RETRATOS CON LOS TRES OJOS

 

 

“El retrato es una “revelación”. Es la revelación del personaje – dice Alberto Savinio en suNueva enciclopedia”. Es “él”, en condición de hiperlucidez. Es “él” como nunca conseguirá verse a sí mismo en el espejo, como no conseguirán jamás verle sus familiares, sus conocidos, sus amigos, los que le ven en la calle y no saben quién es. Se dice que la fotografía tiene precisión, pero lo cierto es que nunca podrá llegar a una precisión, a una penetración tan profunda, y es porque sólo tiene un ojo. Y al pintor no le bastan los dos ojos, entre los que se alterna la visión, sino que necesita un tercer ojo, el ojo de la inteligencia. Son rarísimos los retratos “hechos con los tres ojos”. Y, por mucho que busque, no encuentro más que a Durero, a Holbein… Pero los retratos de este género son peligrosos: son mortales. fijan al personaje, rey o picapedrero, en el lienzo para toda la eternidad, matándolo en tanto que criatura efímera. El hombre pintado pasa a ser el hombre verdadero, el hombre vivo, mientras el otro, el original, el modelo, queda en estado de residuo, de peso muerto. Y si, una vez terminado el retrato, siente deseos de seguir viviendo por su cuenta, esta vida suya es una ficción, un error, un descuido. Incluso si, por faltarle valor para poner fin a esta vida suya, que ahora es una redundancia, se las arregla , con la fuerza de la pusilanimidad, para parecerse a su propio retrato.

 

 

(Imágenes – 1- Durero -retrato de Jakob Muffel- museo nacional de Berlín/ 2- Holbein- retrato de  Roberto Chaseman con halcones de caza -1533)

ESCRIBO COMO TODO EL MUNDO

 

 

“Escribo más o menos como todo el mundo, creo. Intento escribir con regularidad. Cada día me cuesta arrancar. Si consigo dejar una línea o unas pocas palabras que me ayuden a retomar el hilo, va un poco mejor. A veces el día va bien. A menudo, no. Me he resignado a la certeza de que lo que escriba me decepcionará. Escribo cuando no me apetece, pero no cuando me asquea. Creo que escribo para cierto tipo de persona – no voy a definir exactamente quién, aunque tal vez sea una mujer -, pero no para todo el mundo. Para una mujer inteligente, como dijo Bábel.

Así va confesando su tarea  y sus modos de trabajar James Salter enEl arte de la ficción”. “ Escribo a mano -continúa-, con un bolígrafo. Luego lo mecanografío con una máquina eléctrica. Podría usar un ordenador portátil, pero me gusta el sonido, ligeramente desacompasado, de las teclas. Tecleo con dos dedos. De hecho, de algún modo estoy componiendo. Escucho las palabras a medida que las escribo, o las cadenas de palabras. Me gusta volver una y otra vez sobre la cadencia que me conduce a las siguentes frases. A veces escribí un poco acerca de lo que me propongo escribir, unas palabras que abran el camino, y que quizá incluso decida incluir, pero todo está en suspenso.

 

 

(…) No siempre escribes en tu escritorio. Lo haces en otros sitios y te llevas el libro a cuestas. Te acompaña, lo tienes en la cabeza a todas horas, lo repasas, atento a posibles conexiones. Se convierte en tu principal compañero, en el sentido literal de la palabra, puedes hablarle en voz baja. Se convierte en tu único compañero. La escritura puede prolongarse diez días, como en el caso de Georges Simenon, o semanas, o meses, o años. Le pasa lo mismo a todo el mundo.”

 

 

(Imágenes- 1- Alexander Calder/ 2-Sigmar Polke – 2008/ 3-Jasper Johns)