CRÍMENES Y GASTRONOMÍA

«Poirot agarró con brusco ademán el martillo de azúcar que se encontraba en la biblioteca, lo hizo girar y lo abatió…como si fuera a partir el cráneo de Robin. El gesto había sido tan terrorífico que más de uno exhaló un grito», se lee en «La señora McGinty ha muerto«. Agatha Christie, en uno de sus viajes por el mundo acompañando a su segundo marido, quedó pasmada ante aquel objeto que tenía ante sí sobre la mesa del comedor: un martillo de azúcar adornado con dibujos de pájaros y una cabeza de gamo. Aquello le proporcionó el germen de la acción que en una de sus novelas ejecutaría Hércules Poirot. La gastronomía rodeó a la escritora en muchas ocasiones de su vida. En 1961 la autora de «Muerte en el Nilo»  invitaba así a su casa a una amiga suya: » ¿Quieres venir a las ocho y media? Degustaremos una gran cantidad de caviar. No habrá nada más que café solo, pero es posible que comamos una cantidad de caviar suficiente como para no desear otra cosa. De todas maneras, siempre habrá jamón». En su novela «Después del funeral«, la escritora señala con ironía: «tras el delicioso caldo de pollo y las carnes frías regadas con un excelente vino de Chablis, la atmósfera fúnebre se aligera bastante«.

Agatha Christie fue durante toda su vida una infatigable consumidora de manzanas, una de sus frutas preferidas junto con los melocotones que cultivaba en su propiedad de Greenway House. Fue allí, al cumplir los ochenta años, cuando quiso recibir de manera especial a sus familiares y amigos: » anoche – contaba la escritora al día siguiente -, picnic en la landa con cinco perros y un magnífica cena: aguacates a la vinagreta, langosta con crema, helado de moras y auténticas moras con mucha nata y, ¡oh, qué delicia!, una gran jarra de verdadera nata para mí y champán para los otros...».

Se ha dicho que cierta glotonería en la novelista pudo surgir ya en casa de sus padres, cuando éstos invitaban a cenar a Henry James o Rudyard Kipling. Igualmente se ha escrito que, poco tiempo después de casarse con Archibald  Christie, su primer marido, cuando ella trabajaba como enfermera voluntaria, le intrigaba la presencia de «unas botellitas azules y verdes con etiquetas rojas» que llegaron a inspirarle un poema:

«Se halla el sueño, el reposo, el reflujo de los dolores,

pero también la amenaza, el asesinato y la muerte repentina,

en esos frascos verdes y azules…»

Entre otras numerosas investigaciones se encuentra la tesis de Farmacia «Estudio crítico del uso de los tóxicos en la obra de Agatha Christie«. Son los venenos extraídos de frascos azules y verdes, a veces disueltos en sabrosas recetas de gastronomía. Es el asesinato líquido, apenas desvelado, aquel que sabrán descubrir pacientemente los detectives. Mientras tanto Agatha Christie, levantando su cabeza de la máquina de escribir, parece que nos invitará a desgustar su menú personal.  Su biógrafa nos lo recuerda muy bien: «eran platos simples pero deliciosos: huevos con bacon, pollo frío con mayonesa (una de sus especdialidades), tortilla o tostada con anchoas, algo que sus invitados no olvidaban así como así».

(Pequeña evocación ahora que se comentan los 120 años de Agatha Christie)

(Imágenes:-1-la escritora en su casa.-travelnauta. com/2.-Agatha Christie.-librosgratis)