RAFAEL Y FEDERICO

Casi una celda,alegre, clara — escribe Alberti sobre la habitación de García Lorca—.  Cuatro  paredes blancas, desprovistas. A lo más,  un dibujillo de Dalí, recién fijado sobre la cama del residente de aquel cuarto. Porque  estamos en la Residencia de Estudiantes, sobre los altos del Hipódromo madrileño. ¿Una celda ?Quizá más bien una pequeña jaula suspensa de dos adelfos rosados, abrazada de madreselvas piadoras, vigiladas por largos chopos tembladores, hundido el ancho pie en el canallillo de Lozoya. Y todo al alcance de la mano: flor, árbol, cielo, agua, la serranía sola, azul, el Guadarrama ya sin nieve.

Pausa. Dislocadorra interrupción admirativa, las mil y una del que lee en voz alta las octavas reales del poema. (Y  mientras, desde la ventana:  los gorriones estridentes atacándose, ocultos, sacudiendo el olor a enredadera que gatea por el muro;  el jardinero espolvoreando de plata, hasta doblarlos, los rosales, y el “manso viento” siempre …)

Silencio. Nuevo silencio apasionado, casi ahogada la voz de quien recita ahora, fuera los ojos de la página, más verde aún su baja morenez  contra el blanco extendido de las almohadas.

Muy pocos años tendría entonces Federico García Lorca. Apenas veinticinco. Y, desde aquella tarde, la égloga del poeta de Toledo, oída al de Granada, se me fija por vez primera, estampada sobre aquel paisaje de Madrid, ya para toda la vida.

 José Julio Perlado

imágenes – 1- Rafael Alberti/ 2- García Lorca- wikipedia