EL ASESINATO DE CÉSAR

«Cuando César se sentó, los conspiradores se apretujaron en torno de él, y Tulio Cimber, que se había puesto a la cabeza de ellos, se acercó como para hacerle una pregunta. Como César, con un ademán, tratáse de mantenerlo a distancia, Cimber lo asió de la toga por ambos hombros, y al exclamar aquél: «¡Pero esto es violencia!«, uno de los Casca, que estaba de pie a su lado, le hundió la daga por debajo de la garganta. Cesar cogió el brazo de Casca y le clavó su cálamo, pero cuando trató de incorporarse fue detenido por otra puñalada. Al verse rodeado por todas partes se envolvió la cabeza en la túnica, recogiendo al mismo tiempo los pliegues con la mano izquierda alrededor de sus pies para que la parte inferior de su cuerpo quedase decorosamente cubierta en su caída».

Así lo toma, de un extracto de las «Vidas de los Césares«de Suetonio, el novelista norteamericano Thornton Wilder para incluirlo como final de su gran novela epistolar «Los idus de marzo«.

Parece que ahora se descubre el lugar exacto del asesinato de César sobre el que tanto se ha escrito y parece también que oyéramos otra vez las palabras de Suetonio narrando aquel momento: «Así apuñalaron a César veintitrés veces. Él no pronunció palabra, y sólo se le oyó murmurar ante el primer golpe, aunque ciertos autores han sostenido que, cuando Marco Bruto, se le arrojó encima, exclamó en griego: «¡Tú también, hijo mío!»

Todos los conspiradores se retiraron dejándolo tendido en el suelo, muerto.

Por último, tres esclavos comunes lo metieron en una litera y lo transportaron a su casa, con un brazo pendiente a uno de los lados.

Antítenes, el médico, declaró que de todas las heridas solamente la segunda, en el pecho, habría resultado mortal».

Es la página final de «Los idus de marzo» de Wilder, la carta última de las muchas que se entrecruzan planeando la suprema conspiración. Shakespeare en su «Julio César« había hecho decir a Antonio: «¡Todos conocéis ese manto! Recuerdo cuando César lo estrenó. Era una tarde de estío, en su tienda, el día que venció a los nervios. ¡Mirad; por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved qué brecha abrió el envidioso Casca! ¡Por esta otra le hirió su muy amado Bruto! ¡Y al retirar su maldecido acero, observad cómo la sangre de César parece haberse lanzado en pos de él, como para asegurarse de si era o no Bruto el que tan inhumanamente abría la puerta! ¡Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César! ¡Juzgad, oh dioses, con qué ternura le amaba César! ¡Ese fue el golpe más cruel de todos, pues cuando el noble César vio que que él también le hería, la ingratitud, más potente que los brazos de los traidores, le anonadó completamente! ¡Entonces estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo que se inundó chorreando sangre!…».

Jacques Chabannes, que ha estudiado «Los grandes asesinatos de la Historia» (Martínez Roca), recuerda que Bruto era un ser soñador y melancólico, que vive fuera de la realidad y que encarna perfectamente al magnicida místico; Plutarco relata que tuvo «visiones proféticas» y Casio no necesita esforzarse mucho para persuadirle de las bellezas de la república patricia, de los peligros con que la amenaza César que acaba de proclamarse imperator. El visionario Bruto, por tanto – concluye Chabannes – puede creerse el instrumento designado.

(Imágenes:- 1.-Marlon Brando en «Julio César» canaltc.com/ 2.-la curia de Pompeyo, lugar donde fue asesinado Julio César en el año 44 a. de C.-CSIC.- abc.es/ 3 y 4 imágenes de la película «Julio César» de Mankiewicz.- merdy.com)