
«Abrazáronse, pues, los dos y luego
-humo anhelando el que no suda fuego-
de recíprocos nudos impedidos
cual duros olmos de implicantes vides,
hiedra el uno es tenaz del otro muro.
Mañosos – al fin hijos de la tierra –
cuando fuertes no Alcides,
procuran derribarse, y, derribados,
cual pinos se levantan arraigados
en los profundos seños de la sierra.
Premio les honra igual; y de otros cuatro
ciñe las sienes la gloriosa rama,
con que se puso término a la lucha».
Luis de Góngora: » Soledad Segunda» en «Las Soledades» (1613)
(Imágenes: lucha entre Manuchar Kvirkelia y Yongxiang Chang; foto: Chang W. Lee.-The New York Times/ foto: Oleg Popov.-Reuters.-The New York Times)