«Lo que me ha importado al escribir sobre Buenos Aires – me dice Mujica Láinez – ha sido tratar de exaltarla, creándole los mitos de los cuales esa ciudad carece, porque las grandes ciudades europeas los tienen hace mucho tiempo; la mía, tenía elementos con los cuales se la podía rodear de un hálito mítico; en los cuentos de Misteriosa Buenos Aires, una de las cosas que busqué fue el vincular esta ciudad tan remota con ciertos temas universales: así escribí un cuento en el que un hombre, al fallecer hacia 1800, sólo entonces se da cuenta de que él es el hijo de Maria Antonieta; en otra narración, unos pilletes le envían una carta al niño enano del cuadro de Las meninas para entregarle una receta que quitara el embrujo del rey Carlos, etc.».
«Yo no he tenido nunca seguridad como escritor – me sigue diciendo el autor de Bomarzo -. ¿Qué escritor la tiene? Yo no marqué ningún camino, pero lo que sí es cierto es que he podido ver cómo los libros míos se dividen en distintos períodos: el período porteño; luego, los libros de reconstrucción histórica; después los libros en que despego de la historia; por fin, el retorno a los tiempos primeros. Esas distintas etapas se conjugan en cierto modo y sin duda crean una unidad: son como peldaños.
Pienso que una de mis grandes características ha sido quizá la inconsciencia; gracias a eso todavía ahora miro hacia delante como si me faltaran treinta o cuarenta años de existencia. Me ha ayudado mucho mi gran vitalidad, como también me perjudicó el periodismo, y respecto a la ilusión siempre he pensado que la justificación de mi paso por el mundo era la obra que pudiese hacer, puesto que no soy de los que anhelan sobre todo plantar un árbol o tener muchos hijos; los tengo, y por supuesto los quiero, pero algo ha habido en mí más principal».
«Quien conozca mis novelas verá cómo me gusta jugar con el tiempo – sigue diciéndome -. En Bomarzo o en El Unicornio voy y vuelvo hacia adelante y hacia atrás con el tiempo; lo mismo va a suceder con El escarabajo, donde van a tener tanto papel los dioses egipcios, como Mercurio, o como la Musa, o como los ángeles…, todos van a estar en el mismo plano. Para mí, la ciudad es menos inportante que las casas: las casas me importan mucho; las casas y lo que ellas encierran: lo mismo el castillo y el parque de Bomarzo que la vivienda de mi novela La Casa o la quinta de Aquí vivieron. Lo del pasado reconstruido, creo que proviene de tradición familiar; cuando escribo los libros sobre Buenos Aires, mucho elemento de la reconstrucción nace del anecdotario; en el caso de Bomarzo y El laberinto ellos me han exigido muchísimo estudio y rigor, los he ido haciendo como podía elaboraralos un historiador, y después se sumará a él un narrador, calculándolo todo para que no pese».
«Lo que más ha influido en mi obra literaria – me continúa diciendo – ha sido mi adolescencia. Mi primerísima juventud ha influido sobre las novelas, puesto que yo me dediqué a reconstruir un poco lo que fue la sociedad tradicional de Buenos Aires; como yo era un muchacho muy andariego y frívolo, iba de aquí para allá; eso luego me fue muy útil para escribir novelas. Me pasó algo parecido a Proust. Con todo ese material escribí libros de la sociedad de Buenos Aires e inluso esa novela que transcurre en el teatro Colón, tiene por origen aquellas épocas mías primeras.
Otra novela mía, en cambio, El escarabajo, es un libro aparte de lo que he hecho hasta ahora. (…) En cualquier cosa que he escrito, antes de empezar un capítulo trazo de modo exacto un plan, y me atengo a él; los personajes no me conducen, como a tantos otros autores les sucede; los reduzco a que vivan dentro del mismo plan; y lo mismo, los capítulos».
«Hay una tendencia en mí –me dice Mujica -a todo lo invisible, desde niño siempre he tenido la impresión de vivir rodeado de presencias invisibles. Me han sucedido en la vida cosas curiosas. No he podido apartar la idea de que algunas de esas ideas curiosas eran muy reales; por ejemplo, que cuando se apaga la luz y está la oscuridad todo cambia, y quién sabe qué habrá ahí en lugar de lo que había; eso me asusta un poco”.
De repente se apaga la luz. ¿Estamos en 1979 o en 2010? ¿ Soy yo el que está presente y Mujica Láinez es el desaparecido, o es él el que se me aparece en la oscuridad evocándome aquellas frases que me dijo en Madrid hace ya 31 años? Del cansancio de los objetos me habló aquel día y lo reproducí en Mi Siglo. Como me habló de la misteriosa desaparición de su sortija y también lo conté. Le miro ahora fijamente con la luz apagada al autor de El Laberinto y parece que no hubiera pasado el tiempo, parece que fue ayer.
(«Diálogos con la cultura», pás 205-212)
(Recuerdo del gran escritor argentino en el centenario de su nacimiento: septiembre 1910-2010)
(Imágenes: 1.-Manuel Mujica Láinez.-foto Aldo Sessa.-lanación.com/2.-Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Mujica Láinez.-lanación.com/3.-Mujica Láinez en la presentación de su novela «El gran teatro», con Mirtha Legrand y Nicolás García Uriburu, en 1979.-foto La Nación.-lanación.com/4.-casa de Mujica Láinez en «El Paraiso» La Cumbre.-Córdoba.-alacumbre.com/5.-foto La Nación.-lanación.com)