Las gentes cruzan las calles conversando telefónicamente, los más jóvenes tecleando a toda velocidad preguntas e instantáneas respuestas, la red de conversaciones múltiples intenta burlar la soledad. Son ineludibles conversaciones que parece no pueden esperar, el dedo, el ojo y el oído interrogan de modo constante al mundo entero, a los próximos y a los lejanos, bucean en lugares, en sentimientos, en emociones, unas palabras avasallan a las otras : es el río del diálogo perpetuo.
Theodore Zeldin, cuando quiere sintetizar la historia de la conversación, recuerda que el primer conversador conocido fue Sócrates que en sus paseos por Atenas demostró cómo funcionaba el diálogo, abordando a artesanos y a políticos y preguntándoles por su trabajo y sus opiniones. Pero la conversación, sigue diciendo Zeldin, no está hecha sólo de preguntas: Sócrates inventó únicamente la mitad de la conversación. Sería Madame de Rambouillet, en el siglo XVll, quien inventaría la segunda mitad, con la que la conversación quedaría completa.
En su salón, en vez de practicarse solamente el interrogatorio, las gentes se esforzaron por expresar sus pensamientos con elegancia. Hombres y mujeres aprendieron a valorarse mutuamente por su carácter y no por su apariencia, aprovechando sus diferencias para intentar comprenderse los unos a los otros. En 1673, refiriéndose a los salones, se decía que «eran un espacio en el que no se plantea ninguna ostentación; quienes allí acuden se escriben, sobre todo se hablan, y ejercicio sacralizado de la conversación es la condición imprescindible de la construcción imperativa del gusto«. Si el siglo XVll francés fue importante para la conversación, al siglo XVlll inglés se le ha denominado el siglo de oro del diálogo. Daniel Defoe, en su libro de viajes por Gran Bretaña, ponderará «la agradable manera de conversar que se usa entre los caballeros del condado de Lime y sus familias» y Fielding añadirá que la conversación «es el gran negocio de nuestras vidas, la fundación de todo lo útil y placentero».
Se habla, se dialoga constantemente a través de los siglos. Las pequeñas manías apuntan también. En la «Historia de la vida privada» de Philippe Ariès, ya en pleno siglo XlX, una madre le aconseja a su hija: «en el salón conviene que bordes mientras charlas«. Pero son las grandes conversaciones registradas las que han quedado en la Historia. Y una de las más importantes será la que el doctor Johnson mantiene con Boswell como «prueba de rigor intelectual».
Hay conversaciones siempre ineludibles que salvan un matrimonio o que acercan a padres e hijos. Ha de escogerse el momento pero muchas veces son transcendentales. Conversaciones que marcaron un encuentro en su día y que ahora buscan un reencuentro. Secretos del dialogo.
(Imágenes.-1.-Hank Walker- John Kennedy y Robert Kennedy en los Ángeles- 1960/2.-Isabel Obispo-museo of art moderno- Nueva York/ 3-Vanessa Bell- 1916/4.- Harold Knight- 1908/ 5.-Emil Nolde- 1908)