UN ROSTRO EN LA VENTANA

“Hay en ciertas ciudades de provincias — escribe Balzac en ”Eugenia Grandet” —algunas casas cuya vista provoca una melancolía igual a la que inspiran los claustros más sombríos, las landas más yermas o las más tristes ruinas. Es porque, sin duda, se encuentran en estas casas, a la vez, el silencio del claustro, la aridez de las landas y los despojos de las ruinas; la vida y el movimiento adquieren en ellas una marcha tan reposada, que un extranjero las creería deshabitadas, si no encontrase de repente la mirada lánguida y fría de una persona inmóvil, cuyo rostro, medio monástico, asoma por la ventana al oír el ruido de pasos desconocidos.”

(Imagen — Inge Morath- 1989)

MUERTE DE UN PERSONAJE

Cuenta Stefan Zweig que cierto día un amigo de Balzac entró sin anunciarse en el estudio de éste. Balzac, que entonces estaba trabajando en una novela, dio media vuelta, se levantó de golpe, tomó al amigo del brazo en un estado de suprema excitación, y exclamó con lágrimas en los ojos: ”¡Qué horror! La duquesa de Langenis ha muerto”. Su visitante le miró perplejo. Conocía bien la sociedad de París, pero nunca había oído hablar de la duquesa de Langenis, y en realidad tampoco existía una duquesa de ese nombre; no era sino una de las figuras de la novela de Balzac, quien, en el instante de entrar el amigo, describía la muerte de aquella. Tenía esa muerte tan presente como si la hubiera visto con sus propios ojos, y aún no había despertado de su sueño productivo. Sólo cuando se apercibió de la sorpresa de su visitante, se dio cuenta de que hallaba nuevamente en otro mundo, que el de la realidad”

(Imagen—Harriet Backer— la biblioteca de Thorvald Boeck)

LAS PALABRAS Y EL VIENTO

Las palabras se las lleva el viento. En 1936, Iving Thalberg, directivo de la Metro disuadía a alguien de que comprara los derechos de “Lo que el viento se llevó” diciendo, como recuerda Eco, que “ninguna película de la guerra civil ha dado nunca ningún dinero”. Gary Cooper, tras rechazar el papel de Rhett Butler, comentaba: “Lo que el viento se llevó” será el fiasco más clamoroso de la historia de Hollywood.”

Mas ejemplos: de “Les Demoiselles d ‘Avignon” de Picasso un marchante en 1907 señaló: “es la obra de un loco”. Chaikovski decía de Brahms: “He estudiado mucho la música de ese bribón. Es un bastardo que carece de toda calidad.” Hablando de Renoir, Manet le decía a Monet: “Ese joven no tiene ningún talento.” Un crítico en 1737 afirmaba: “Las composiciones de Johann Sebastian Bach carecen de belleza, de armonía y, sobre todo, de claridad.” Otro crítico en 1856 aseguraba de Balzac : “en sus novelas no hay nada que revele especiales dotes imaginativas, ni la trama, ni los personajes. Balzac no ocupará jamás un lugar de relieve en la literatura francesa.”

Las palabras se las lleva el viento. También muchos vaticinios. Quedan felizmente las realidades que ilustrarán para siempre las letras, la pintura, el cine y la música.

(Imágenes-1- Mondrian / 2- flores)

LOS NOMBRES DE LOS PERSONAJES

 


“Hay muchos sistemas para ayudarse en la creación. Por ejemplo,  los pequeños cuadernos abiertos con nombres preparados , dedicadas  esas  listas  a consignar nombres y apellidos originales,  saber mezclarlos, archivarlos,  tenerlos así dispuestos para el momento de escribir una novela o un cuento. Simenon mantenía al alcance de su mano numerosas listas de teléfonos que abarcaban casi todos los países y de ellas extraía con precisión los nombres de sus personajes. Hoy con Internet no los necesitaría. Pero es importante hacerse con ese archivo personal de nombres, y sobre todo adecuar bien los nombres con los apellidos, situarlos en un lugar concreto y que correspondan de modo lógico a un país determinado, a un ambiente y a un oficio. Puede compararse esa labor de preparación de materiales  a la que pueda realizar un pintor disponiendo antes de su  trabajo los botes y las mezclas, o los instrumentos , por ejemplo, que vaya a emplear luego un escultor. Esos instrumentos de los que uno se sirve en la creación literaria no se limitan por tanto a plumas, lápices, ordenadores o impresoras sino también a apellidos y nombres dispuestos  en listas propias, que uno mismo ha confeccionado. Quizá igualmente podremos tener necesidad de crear personajes que aparezcan en cuentos o novelas y que provengan de otras latitudes y así tendremos a mano, por ejemplo, a  Karadjos, que es  nombre yugoslavo, a Miroslav y Karel como nombres checos, a Tadeusz como polaco, a Elof y  a Agda como suecos, etc, etc. No digamos nada de los más sencillos en los países más conocidos, pero siempre será útil tenerlos anotados – incluso añadiendo ya los apellidos que elijamos – para no perder ningún tiempo valioso mientras escribimos.
Ha habido sobre esto  diversos autores que han confesado anotar nombres provenientes de tumbas de los cementerios, pero  ya de por sí algunas esquelas en los periódicos – principalmente observando la lista, a veces larga, de los familiares – pueden  quizá ayudarnos para elaborar nuestro propio elenco de personajes.

 

Se ha escrito mucho sobre los nombres de los personajes y no hay más que recordar lo que dice David Lodge en “El arte de la ficción”: “ en la novela, los nombres nunca son neutros ( …) Nuestros nombres de pila nos son dados generalmente con alguna intención semántica: tienen para nuestros padres algún significado agradable o esperanzador. Los apellidos, en cambio, son generalmente considerados arbitrarios, No esperamos, por ejemplo, que el señor Pastor vigile rebaños ni le asociamos mentalmente con esa ocupación.”
Y sin embargo Balzac cuidaba enormemente esos nombres y apellidos. Se proponía que en muchos de ellos se reflejaran contrastes y  que hubiera correspondencia con la personalidad que los llevaba.. La señora Sauvage, por ejemplo, aparece realmente en una de las novelas como salvaje y cruel, el bondadoso Pons será llamado por su amigo alemán Bons, y este amigo, feísimo, se muestra en cambio con un apellido que en alemán significa “guapo”, “elegante”, otro personaje – Tonsard – (del latín “pondere”, desmochar árboles) será un experto podador, etc, etc.””

José Julio Perlado —“El proceso creador”

 

(Imágenes:— 1-  Robert Doisneau – París 1940/2– Heinz  Hajec Halke / 3- Fox fotos- Londres  1930)

GOETHE Y EL EMBUTIDO

 


“Cuenta el gran filólogo y estudioso alemán Ernst Robert Curtius en su “Diario de lecturas” : ‘ cuando me encontraba escribiendo un libro sobre Balzac y quise reunir testimonios de la acogida dispensada a este autor por sus contemporáneos, intenté conseguir los diarios de Goethe, que, como es sabido, tan sólo en la edición de Weimar se reproducen completos. Me resultaba difícil el acceso al texto deseado. Mas he aquí  que, al comprar embutido, el tendero me lo envolvió en un pliego de la página de la edición de Weimar que  contenía precisamente el texto buscado.  En momentos de gran efervescencia intelectual, las cosas vienen a uno sin que antes las haya perseguido.”

(Imagen —Edouard Manet)

LA SEÑORA MAIGRET Y LA COCINA

 

 

“Hay un personaje sin el cual Maigret no sería  Maigret. —recuerda Xavier Domingo en “Cuando solo nos queda la comida”—Se trata de Louise, su discreta y dulce esposa.  Sabemos que Louise era alsaciana, de Colmar precisamente, y nacida en el seno de una familia de servidores del Estado, aunque no en la rama policial. Sus ancestros pertenecían todos al honorable cuerpo de Puentes y Carreteras. Jules Maigret, que recién acababa de abandonar su uniforme de guardia  de tráfico para entrar en la criminal, la conoció en casa de unos amigos ( los Leonard) y la sedujo. Louise llevaba ese día un traje azul y lo único que dijo a Jules fue : “Se han dejado los mejores: pruebe estos”, señalando una bandeja de pasteles.

 


Louise es una gran cocinera, una cocinera de terruño, que colecciona recetas y confecciona platos sin los cuales Maigret no podría vivir ni investigar. Se publicó hace tiempo en Francia un libro titulado “El cuaderno de recetas de la señora Maigret”, recopilando los platos que come el inspector a lo largo de sus pesquisas, platos amorosamente cocinados por una esposa hogareña y un tanto borrosa, pero al mismo tiempo tan real como cualquier otro de los personajes de Simenon. Y, si Louise sabe cocinar, indudablemente , Jules sabe comer. Hubo pocos grandes detectives gastronómicos.  Yo recuerdo a Maigret  y al célebre Nero Wolffe de Rex Stout.

Me parece, por otra parte, que hacer comer a los personajes de una novela y decir lo que comen, es un dato de buen novelista y pocos son los que caen en la cuenta de que dar cuenta de los gustos culinarios de un protagonista, explica mejor su carácter que las disgresiones psicológicas y sociológicas. Cervantes sabía eso y, por supuesto,  Balzac. Sería imperdonable olvidar, entre los grandes novelistas gastrónomos, al negro norteamericano Chester Himes. Los personajes del Harlem de Chester Himes, son perfectamente cervantinos, y muy en especial en su relación con la comida.

Pero volvamos a Maigret. Una tarde, en “Maigret y el asesino” leemos: “le quedaban 200 metros de caminata para llegar a su casa en donde reinaba un olor de caballas al horno. La señora Maigret las ponía con vino blanco a fuego lento, con mucha mostaza.

.¿Quieren probarlas?”

 

 


(Imágenes—1-Eliot Hodgkin -1961/ 2-Luis Meléndez -siglo XVll- Museo Del Prado/ 3-Claude Monet- 1873)

UN PALCO EN LA ÓPERA

 

 

Oliver Sacks cuenta en su “Musicofilia”  que él conoció  a un tal Martin que se sabía más de dos mil óperas, así como “El Mesías”, el “Oratorio de Navidad” y todas las cantatas de Bach. “Llevé partituras de algunas de estas obras – dice -, y le puse a prueba lo mejor que pude; no le encontré ningún fallo. Y no eran sólo las melodías lo que recordaba. De tanto escuchar las interpretaciones había aprendido lo que tocaba cada instrumento, lo que cantaba cada voz.”  Pienso que era como permanecer continuamente sentado en un palco, asistiendo incansable al desfile de casi todas las óperas del mundo.

 

 

A finales de la década de 1830, – como evoca Tim Blanning enEl triunfo de la música” -, la condesa de Blessington describió de modo preciso el palco real del San Carlo : “ El palco real  – contó– se encuentra en el centro del teatro y constituye un objeto sumamente sorprendente y decorativo. Sobresale considerablemente, apoyado sobre palmeras doradas y rematado por una gran corona, de la que descienden a los lados unas sólidas colgaduras, aparentemente de metal pintado y dorado, imitando un paño de oro, sostenidas por figuras de la Fama. El interior está revestido de paneles de espejos y forrado con terciopelo carmesí adornado con flecos dorados.”

Y ahora, como si estuviéramos ante un palco histórico casi encima  del tiempo, una exposición en Madrid, en Caixa Forum, nos acerca a las intimidades de la ópera y  sus teatros.  Esos teatros de la ópera a veces han realizado en algunas ciudades viajes insólitos. En la capital de Francia, por ejemplo, – si seguimos los pasos de Eric Hazan en “L’ invention de París” -,  nos encontraremos  con la calle donde está la iglesia de Notre- Dame- des- Victoires, y esa calle conoció tres óperas. Más tarde la ópera emigró hacia 1780  a otro sitio cercano al bulevar de los Italianos y en 1821  la Ópera se alejó algunos metros más, atravesando ese bulevar y fijándose al fin en la gran Ópera del siglo XlX, la mítica sala de Rossini, Donizetti, Berlioz, y en otro sentido, de Balzac y de Manet, para, tiempo después, establecerse en la que hoy conocemos y admiramos. Viajes de  óperas, voces y músicas  y viajes de tantos escenarios.

 

 

(Imágenes- 1- Mary Cassatt- 1878 – Museo de Bellas Artes de Boston/ 2- foto David Leventi – Ópera de Estocolmo / 3- Ópera de París- wikipedia)