

Se aficiona a lamentarse de su suerte, y acompaña este lamento con el vacío de su sonar en el bolsillo, aquella razón que no tenía razones puesto que al poeta le sonreía la fama. Empieza a encontrarse con el aura envidiable de la devoción en su torno, y la de sus enemigos. Amo de sus partidarios, y hostilidad de tallas tan potentes como la de Lope y Quevedo. Tiene el honor de ser pintado por Velázquez, y el retrato esboza un gesto enérgico, la incomparable austeridad adusta que correspondía a su mal talante. Góngora es avinagrado, resalta su perfil en una corva nariz, de la que tanto se burló Quevedo en aquellas incruentas luchas de papel. Pero estima tan alto sus cualidades de poeta que se confiesa fiscal de sus obras, esfuerzo de cuidadosa composición hasta hacerlas regalo del oído.

Un verso que en principio escribiera,”en campos de dehesa pace estrellas” no le satisface, y lo transforma ” en campos de zafiro pace estrellas“. Cambia la palabra” dehesa” por la de ”zafiro” y la coloca en el centro del verso, allí donde pueda resplandecer mejor. Dámaso Alonso y Leo Speicher, los dos gongoristas más calificados, no se ponen de acuerdo al intentar comprender el verso citado, ya que Góngora, en algunos trozos de su poética, es muy difícil de atisbar. Tiene entre sus poemas aquel famoso que trata de la primavera, del “toro robador de Europa” en imagen semejante al signo del Zodíaco ’Taurus’, que es de donde se deriva la ‘Primavera’. Se le podría calificar por esto de raíz de donde parte el arte barroco; es el predominio de la curva sobre la recta, el de la dinámica sobre la estática, el de lo artístico sobre lo natural”
José Julio Perlado
