«En sangre claro y en persona augusto,
si en miembros no robusto,
príncipe les sucede, abreviada
en modestia civil real grandeza.
La espumosa del Betis ligereza
bebió no solo, mas la desatada
majestad en sus ondas, el luciente
caballo, que colérico mordía
el oro que suave lo enfrenaba,
arrogante, y no ya por las que daba
estrellas su cerúlea piel al día,
sino por lo que siente
de esclarecido y aun de soberano
en la rienda que besa la alta mano,
Luis de Góngora, «Soledad Segunda», de «Las Soledades» (1613)

