Cuando Catherine Deneuve, Stefania Sandrelli, John Malkovich e Irene Papas charlan en el film de Manoel de Oliveira Una película hablada, ese hablar sobre el océano pausado, su conversación inteligente, a veces crítica, siempre respetuosa con las opiniones ajenas, sueña con la posibilidad de un posible entendimiento entre idiomas y lenguas, el barco va dejando un surco sobre el silencio del agua y ese surco es el soporte para una tranquila conversación, un cambio de impresiones casi entrañable que – si continuara en el tiempo – nos llevaría quizás hacia un mundo inefable, diálogo de paz, tolerancia de maneras sin mezcla alguna de confuso Babel, en resumen, serenidad de una madura convivencia.
Parece que nos estuviéramos moviendo en el descubrimiento de la lentitud. Las aguas se mueven lentamente en la película y las opiniones también. Las vidas aspiran a navegar en calma, atraviesan su viaje de civilizaciones, explican cuanto fuimos e imaginan lo que podríamos ser si fuéramos de otra forma. Pero somos así, el mundo actual es así, y en el vientre de ese barco va escondida la espoleta de la amenaza, una bomba de inquietud que mata al diálogo, explosión de una violencia que hará resplandecer en llamas la paz de las caras.
Tal explosión destroza de modo fulgurante la raiz de ese diálogo. Enciende el silencio. La película hablada deja de hablar. Ortega decía: «al conversar vivimos en sociedad, al pensar nos quedamos solos«.
(Imágenes:-escenas del film «Una película hablada», de Manoel de Oliveira)