«La visión en la laguna de Venecia de las velas de color me hizo sentir, como nunca quizá – confesaba María Zambrano-, que sea el color ese color carne, tierra cocida rojizo, ese color planetario de las espaldas de los trabajadores de los puertos, de los vasos griegos, de las fachadas de las casas en Italia, el «color» sin más, antiguo, con que se pintaban las estatuas, que era también el de las velas y seguro que el de los templos.
Dejar algo en blanco, dejarlo sin pintar, es dejarlo sin dueño, deshabitado. El color en general, y ese color en esencia es la bandera del hombre sin más, es signo y señal de que el hombre está allí, de que él lo ha hecho, es su emblema. El azul y el oro se debieron de aplicar a los dioses, las materias preciosas como el marfil, el oro, la plata, las piedras preciosas. Dejar algo sin color es dejarlo sin la impronta del hombre, abandonado a la acción de los elementos, dejarlo sin dueño.
La pintura, por tanto, es la impronta del hombre, huella y señal de su paso por el mundo, marca, además de ser conjuro, evocación, hechizo.
El color es la bandera de lo humano.
Y el blanco de los pitagóricos y de los ascetas, de los monjes, señal de estar aquí, no como habitante permanente del planeta, sino como habitante de, hijo de un mundo incorpóreo, luminoso, librea de la «Luz intelectual».
María Zambrano.- «El color»-1954
(Imágenes.-1- Maxfield Parrish.-1904/ 2 y 3.- Pierre- Auguste Renoir.-1881/4.-Paul Signac- 1909/5.- André Hambourg/ 6.- Noel Georges Bouvard )






¡Qué belleza! Me ha conmovido este texto. Siempre grande, María Zambrano. Las imágenes como siempre, espléndidas, llenas de color…
Saludos, J Julio.
Elizabeth,
María Zambrano toca con las palabras de la filosofía la esencia de la estética, el paso del hombre en la pintura.
Muy agradecido por tu comentario.
Saludos.