LA CASA DEL TIEMPO

A través de la Casa del Tiempo, de la casa del Viento y de la Lluvia, y de la casa de las Nubes, describió y se adentró por escaleras y ascensores de la atmósfera del cielo el científico R. A. Watson Watt, tal y como – en la ficción – quiso adentrarse también Italo Calvino creando y bautizando a sus «Ciudades invisibles».

Los cielos que vemos o no vemos – a los que alzamos alguna vez la mirada desde la ciudad o desde el campo – elevan su casa entre humedad de nubes, provisiones de agua, ventilaciones, iluminaciones y refrigeraciones. El piso más bajo de todos – así nos lo va contando Watson en «A través de la Casa del Tiempo» (Austral) -, es decir, la planta baja, es aquel en el que transcurre nuestro tiempo habitual de viento y nublados, de lluvia y nieve, de claridad y pureza, de calor y frío. El techo de esta planta baja está a más de diez kilómetros sobre nuestras cabezas, pero esta casa del Tiempo tiene más de cien pisos, y sólo alcanzaremos a ver algo de su hermosa decoración entre los pisos décimo y el piso número cien.

Recuerda Watsonen estas conferencias que pronunció en la B. B. C. en 1934 –  que en la iluminación decorativa de la Casa del Tiempo existen «colgaduras aurorales, tenues y luninosas de los pisos superiores de la Casa del Tiempo -que se cuentan entre las más bellas -, pero es la magia diurna del cielo azul, la magia nocturna del fondo de la estrellas, la que se extiende en la primera planta, en esta planta en la que vivimos«. Y también explica por qué son azules las sombras lejanas de los paisajes montañosos y cómo las estrellas, que lucen durante el día, no podemos verlas sino dificultosamente por culpa de la luz desviada por las moléculas de aire, partículas de polvo, gotas de agua y cristales de hielo de la atmósfera situadas en la planta baja de esta Casa.

Abrimos así las puertas de este grande y alto edificio, subimos por sus escaleras de nubes, utilizamos la caja de los ascensores, observamos el cielo raso de la planta baja, las diferentes salas, los colores, las luces, y alcanzamos incluso al fin – en un espacio de reflexiones – lo que Watson Watt llama  «los cuartos de la servidumbre«, es decir, allí donde trabajan los hombres y mujeres entregados diariamente a observar el mapa, investigadores constantes del tiempo que hará mañana, metereólogos y comunicadores que verterán en la prensa, la radio y las pantallas lo que el Tiempo les transmite.

Esta casa invisible quizá nos lleve también – entre realidad y ficción – a otras casas eslabonadas que se extiendan por ciudades invisibles. Hasta la ciudad de Zaira, Anastasia, Zora, Despina, Zirma, Isaura y tantas otras más. Memorias, signos, deseos, cambios y nombres de mujer que Calvino nos propone.

(Imágenes:- 1.-Steve y Chris.-luces del Norte/2 -la luz blanca.-1954.-Jackson Pollock.-MOMA/3.-Gary Simmons.-2008.-Metro Pictures)