«Siempre caro me fue este yermo cerro
y este seto, que priva a la mirada
de tanto espacio del último horizonte.
Mas, sentado y contemplando, interminables
espacios, más allá de aquellos, y sobrehumanos
silencios, y una quietud hondísima
en mi mente imagino. Tanta, que casi
el corazón se estremece. Y como oigo
el viento susurrar en la espesura,
voy comparando este infinito silencio
con esta voz. Y me acuerdo de lo eterno,
y de las estaciones muertas, y de la presente
y viva, y de su música. Así que, en esta
inmensidad, mi pensamiento anego
y naufragar me es dulce en este mar».
Giacomo Leopardi: «El infinito»
(Imágenes:- 1 –Francois August Biard.-islas de Tombeaux.-efectos de la aurora boreal.-1841.-Museo del Louvre/ 2.-Thomas Moran.-Sol rojo en los cielos.-1875.-Museo de Arte de Carolina del Norte)


Precioso poema. Sólo mediante la contemplación, somos capaces de vislumbrar el infinito. Ese infinito que se esconde en el silencio y en la quietud y que se descubre en las pequeñas cosas.
Muchas gracias por su blog y por cada entrada.
Un saludo, Luz.
Luz,
sí, el infinito y el silencio ante el infinito nos lleva a la contemplación – que es lo contrario a la actividad y a la utilidad. Sin la contemplación y el silencio no valoramos la esencia de la vida.
Siempre agradecido a tus comentarios.
Saludos.