
Es este pueblo montañés muy marinero — cuenta Gutiérrez Solana – – y como el Astillero, Castro Urdiales y Laredo, de los más importantes de la provincia, pues el mar les da mucha alegría. Tiene Castro una hermosa plaza, donde está enclavada la Catedral; en los muros traseros de la colegiata, los marineros recuestan sus espaldas los días de huracán para resguardarse del viento; en clavos metidos en sus junturas, que son grandes bolas de piedra, cuelgan los encerados y las redes puestas a secar.
Ya cerca de ,Santoña, y llegando a Treto, vemos una porción de vagones : estos vagones , abiertos a los cuatro vientos en su marco negro, el cielo encuadrado y encerrado, resalta más brillante y limpio que el resto del ancho celaje.
Al irnos acercándonos a Santoña contemplamos más de cerca el pueblo de Laredo; la mar está muy baja y en seco hay muchos pataches y barcas tumbados en la arena con las velas colgando de los palos y otras recogidas; los marineros andan muy deprisa, descalzos, a pesar de lo inclinado que están los barcos, sin caerse; alguno sale de una casa camarote con un plato o una fuente a lavarlo en la cubierta, luego desaparece por la escotilla, cómo si se lo hubiera tragado el barco. Cuando nos vamos acercando a Santoña, un velero, en la mar gruesa, lucha con las olas y nos da la ilusión, a esta gran distancia, que casi no se mueve. : lleva todas las velas desplegadas al viento y de pronto hace un rápido viraje y empieza a ganar tierra.
Estos son los mismos veleros que iban a México y que anclaban en Santander antes de la reformas.
Ya vemos de cerca Santoña, relumbrando al sol todos los cristales de las ventanas de sus casas y las blancas arenas de la playa, y sus calles nos ciegan la vista y se vé más la capa de polvo del pueblo.
José Julio Perlado

imágenes— 1- Santoña/ 2- Laredo