«Todo esto que se inventa es verdadero –le escribió Flaubert a Louise Colet antes de cumplirse los dos años de trabajo de Madame Bovary -. La poesía es una cosa tan precisa como la geometría». «Se llega al estilo con un trabajo atroz», le había dicho también el 15 de agosto de 1846. Y en diciembre de 1858, en otra carta dirigida a la señorita Leroyer de Chantepie había señalado: «Un libro nunca ha sido para mí más que una manera de vivir en un medio cualquiera. Esto explica mis dudas, mis angustias y mi lentitud».
Estas dudas, estas angustias y esta lentitud las puede ahora consultar todo el mundo al verterse en la Red los manuscritos y borradores de Madame Bovary guardados hasta el momento en la Biblioteca de Rouen. Como recuerda el gran crítico Harry Levin, ( «El realismo francés«) (Laia), «entre el otoño de 1851 y la primavera de 1856 la tarea concentrada de Flaubert fue escribir Madame Bovary. Para quienes sostienen que la gestación del arte es más interesante que el producto acabado, ningún documento puede ser más fascinante que la correspondencia de Flaubert durante estos cuatro años y medio. Las vidas paralelas del autor y de la heroína, día a día, semana a semana, mes a mes, año a año, cargan a la novela con una notable tensión emocional. El esfuerzo imaginativo se vio reforzado por la documentación cuando Flaubert buscó el tono adecuado de las alucinaciones de Emma, sumergiendose en revistas femeninas. Importunando a su hermano con preguntas sobre cirugía y toxicología, consiguió los síntomas peculiares que su proyecto requería: «La agonía, precisos detalles médicos: por la mañana del veintitrés de nuevo una serie de vómitos…». Se familiarizó con las criaturas de su mente dibujando un plano de Yonville y disponiendo archivos de sus ciudadanos. Controló la trama – ¿o deberíamos decir calculó sus probabilidades? – elaborando y revisando cuidadosamente los guiones. El material embrionario para su novela comprendía unas 36oo páginas manuscritas».
Estas páginas están ahora al alcance de todo el mundo. Vargas Llosa publicó un excelente estudio de esta novela en «La orgía perpetua» (Bruguera): («el único medio de soportar la existencia – había escrito Flaubert en otra carta – es aturdirse con la literatura como en una orgía perpetua«) Tiempos y espacios, así como vicisitudes de personajes, le llevaron mucho esfuerzo. Un ejemplo de su trabajo está sin duda en la modernidad de su construcción novelesca. Levin destaca, entre otros, el capítulo 8 de la segunda parte – el episodio de los comicios agrícolas – en donde el novelista, dice, » construyó esta escena escribiendo diálogos continuos para los dos grupos de personajes, que luego descompuso y organizó de acuerdo con la disposición general que la situación requería.». Era una experiencia de narración simultánea del diálogo amoroso entrelazada con el devenir de la farsa electoral. Modernidad que, sobre el papel de la novela escrita, permanece casi completamente cinematográfica.
(Imágenes: estampas sobre «Madame Bovary» y manuscrito perteneciente al capítulo 8 de la segunda parte -los comicios agrícolas- folio 151.-Biblioteca de Rouen)