
“Aquel aéreo puente de doble linea de ojos tan altos y multiplicados, invirtiendo el orden de costumbre — escribe José María Cuadrado sobre el Acueducto en sus ”Recuerdos y bellezas de España” — da paso al agua por el pretil y a los hombres y caballerías por lo más hondo del cauce. Desde arriba o desde abajo, por delante o por detrás, de frente o de soslayo, ofrece variadas perspectivas a cual más bella y original, mostrando al través de sus aberturas cual por los agujeros de un neorama cielo, calles, edificios, verdes paisajes, lejanos horizontes. Sobre su fantástico fondo resaltan cual si fueran monumentos las construcciones más vulgares; pero él campea y sobresale como el monumento por excelencia. Sencillez, elegancia, grandiosidad, se hermanan con admirable acuerdo en su perfecta estructura: la piedra, no traída de lejos, sino sacada del mismo suelo según indican las excavaciones, berroqueña, pulimentable, jaspeada con vetas negras, ha ido tomando un oscuro y venerable barniz sobre el cual se desliza tiempo hace la acción de los siglos

Labrados a pico los sillares, grandes y cuadrilongos por lo general, y presentando todos alguna cara exterior, de manera que puedan contarse, encajan entre sí tan exactamente que no necesitan hierro, argamasa ni trabazón que los una: de esta suerte, arcos y pilares por sus cuatro frentes, marcando sus junturas, parecen de propósito almohadillados. En punto a ornato no se admite otro que restos de sencilla cornisa y en el arranque de los medios puntos lisos filetes a modo de capitel, que en los pilares del cuerpo inferior se repiten de trecho en trecho, dos, tres y cuatro veces según su altura, a medida de la cual va adelgazándose su grueso. Asombran mirados desde la plaza del Azoguejo los más elevados, dignos de cualquiera catedral, fundados unos sobre la misma cantera, otros hundiendo en la arena catorce pies de cimiento: ciento y dos descubre la obra desde el piso hasta la canal, y aunque diez veces al día transite uno por bajo de aquellos arcos, es imposible no levantar cada vez los ojos y con ellos el alma a sublime contemplación.”

(Imágenes- acueducto de Segovia)