«España está llena de profundidades no siempre advertidas por los viajeros, ni aun por los más perspicaces y detallistas – escribe Gregorio Marañón prologando «La ruta de los foramontanos« de Víctor de la Serna -. Existen países, maravillosos, que se conocen al pasar; y otros que sólo se comprenden descendiendo a sus simas profundas y misteriosas. Uno de estos últimos es España, que es lo que se ve, y, además, su misterio. Pero el misterio, que en sí es como una negación de la realidad, se hace realidad cuando se acierta a penetrar en él y se le ve desde dentro.»
(…) Si lo pensamos bien, nos damos cuenta de que en el descubrimiento de la Mancha que hizo Don Quijote, porque la Mancha está toda inventada por él y para siempre, tiene tanta importancia como la venta y los caminos polvorientos y el horizonte infinito de la llanura al amanecer, toda aquella maravillosa fantasía que vio en el fondo de la Cueva de Montesinos.
(«Don Quijote dijo que aunque llegase al abismo, había de ver dónde paraba; y, así, compraron casi cien brazas de soga, y otro día a las dos de la tarde llegaron a la cueva, cuya boca es espaciosa y ancha, pero llena de cambroneras y cabrahigos, de zarzas y malezas, tan espesas e intrincadas, que de todo en todo la ciegan y encubren (…) Y en diciendo esto se acercó a la sima, vio no ser posible
descolgarse ni hacer lugar a la entrada, si no era a fuerza de brazos o a cuchilladas, y, así, poniendo mano a la espada comenzó a derribar y a cortar de aquellas malezas que a la boca de la cueva estaban, por cuyo ruido y estruendo salieron por ella una infinidad de grandísimos cuervos y grajos, tan espesos y con tanta priesa, que dieron con don Quijote en el suelo; y si él fuera tan agorero como católico cristiano, lo tuviera a mala señal y escusara de encerrarse en lugar semejante.» (Segunda Parte, capítulo XXll)
«Si no fuera por la Cueva de Montesinos – sigue diciendo Marañón -, La Mancha no sería un país inmortal, sino una estepa como cualquier otra. De aquí el que algunas gentes superficiales puedan decir, con razón, que les decepciona el país manchego. Son, los que así hablan, los incapaces de bajar a la sima o los que creen que son locuras las cosas prodigiosas que se encuentran en el fondo de ella. Otros, en cambio, los que poseen la santa capacidad de creer en lo que no existe, no pueden dar un paso por La Mancha sin que el presentimiento o el recuerdo de la Cueva de Montesinos les apriete el corazón.
Mas en España hay muchas cuevas de Montesinos, unas ya exploradas; otras, la mayoría, no; y aun las exploradas tienen perennemente reservado una parte de su misterio. Esa dualidad de actitud en el viajero ocurre, por lo tanto, no sólo en La Mancha, sino en todas partes. De donde el hecho antiguo y moderno, irremediable, de que respecto a España no sea fácil ese unánime juicio que inspiran a sus visitantes otros territorios del mundo, calificados de hermosos o de interesantes en la cotización oficial de las agencias de turismo. España sólo inspira atracción apasionada o rabioso desdén. Esto es también hermoso. Hace tiempo escribí que el extranjero, al pasar la frontera ibérica, no trae nunca los ojos vírgenes, sino que se cala, invariablemente, unas gafas de color; y este color es siempre o rosado o negro. Todo depende de que el viajero sepa o no bajar a la Cueva de Montesinos.»
(Imágenes.-1.-la cueva de Montesinos- ilustración de Gustavo Doré/ 2.- molinos de viento.-Campo de Criptana/ 3.-cueva de Montesinos-aguasderuidera.es/ 4.-círculo de los hermanos Le Nain – 1650-National Gallery- Escocia- colección particular/ 5.-Honoré Fragonard-Don Quijote en su biblioteca-1780- Londres. British Library/ 6.-Luis Surugue según Charles Coypel- Don Quijote conducido por la locura- 1725)