, mientras presidiera Ramón, hubiera bebidas, espejos y luces azules de gas, estaban a gusto. Pero sin que calara Pombo-cripta en él. Sin embargo, como siempre, el pintor caló en Pombo, abriéndole el vientre y dejando su esqueleto colgado de cuatro clavos».

RAMÓN escribiría su «Pombo«, célebre entre sus obras. Al «Antiguo café y botillería de Pombo» – así se llamaba – se accedía por dos puertas y constaba de cinco gabinetes y un salón central, comunicándose todos por unos arcos, y sin dejar de ser independientes. Ante el álbum donde tenía que firmar todo aquel que llegaba por vez primera, Ramón le conminaba: «¡Diga usted su verdadero nombre!«. Ese era el rito. Los banquetes que en Pombo se dieron fueron numerosos: a Fígaro, a Ortega y Gasset, a Azorín, a Don Nadie...A Pombo llegó un día Picasso vestido de gran Arlequín, con motivo del estreno de su pantomima «La gran parada», interpretada por los ballets rusos. En Pombo el mejicano Alfonso Reyes, autor entre muchos otros libros del delicioso «Tertulia de Madrid«, contó sus hallazgos históricos, como el descubrimiento de que los ahorcados de la Plaza Mayor eran desposeídos por sus verdugos de los zapatos, para que la gente que iba a pisarlos, después de la ejecución, como signo de buena suerte, no pudiera hacerlo.

Cuando Gutiérrez Solana cantaba en la cripta de Pombo requerido por Gómez de la Serna, decían quienes le escuchaban: «frente al estupor de contertulios y parroquianos, puesto en pie, emtona sus arias que duran largos minutos, sin que nadie se atreva a sonreir. Este recurso lo emplea Ramón cuando es necesario ofrecer «el número mejor del programa«.

De esa célebre pintura que refleja la famosa tertulia del café el propio Solana, en el Epílogo a su «España negra«, quiso añadir: «Es un cuadro a medio conseguir, y ahora verdaderamente siento el no haberle podido dar una forma más acertada y más decisiva. En el centro está nuestro amigo Ramón Gómez de la Serna, el más raro y original escritor de esta nueva generación. Está, pues, en pie y en actitud un poco oratoria: recio, efusivo y jovial, un tanto voluminoso, pero menos de lo que deseamos verle, para completar su gran semejanza con un Stendhal español o un nuevo Balzac de una época más moderna y menos retórica; cerca de él su cartera, esa buena amiga que siempre le acompaña, llena de pruebas de imprenta y dibujos, que hace rápidamente para ilustrar sus escritos, son comentarios gráficos admirables y que dan un encanto más a los artículos que publica casi diariamente en «La Tribuna» y «El Liberal«.

A su lado, Bacarisse, Coll, Bartolozzi, Cabrero, Borrás, Bergamín, Abril, y encima, el prodigioso espejo de Pombo, este espejo cinematográfico, cuya luna patinada cambia constantemente de expresión: unas veces nos sugiere ideas antiguas, nos transporta a la época de Larra; los viejos con grandes levitones y las enormes chisteras, los fracs, las corbatas de muchas vueltas y los chalecos rameados, de los que cuelgan las pesadas y largas cadenas de oro. (…) Otras veces, este espejo se rejuvenece, y en los calurosos días de verano, en los meses de julio y agosto, cuando las puertas del café están abiertas, vemos pasar por ellas los tranvías iluminados y atestados de gente, los automóviles silenciosos y ligeros y los coches de punto, tirados por estos caballos siempre viejos y cansados, y ya más en las altas horas de la noche, los transeúntes que cruzan por las aceras o en el empedrado de la calle».

Dos años antes de morir- murió a los cincuenta y nueve años, cincuenta personas fueron a su entierro -, Gutiérrez Solana hablaba aún de este cuadro confesando: «Ramón tuvo ese empeño. Yo lo hice con mucho gusto. Pero me llevó mucho tiempo. Nunca venían los contertulios cuyos retratos tenía que pintar«.

Solana bebía y cantaba, amaba los gatos, los relojes, los fetiches, las viandas bastas y el áspero vino. En la madrileña plaza de Santa Ana, a sus acompañantes, les iniciaba en el rito de la libación de la cerveza. Además de ir a «Pombo» asistía a la tertulia del café «Nuevo Levante«, en la calle del Arenal, donde se reunían Ricardo Baroja y su hermano Pío, Azorín, Valle-Inclán. De él se dijo: «su agudo espíritu de observador de fealdades y miserias le hizo a un tiempo literato y, sobre todo, pintor«.

(Imágenes:- «La tertulia del café de Pombo» de Gutiérrez Solana/2.- el banquete a Don Nadie en el café Pombo- elpasajero.com/ 3.-Ramón Gómez de la Serna.-dipity. com)

ESCRIBIR, MÚSICA, LA SONRISA

Música, escritura, una sonrisa.

Velocidad del sonreir, velocidad de la música, tintín vertiginoso de la escritura.

A veces en un blog, entre tantas preocupaciones mundiales, conviene hacer un  alto y escuchar, ver y procurar una sonrisa.

(Imagen: «La máquina de escribir» de Leroy Anderson.-Martin Breinschmid.-Strau Orquesta del Festival de Viena)

LAS GUERRAS

Las guerras han marcado las fotografías,

las guerras han cambiado el rostro de los niños,las guerras han dado otro semblante a las ciudades,

las guerras han teñido las pinturas,

las guerras han adiestrado a tiradores,

Las guerras han excavado catacumbas,

las guerras han devastado habitaciones,

las guerras han agudizado el hambre,

las guerras han entrado en los museos,

las guerras han violentado los cuerpos, Las guerras, siempre, siempre las guerras.

(Imágenes:-1- Cartier Bresson.-1945.-all-art-org/2-foto André Fromont.-2010/3- vista aérea de Edinmburgo.-1920.- Alfred G. Buckham.-cortesía de Richard y John Buckhan.-National Gallery/4.- Norman Basil Town.-1915.1987.-Peter Nahum.-Leicestergalleries-Online Galleries/5.-Norman Basil Town.-refugio en Inglaterra.-1944-Leicestergalleries-Online Galleries/.-6.- David Douglas Duncan.-all-art.org/7.- foto Rando Mizra.- Galería Sfeir- Beirut.-artnet/8-Giulio Di Sturco.- cortesía de Sony World Photography/ 9.- Brittan Miller.-noche de destrozos.- Alemania 1946.- Museo de la Guerra de Canadá/ 10-Luiz Vasconcelos.-Brasil.-Jornal A Critica Zuma Press.-World Press Photo 2008/ 11.- foto David Guttenfelder.-The New York Times)

HISTORIAS QUE SON AHORA DEL PASADO

Cosas que no hacen más que pasarrecuerda «El libro de la almohada» de Sei Shônagonal que ya me referí en Mi Siglo:

El barco cuando la vela va izada.

La edad de las gentes.

La primavera, el otoño, el verano, el invierno.

Las cosas pasan sobre los periódicos y los periódicos sobre las cosas. Las noticias son cubiertas por nuevas imágenes y las imágenes por nuevas noticias.

Pasan las cosas:

Cosas que llevan a la melancolía.

Cosas que contienen una gracia refinada.

Cosas que llenan el alma de tristeza.

También las cosas más bellas del mundo.

«En primavera – sigue diciendo Sei Shônagon – es la aurora lo que yo prefiero. La cima de los montes se vuelve poco a poco distinta y se aclara fácilmente. Nubes violáceas se alargan. En verano, es la noche. Admiro, naturalmente, el claro de luna; pero también la oscuridad en la que vuelan cruzándose las luciérnagas. Incluso si llueve, me encanta la noche de verano. En otoño, la tarde. Las puestas de sol lanzan sus rayos brillantes y se aproximan a la cresta de las montañas. Entonces los cuervos van a dormir, y se les ve pasar tres, cuatro, dos, y se siente uno deliciosamente triste. Y cuando las largas filas de ocas salvajes aparecen tan pequeñas todo aún es más bonito. Después, cuando el sol ha desaparecido, el ruido del viento y la música de los insectos posee una melancolía que me encanta. En invierno, en cambio, amo la mañana desde muy temprano. No hay palabras para hablar de la belleza de la nieve; pero me agrada igualmente la pureza extrema del hielo blanco o simplementre del frío extremo; muy pronto, se enciende el fuego, se acerca el carbón de madera incandescente: es eso lo que conviene a la estación. Sin embargo, al aproximarse el mediodía, el frío se relaja y no es agradable que el fuego de los braseros se cubra de cenizas blancas».

Pasa Sei Shônagon.

Pasan los siglos.

Los periodicos pasan sobre las cosas y las cosas sobre los periódicos. A las noticias las cubren nuevas imágenes y a las imágenes las cubren nuevas noticias.

(Imágenes:-1–japanese.art/2 .Kano Eitoku -wikipedia/3.-Utagawa Hiroshige.- lluvia en el puente Atake.-wikipedia)

PRIMAVERA 2011 (1) : EL VIENTO DE MARZO

«Bella es la primavera, pues ahora la tierra contempla,

con ojos de amado, la cara del sol;

más largo se hace el día, y la esperanza se adentra

en los acres que dan fruto con renovado esplendor.

Qué dulce es ahora divagar por la tierra,

entre pájaros y flores y todos los animales;

amor encuentra amor, y no hay guerra

en tu corazón o el mío, pues sanan todos los males.

De pueblo en pueblo, por oteros y sembrados,

alegres hemos rodado todo el día;

pero ahora el crepúsuculo ha llegado,

y sobre la iglesia gris, gris es la atardecida.

(…)

¡Escucha, el viento toca el olmo! De Londres viene,

y habla de oro, de esperanza y desazón;

de un poder impotente; del saber que se tiene

y que nada enseña que mejore nuestra condición.

(…)

¡Escucha! El viento de marzo nos habla de la gente;

de vidas que fueron tristes y en pobreza,

y si nuestro amor entre ellos fuera residente,

menor sería mi afecto, menor fuera tu belleza.

Vuelve a la posada, amor, a la luz y al fuego,

y al canto del violín y al ruido de pisadas;

pues allí habrá deseo y sosiego,

y dulce será nuestro despertar a la mañana-

Y así, amor, en nuestro andar, el viento nos sopla a la espalda,

y la última historia de hoy nos relata,

y así en primavera el mensaje nos encuentra;

y esa esperanza oculta ahora se revela.

(…)

Pero mira, la vieja posada, las luces, el fuego,

el canto del violín y el ruido de pisadas;

pronto tendremos silencio, deseo y sosiego,

y dulce será nuesto despertar a los hechos de mañana».

William Morris : «El mensaje del viento de marzo»

(Imágenes:-1.-Joaquim Mir.-almendros en flor/2.-Joaquim Mir.-prmavera.-Montserrat/3.-Jean-Francois Millet.-1817- 1873.- golpe de viento.-Museo Nacional de Gales)

JOHN HERSEY EN FUKUSHIMA

Toshiko Sasaki, empleada del departamento de la Fábrica Oriental de Estaño; el doctor Masakazu Fujii ,a las puertas de su hospital privado; la señora Hatsuyo Nakamura, viuda de un sastre; el sacerdote jesuita Wilhelm Kleinsorge; el doctor Terufumi Sasaki, miembro del personal quirúrgico del Hospital de la Cruz Roja; el reverendo Kiyoshi Tanimoto, pastor de la Iglesia Metodista: todos ellos fueron convocados por el gran periodista John Hersey en su «Hiroshima» (Turner), un libro clásico en los anales del reportaje novelado.

Hersey – de la escuela del New Yorker igual que  Lilian Ross – eligió a seis personajes-testigos, supervivientes de la gran explosión y la gran barbarie del 6 de agosto de 1946. Eran individuos singularmente escogidos para trazar sus vidas en un relato eminentemente sobrio entre tantas muchedumbres japonesas que ya siglos antes grandes pintores, como Matsanobu Okumura, quisieron retratar tanto en las calles de Edo y sus populosas tiendas como en sus inmensos teatros.

Era la multitud. Multitudes que vemos hoy en los telediarios con el llanto interior apenas deslizado ante el impacto de las catástrofes. Van y vienen esas multitudes entre la tragedia y el esfuerzo, entre el destino y la superación. Hersey quizá hoy volvería a escoger a seis personajes para intentar narrar en montaje paralelo lo que ocurre en Japón. Escrupulosa veracidad quiso tener entonces el periodista envuelta en pliegues novelados y en procedimientos literarios para alcanzar la dimensión humana y la calidad de experiencias vividas.

Experiencias que hoy son ejemplo en imágenes del dolor y de la contención.

(Imágenes:-1.-Matsanobu Okumura.-el teatro nakamura- za.-1745.-wikipedia/2.-Matsanobu Okumura.-una calle de Edo-1780/ 3.-Toyoharu Utagawa.- interior de un teatro.- 1776.- The Art Museum of Chicago/ 4.-Richard Avedon.-lotus feet livejournal)

TODA LA NOCHE AMOTINA LAS OLAS

«Toda la noche

amotina las olas

el viento en cólera.

Y los pinos chorrean

húmeda luz de luna.

El sauce tiembla

en el agua corriente.

Bajo su sombra

-rumores y reflejos –

un momento reposo.

Todas las cosas

cambian – todos los días,

todas las noches.

Pero la luna arriba:

siempre la misma luz.

Si yo no creo

que lo real sea

real,

¿cómo creer

que son sueño los sueños?»

El monje Saigyo

(Imágenes:-1.-Martin pescador y el clavel rosado.-Hokusai.-1832.-taringa net/2.- Shibata Zeshin- Japón.-1907-1891.-Fondos Bell y Fondos Annenberg)

JOSEFINA ALDECOA

«Yo me he hecho una especie de escala pequeña – me decía Ignacio Aldecoa en 1966 – En primer lugar hay un escritor, y a un escritor se le debe exigir que escriba bien. Pero, ¿en qué consiste escribir bien? Esto es de difícil respuesta. ¿ Consiste el escribir bien en que la sintaxis sea lo más perfecta posible, según las preceptivas, o consiste en que sea un escritor sugerente, capaz de crear un mundo que impresione al lector? Para mí, yo diría que una cosa es ser un escritor, otra ser un narrador, y otra ser un novelista. A veces en un novelista los valores de narrador son menores que los valores de creador de personajes; otras veces, el novelista hace destacar más lo que lleva dentro de escritor. Naturalmente, hay individuos absolutamente geniales, en los cuales estas tres cosas son tres vasos comunicantes».

Permanecía en un segundo plano, en la habitación de aquella casa madrileña, la mujer de Ignacio, Josefina Aldecoa, que escuchaba nuestra conversación. Estaba Ignacio Aldecoa sumergido entonces en la composición de su novela «Parte de una historia» y me confesaba lo que para él era el estilo. «Para mi el estilo es un anhelo o deseo de precisión por medio del vocabulario, me atengo a lo poemático por medio de la metáfora. Pero lo que deseo sobre todo es que quien quiera leer un libro mío, entre en el ámbito del libro; supedito casi todo a eso. Por eso creo que – igual que el lector tiene una exigencia de escritor – yo tengo una exigencia de lectores».

Ocurría todo ello un año antes de que yo mantuviera otra conversación con Jesús Fernández Santos – en Mi Siglo he hablado alguna vez de aquel grupo de escritores -y faltarían tres años más para que – lamentablemente – Ignacio Aldecoa falleciera.

Aquella entrevista con el gran cuentista español la publiqué íntegra en «Diálogos con la cultura» y hoy la charla entrañable con el autor de «El fulgor y la sangre» viene hasta mí como evocación también de la figura de Josefina que hoy acaba de morir.

(Imágenes: 1.-Josefina Aldecoa.-imagenindustrial. es/ 2.-Josefina Aldecoa con Jesús Fernández Santos.-jesusfernandezsantos.es)

JAPÓN SIN TELEDIARIOS

Cuando en Japón aún no había telediarios la ola gigantesca de Hokusai saltaba y envolvía la pintura de siglos haciendo famoso el bramido del océano.

Era la gran ola de Kanagawa cuya espuma salpicaba de infinitas espumas muchas pantallas invisibles.

Eran los tiempos del dios del viento buscando en el aire al dios del trueno para irritar ambos la piel del mar.

Bajaban las vidas por el azul y el blanco curvado de las pinturas, sobrecogidas todas por el ímpetu.

Asomaba sus fauces la naturaleza y abría su boca sobre las islas.

Huían las gentes despavoridas, desperdigadas ante los acontecimientos.

Eran los tiempos en que en Japón aún no había telediarios y las gentes miraban al cielo creyendo que era el mar.

(Imágenes:-1.- la gran ola.-Hokusai.- Museo metropolitano de Arte de Nueva York/ 2.-  Kaigo no. Fuji.-1834/3.-Ogata Korin.- el dios del viento.-Museo Nacional de Tokio/ 4,- Hokusai.- Sôshu Choshi.- 1832.1834/5.- Ogata Korin.-1658- 1716.-Museo de Arte Moderno de Nueva York/6.-Ban-dainagon-ekotoba.-la muchedumbre espantada por el incendio del palacio inmperial.-Tokiwa Mitsunaga -siglo Xll.-Tokio.-colección Sakai Tadahiro)

PRELUDIOS DE MALLORCA, SILENCIOS DE CHOPIN

plazas desiertas,

raíces prodigiosas,

silencios,soledades,

efigies memorables,

el agua en los paseos,

«Estoy en Palmaescribirá Chopin a Fontana – entre palmeras, cedros, cactus, olivos, naranjos, limoneros, áloes, higueras, granados…, en fin, todos los árboles que poseen los invernaderos del Jardín de Plantas. El cielo es de turquesa, el mar, de lapislázuli; las montañas de esmeralda y el aire, como el del cielo. Sol todo el día. Todo el mundo va vestido como en verano, pues hace calor… Por la noche, durante horas, se oyen cantares y el sonido de las guitarras… En resumen, ¡una vida admirable!».

(Imágenes: distintos rincones de Palma de Mallorca.-fotos JJP.-marzo 2011)

PLA Y CUNQUEIRO

Varias veces he hablado de estos dos excelentes escritoresCunqueiro y Plaen MI SIGLO.

Ahora, con motivo del año Cunqueiro, reproduzco aquí el artículo que en su momento escribí para el Centro Virtual Cervantes:

» Ambos escritores – decía entonces hablando de Pla y de Cunqueiro – proporcionan y proponen una vuelta a los orígenes de las cosas, a la sabiduría del hombre, a ese inspirar y aspirar de la persona cuyo aliento es el humanismo.Está aconsejando Pla —en un mundo de veleidades vertiginosas— a los jóvenes que le preguntan, por ejemplo, «¿Qué hemos de hacer? ¿Podría usted tener la amabilidad de darnos una orientación y decirnos qué podríamos hacer?» Entonces Pla les contesta: «Yo les aconsejaría un viaje a pie […] Su viaje debería tener un objeto: informarse, enterarse de lo que es el país, de cómo vive en él la gente, empaparse de la manera de ser básica, inalienable, insoluble, del material humano […]: pasear y hablar con la gente […] Nada hay, me parece, que ofrezca tanto interés para el ciudadano como saber exactamente en qué consiste su país» (Josep Pla, «Invitación al viaje», en Viaje a pie, Madrid: Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, 1979, pp. 7 y 9).

Estamos, pues, aquí, no sólo en el suelo y en la tierra de los caminos, sino también andando por las veredas del sentido común —un sentido muy del payés y del mundo de Pla—, un camino sembrado de recomendaciones que nos marcan el ritmo del paso del hombre.

Tomemos otro ejemplo, éste de Cunqueiro: «La inmensa cantidad de noticias que al hombre le es suministrada es inadmisible. Tal cantidad termina formando insensiblidad. Puede decirse que la información que se le suministra al hombre en 1977 es infinitamente superior a la que ese hombre necesita, y por ese mismo exceso lo transforma en un hombre desinformado» (Álvaro Cunqueiro, «Sin agua y con noticias», Arriba Dominical, 12 de junio de 1977, p. última).

Y otro texto, también de Cunqueiro: «Recientemente aludía Giovanni Ansaldo a la disminución de la capacidad de asombro en las gentes de la inmensa cantidad de varia noticia que se le suministra diariamente y señalaba la creciente pérdida de credulidad y, finalmente, la indiferencia» (Álvaro Cunqueiro, «Noticias y prodigios», El Progreso, 1 de septiembre de 1960).

Ambos textos —el de Pla y los dos citados de Cunqueiro— nos proyectan hacia la paradoja. ¿Cómo es posible que Pla —en una civilización en la que viajar es global y meteórico, fulminante en velocidades— nos aconseje la sabiduría de un viaje a pie? ¿Cómo es posible que Cunqueiro —en un mundo de saturación informativa y de multiplicidad de medios (y eso que él se refiere aún a la frontera de 1977; ¿qué diría en 2011?—, denuncie que cada vez se es más insensible como lector y como persona y cada vez se pierde más la capacidad de asombro?

La respuesta no es la paradoja sino —como decíamos al principio— el recordatorio y la llamada de atención al sentido común. No se conoce Nueva York sino viajando a pie por la Gran Manzana, no se conoce Estados Unidos sino paseando y hablando con las gentes de esos pueblos escondidos entre cordilleras y llanuras y que únicamente intuimos por el cine o por la televisión; así se conoce Bombay, entre los olores, los colores y los pliegues que cubren las callejuelas, y así se conoce Moscú, deteniéndose en las esquinas desoladas, a veces alcoholizadas, frecuentemente heladas y abiertas a la urbe gigantesca. Es decir, al hombre lo conoce el otro hombre entrecruzando los pasos con él, entrecruzando las palabras: en resumen, yendo a pie por el tiempo que nos circunda y por el espacio que nos envuelve. En un siglo de velocidades aéreas sólo conocemos al hombre en la distancia corta, en la conversación personal, en el interés por el otro que se descubre en la cercanía, en el sosiego y hasta en la lentitud.

Por su parte, Cunqueiro nos pregunta para qué nos inundamos de información si bajo esa cantidad nos ahogamos entre la indiferencia y la falta de asombro. La calidad de nuestras respuestas debe recibir y asimilar las calidades que nos proporcionan los medios, no las cantidades. Por tanto, habría que educar siempre al periodismo en las calidades que nos suministra y no en el copioso vertido de la cantidad. Y habría que mantener en la educación del hombre —del receptor— esa llama, también de calidad, denominada interés, sensibilidad y asombro.

Siempre el hombre, dando vueltas al hombre, el hombre que no acaba nunca de encontrarse a sí mismo. Dos periodistas vuelven al humanismo. El hombre olvida que debe leer el periódico con el corazón para estar informado».

(Imágenes: 1.-Josep Pla a los veinte años.-asacademic.-Fundación Josep Pla.-colección Josep Vergés/ 2.-Álvaro Cunqueiro.-laregion.es)

SI TE LLAMO AZUCENA

«Si te llamo azucena, si te llamo,

¿a qué jardín del mundo no le obligo?

Si te digo romero, si te digo,

¿a qué monte del mundo no reclamo

que tenga tu color y olor? Te amo

por el romero en ti, porque te sigo

como a jardín del alma que te digo,

como monte del alma que te llamo.

Y con tanto nombrarte y renombrarte

sin variar de nombre, a cada cosa

bella, la voy llamando con mi acento;

y las dejo morir al silenciarte,

y si digo azucena y digo rosa,

las nombro a ellas, pero a ti te siento».

José Antonio Muñoz Rojas

(Imágenes:-1.- Eva Watson- Schütze.-1903/ 2.-Georgia O´Keeffe.-amapola roja.-1927.-arthistoryarchive)

SAN PETERSBURGO Y EL POETA

«Nací y crecí en la otra orilla del Báltico – decía Brodsky en su Discurso de aceptación del Premio Nobel -, o, por así decirlo, en su página opuesta, gris y movida por el viento. A veces, en un día claro, especialmente en otoño, desde alguna playa en Kellomäki, un amigo señalaba el norte, al otro lado de esa gran hoja de agua y me decía: ¿Ves aquella franja azul de tierra? Es Suecia«.

Son los poetas los que rodean a las ciudades. Las rodean con sus versos, las cantan con sus poemas. En el caso de Brodsky – al que más de una vez he aludido en Mi Siglo -, es San Petersburgo con sus imágenes sucesivas las que nos va llevando de Pushkin a Gogol, de Bieli a Dostoievski. Sobre el río Neva descansan imágenes fluidas, teatros, bailarinas, atardeceres, batallas.

Pasan al costado del río los Palacios,

Desciende la nieve,

Llamean los incendios,

Danzan las bailarinas,

Un cuarteto nos eleva a la música,

Estallan asesinatos,

Se preparan alineados los jinetes,

Se extienden los asedios,

Y un fotógrafo mientras tanto lo capta todo. Al menos intenta captar todo San Petersburgo. Bajo su paraguas  -contra el sol y  la lluvia – este fotógrafo en la esquina de la calle recoge las imágenes:

Resuena mientras tanto la sabiduría de Brodsky, las advertencias que nos da el poeta:

«Tengo la cereteza – dice – de que, para alguien familiarizado con la obra de Dickens, matar en nombre de una idea resulta un poco más problemático que para quien no ha leído nunca a Dickens. Y hablo precisamente de leer a Dickens, Sterne, Stendhal, Dostoievski, Flaubert, Balzac, Melville, Proust o Musil; es decir, hablo de literatrura, no de alfabetismo o educación. Una persona cultivada, tras leer algún tratado o folleto político, puede ser sin duda capaz de matar a un semejante y sentir incluso un rapto de convicción. Lenin era un persona culta, Stalin era una persona culta, Hitler también lo era; y Mao Zedong incluso escribía poesía. Sin embargo, el rasgo que todos estos hombres tenían en común consistía en que su lista de sentenciados a muerte era más larga que su lista de lecturas».

(Imágenes:-1.-el río Neva.-por Dubovskoy.-1898.-encspb. ru/ 2.- vista del Neva.-1810.-encspb.ru/ 3.-palacio Anichkov.-por Sadovnikov.-1862.-encspb.ru/4.- San Petersbugo.-acuarela por Bragants 1860-1862.-encspb.ru/5.- fuego en San Petersburgo en mayo 186.-encspb.ru/6.-Anna Paulova en el ballet «La Sílfide».-por serov.-encspb.tu/7.- cuarteto Vielporsky- por Rohrbach.- década 1840.-encspb.ru/ 8.- asesinato de Alejandro ll en marzo 1881.-por Rudneva.-encspb.ru/ 9.- jinetes en el puente Pevchesky.- 9 de enero 1905.-encspb.ru/10.-asedio de Leningrado.-encspb.ru/ 11.-fotógrafo KK Bulla.- 1853-1929.- estatua en la calle Malaya Sadovaya.-encspb.ru)

LA PERSONA QUE ESCRIBE

«Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo todas las luces, ya sean del exterior o de las lámparas encendidas durante el día. Esta soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escritor. (…) La soledad no se encuentra, se hace. La soledad se hace sola. Yo la hice. Porque decidí que era allí donde debía estar sola, donde estaría sola para escribir libros. Sucedió asi. Estaba sola en casa. Me encerré en ella, también tenía miedo, claro. Y luego la amé. La casa, esta casa, se convirtió en la casa de la escritura. Mis libros salen de esta casa. También de esta luz, del jardín. De esta luz reflejada en el estanque. He necesitado veinte años para escribir lo que acabo de decir».

Marguerite Duras: «Escribir» (Tusquets)

(Imagen: Alfred StieglitzAlfred Stieglitz, USA.-wn. com)