VIEJO MADRID (67) : LAS BOTILLERÍAS Y LOS CAFÉS

 

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«El café desciende en línea recta de la botillería. ¿Quién no recuerda el carácter y la fisonomía de estos establecimientos tradicionales, en que sólo se hacía café para algún que otro aficionado, y se servían sorbetes en determinadas estaciones?  La botillería – escribía Becquer en su «Madrid moderno»  – era un lugar de paso; alguna manola, invitada por un majo de los que reprodujo Goya, solían entrar a refrescar, después de la corrida de toros en que habían admirado a Pepe-Hillo; algún politicón rancio o tal cual poeta confeccionado de ovillejos entraban a leer el «Mercurio» o a departir acerca del mérito de las novedades teatrales antes de ir al corral de las comedias. Las personas algo encopetadas se hacían llevar a sus casas las bebidas las noches de saraos, y la multitud no había adquirido la costumbre de pernoctar en los cafés. El mobiliario y el fondo de la botillerīa se armonizaba con sus concurrentes, como el fondo de un buen cuadro con las figuras que lo componen.

(…) Más tarde fue creciendo el anhelo de sociabilidad, de esa sociabilidad cómoda y barata que se realiza en estos establecimientos y comenzaron a multiplicarse, y el espíritu de especulación se fijó en el negocio. Los veladores de mármol sustituyen a las mesas de pino; el gas, al aceite; donde estaba el reloj de cuco y figuras de movimiento campea una esfera magnífica; el lujo no se detiene y llega a la prodigalidad; se multiplican las luces, se agrandan hasta la exageración los espejos; el oro, casi en profusión lastimosa, chispea por todas partes; unos tratando de sobrepujar a los otros, llegan al límite extremo, porque no cabe ya más en esa senda de riqueza sobrecargada y de dudoso gusto. La multitud sigue con interés estas evoluciones; hoy admira un café nuevo, mañana celebra otro; pero de día en día son mayores sus exigencias. En este punto, lo que comenzó por necesidad vulgar de comodidades y ostentación, se convierte en exigencia de un gusto más delicado. El Café de Madrid fue un paso dado en este camino; pero la diversidad de artistas que en su decoración tomaron parte y la falta de unidad en el conjunto hacen que aquella tentativa fuese más digna de alabanza por la intención que por el resultado».

 

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(Imágenes.- 1. botillería- Hemeroteca B N E/ 2.- el antiguo café de Levante- ABC es)

VIEJO MADRID (65) : CALLE DE LA MONTERA

 

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«La calle de la Montera de nuestros días, esa calle engalanada, coqueta y bulliciosa, centro, podemos decirlo así, del comercio de Madridescribe Gustavo Adolfo Becquer en 1870 -, era hace tres siglos más bien que calle, un lodazal, en tiempo de invierno y un depósito de polvo  y de inmundicias en verano.

¡Oh hermosa calle de la Montera! Tres siglos hace que ni aún nombre tenías, y para dar de ello una ligera prueba, diremos que procede el que lleva actualmente de cierta hermosa dama, mujer del montero mayor del rey. Esta buena señora tenía escandalizado al buen pueblo de Madrid. Y no se crea que estos escándalos deshonrasen al señor Montero mayor: todo menos eso. Todo lo más que sucedía era que la señora Montera se asomaba a sus balcones y, a pretexto de cuidar las flores de sus búcaros, arrojaba a la calle, así como al descuido, dos o tres de las marchitas.

 

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Cuenta la crónica que por un clavel rojo y una maravilla jaspeada de blanco se dieron de estocadas un marqués y un alférez de guardias amarillas, quedando este último bastante malherido, pues en aquel tiempo no eran sólo los militares los únicos diestros en el manejo de la espada (…) En algunas noches oscuras sucedía que al acudir la ronda  al rumor de una pendencia hacían causa común los galanes y arremetían con sin igual furor a los pobres golillas, administrándoles tales palizas, que no tardaban en huir como cuervos a la desbandada, pidiendo favor y ayuda.

Cuando, después de una noche de serenatas y estocadas, la justicia recogía, al amanecer, un cadáver en aquella calle de trágicas aventuras, nuestra buena Montera, tan fresca y tan bella siempre como una flor de primavera, entraba a oir misa en San Luis, sin dar la más pequeña muestra de arrepentimiento por sus culpables coqueterías.

 

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He aquí por qué la linda calle se llama la calle de la Montera. Respecto al comercio que entonces existía en ella, estaba reducido a unos miserables tenduchos en los cuales se vendía pan. Tales establecimientos llegaban desde un extremo de la calle hasta la iglesia de San Luis, y a fin de que no hurtasen el pan tenían a la entrada unas fuertes mallas de cuerda sujetas a un marco. Por eso aún en el día de hoy es conocido aquel sitio con el nombre de Red de San Luis«.

 

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(Imágenes – 1-calle de la Montera- entredosamores/ 2.-calle de la Montera- wordpressvellingmages- net/ 3.- la calle de la Montera en 1893. con la iglesia de San Luis, hoy desaparecida– wikipedia/ 4-calle de la Montera- edicioneslibreria.es)

VIEJO MADRID (64) : CALLE DEL SACRAMENTO

Madrid.- calle del Sacramento.- José Sancha.- pintura.aut.org

 

Paso por la madrileña calle del Sacramento  y me acompañan siempre las palabras de Unamuno:»Lo que habrá escuchado en atento silencio esa calle del Sacramento, sin tranvías y casi sin autos, esa fila de viviendas ciudadanas, recogido remanso de historia. ¿Del viejo Madrid? No, sino del Madrid intemporal, del Madrid – oso y madroño – que soñaba, vivía y revivía don Benito, su evangelista. Por esa calle del Sacramento solía callejear Bringas, el del Palacio Real.

Si, si, – me va  diciendo Unamuno – cabe callejear, discurrir  por Madrid soñando a España; cabe ir soñando por calles encachadas de este Madrid, senaras de España, sin temor a que le rompan a uno el sueño, que nos lo escuda y ampara este cielo que laña la cuenca del Duero con la del Tajo, Castilla la Vieja y la Nueva. Respira la calle del Sacramento aire de Guadarrama. Pero…¡ojo!, porque hay que vivir despierto. Por si acaso… A Dios rogando y con el mazo dando, no sea que se nos rompa la vela. Ese monumento de la desembocadura de la calle del Sacramento y aquel pedestal vacío de la Plaza Mayor nos amonestan a vivir despiertos. Que la barbarie que hoy se revuelve contra un símbolo, sea de carne o de bronce, mañana se revolverá contra el que la ha suplantado, y destruirá el símbolo, pero no lo simbolizado. A soñar, pues, lo que se queda; pero despiertos a lo que pasa. Y a Dios rogando y con el mazo dando.”

Miguel de Unamuno.- “Paisajes del alma”.- escrito en» El Sol», marzo 1932

(Imagen.- calle del Sacramento.- José Sancha)

VIEJO MADRID (63) : EL BARRIO DE ARGUELLES

 

Ventura Rodríguez- icf- MuseoCerralbo- flickr com

 

«¡Cómo ha cambiado el barrio de Arguelles de cuando yo era chico a hoy! En nuestra calle había hoteles burgueses como nosotros y de aristócratas. Pared por medio con el nuestro -recuerda Julio Caro Baroja– estaba el de la duquesa de Frías, enfrente  (aún queda), el del  Conde de Torrepalma; más abajo, cerca de la calle de Ventura Rodríguez, el de la marquesa de Villavieja. A la puerta de las mansiones más o menos señoriales de la calle de Mendizábal se veían porteros patilludos, que recordaban en su aspecto a don Tomás Luceño el sainetero, mayordomos asturianos y gallegos metidos en un frac, fastuosos y sonrientes; por las noches, desde el comedor de casa, o de los dormitorios del piso de arriba, se oían los coches de caballos, que volvían de los teatros y de las reuniones. Al lado de estas imágenes e impresiones de la vida cortesana, recuerdo otras populares, aún decimonónicas también, como la llegada de los carros de bueyes, cargados de jara, a la puerta de la panadería de enfrente: a los dependientes de las tiendas de ultramarinos tostando café, en las pálidas mañanas de invierno. Veo al zapatero remendón de al lado de casa, a Manini, en su taller adorado de fotos taurinas, con la perdiz enjaulada tomando el sol, mientras el loro del Conde de Torreplana repetía una y otra vez: «¡Ana, dame cafë!» Una ciega cantaba todos los jueves bajo nuestros balcones con mucho gusto y expresión, acompsñándose de la guitarra. Mi tío Ricardo Baroja, admirador del tango del Espartero y de otros cantos parecidos, solía escuchar atentamente y hablaba con ella. Aquella mezcla de cochambre y distinción era deliciosa. Y dentro de mi casa puede decirse que subsistía. Porque, de un lado, la casa era un hotelito construido en la segunda mitad del siglo XlX por un título, para vivir en él, con la holgura con que la gente acomodada vivía en el Madrid de entonces. Pero, por otra parte, aquel hotelito, con sus salones decorados, con sus techos un poco aparatosos, con sus lobos de escayola en el zaguán, con otros detalles más o menos propios de la época en que se hizo, medio elegantes, medio cursis, estaba habitado por una especie de clan compuesto de un escritor, un pintor y un impresor a cuál más despreocupados de sus hábitos, y, además, en la parte interior estaba la imprenta y la editorial: la «Editorial Caro Raggio».  Es decir, la editorial de mi padre».

Julio Caro Baroja .Del paìs: familia y maestros»

 

Madrid-nhy- barrio de Arguelles- tripadvisor es

 

(Imágenes.- 1.-Museo Cerralbo- flickr/ 2.- barrio de Arguelles- tripardvisor)

VIEJO MADRID (62) : EXTERIORES

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«Madrid huele mejor. No huele a mulas, ni a sudor, ni a humos, ni a corrales sucios con el olor caliente del estiércol y de las gallinas. Madrid huele a sol por las mañanas. El gato se queda en una esquina del balcón encima de un cuadrado de alfombra, asoma la cabeza a la calle por encima del  borde de la tabla puesta de canto contra la barandilla y después se sienta y se duerme. De vez en cuando, entreabre los ojos de oro y me mira. Los vuelve a cerrar y sigue durmiendo. Dormido, mueve las ventanillas de la nariz, oliendo las cosas.

 

Madrid- nby- AntonioLopez- museo Thyssen. rtv es

 

Cuando riegan la calle sube hasta el balcón el olor fresco de la tierra mojada, como cuando llueve. Cuando sopla el aire del Norte, huelen los árboles de la Casa de Campo. Cuando no hay aire y el barrio está quieto, entonces huelen las maderas y los yesos de las casas viejas, las ropas limpias tendidas en los balcones, los tiestos de albahaca. Los muebles viejos de nogal y de caoba sudan la cera y se les huele por los balcones abiertos, mientras las mujeres limpian. Debajo de casa hay una cochera de lujo y por las mañanas sacan los coches de charol a las calles y los riegan y los cepillan, y huelen. Los caballos blancos y castaños, color canela, salen a pasear tapados con una manta y huelen a pelo caliente.

 

Madrid- bhu- Amalia Avia- elmundo es

 

(…)  Nuestro barrio – porque éste es nuestro barrio – se extiende por un dédalo de callejas antiguas hasta la calle Mayor. Son calles estrechas y retorcidas como las hacían, no sé por qué, nuestros abuelos. Tienen nombres pintorescos; primero los santos:  Santa Clara, Santiago; después nombres heroicos, Luzón, Lepanto, Independencia; finalmente los de fantasía: Espejo, Reloj, Escalinata.  Estas calles son las más viejas y las más retorcidas las que sirven mejor para jugar a «justicias y ladrones». Tienen solares con vallas rotas y ruinas dentro, casas viejas con portales vacíos, patios de piedra con árboles solitarios, placitas más pequeñas que la calle. Se retuercen y se enroscan favorables al escondite y a la huida».

Arturo Barea

 

Madrid- nhu- Puerta del Sol- Amalia Avia- mil novecientos setenta y nueve- museo Tyssen

 

(Imágenes- 1- Madrid- Antonio López García- museo Thyssen/ 2.-Madrid- Antonio López García– museo Thyssen- rtv es/3.- Amaia Avia- elmundo es/ 3.-Puerta del Sol-  Amalia Avia- 1979- museo Thyssen)

VIEJO MADRID (61) : VELANDO AL AÑO NUEVO

 

Madrid-ryuu-La puerta del Sol- Lewis Sketches and Spanish character- 1833- 1834

 

«A mediados del siglo XlX – cuenta Pedro Montoliú al hablar de las tradiciones madrileñas – se «echaban los años y estrechos«, juego social perdido que no sólo se celebraba en la víspera de Año Nuevo sino también en la de Reyes. Su realización iba precedida por la colocación de puestos en los que se vendían tarjetas en blanco, «motes nuevos para damas y galantes» y versos impresos en pequeñas cartulinas.

 

Madrid.- 4fbb. - Puerta del Sol.- plano de Texeira

 

En las tarjetas en blanco se escribían los nombres de los miembros de la familia y de los amigos invitados a la reunión. Las tarjetas pertenecientes a los hombres se ponían en una urna o recipiente y las de las mujeres en otra diferente, como primer paso para dejar a la suerte que eligiera el nombre de los afortunados sobre los que había «caído el año». El elegido, a continuación, debía obsequiar a la afortunada dama con algún presente, que normalmente eran confites por lo que en estas fechas aumentaba fuertemente la venta de cajas de pastelillos.

Si se trataba de motes o versos ya impresos, el juego consistía en meter todos los papelines en la misma urna, remover y sacar cada uno el que en voz alta supuestamente le describía o le aventuraba algún destino para el año que empezaba. Las frases eran recibidas en medio del jolgorio general por su tono satírico o sus burlescas descripciones.

 

Madrid-bbeer-La Puerta del Sol en el siglo diecinueve- cervantesvirtual

 

Esta costumbre, que pudo tener su origen en la Edad Media, cuando se buscaba saber el futuro a través de la suerte, se completaba con la de los «estrechos«, iniciada, según parece, durante el Imperio Romano y llamada así porque maridos y esposas, y novios y novias se estrechaban las manos y se prometían felicidad para el año que se iniciaba».

Siempre – recuerda Montoliú – el comienzo y el fin de un año ha tenido un simbolismo especial. Por lo general la celebración de esta transición se ha hecho en familia, aunque hayan cambiado los actos de la velada porque de una auténtica velada se trata, pues se vela la entrada del nuevo día«.

¡FELIZ  AÑO   2016  A   TODOS!

 

Navidad-nmmi- tiempo- original de The New York almanac- mil ochocientos setenta y seis

 

(Imágenes.- 1.-Puerta del Sol- Lewis Sketcher- 1834/ 2.-plano de Texeira/ 3.-Puerta del Sol- cervantes virtual/ 4.- original del The New York almanac- 1876)

VIEJO MADRID (60) : LA BOHEMIA Y EL OLVIDO .- VIVENCIAS Y RECUERDOS ( y 5 )

 

bohemia-unny- Picasso

 

Aquellos años con mi abuelo materno, José Ortiz de Pinedo, dejaron en  mí el recuerdo de la intimidad de un escritor. Lo veía trabajar en su despachito de Raimundo Lulio, comentarme que le había gustado «Nada» de Carmen Laforet y la película «Candilejas» de Chaplin. Era hombre metódico, fino de espíritu, callado, que sabía escuchar. Lo evoco en reuniones familiares más numerosas soportando en silencio el peso de las horas y también las conversaciones intranscendentes, el polvillo de los dimes y diretes urbanos o vecinales que nada le interesaban. Supongo que en esos momentos poemas de Rubén Darío o de Juan Ramón vendrían a verle para aliviarle, y profundos versos de San Juan de la Cruz le llevarían hasta Jaén, la patria chica de mi abuelo, cuando el Santo anduvo por aquellas geografías.

 

bohemia- bbvy- Emilio Carere- babab com

 

Nunca fue mi abuelo bohemio aunque estuvo muy rodeado de la bohemia. De la bohemia madrileña he hablado aquí en más de una ocasión y sobre la bohemia se ha comentado mucho. En la excelente biografía de Valle- Inclán de Manuel Alberca se resume que «para algunos militantes de la bohemia, ésta se definía por el amor al Arte y por su potencialidad de crear Belleza. Un estado del alma tan vago como la espiritualidad del arte. Para otros, para los bohemios sociales, su objetivo era cambiar la sociedad». Y Julio Camba, en 1924, escribirá: «En Madrid no hay bohemia. De un lado hay miseria, pauperismo, tuberculosis, y del otro hay literatura. Cuando alguien hace de bohemio entre nosotros, es a fin de llevar una vida burguesa. Estos ciudadanos demuestran lo vago, lo artificial, lo histriónico de la bohemia de Madrid (…) Ser bohemio en un país que pasa hambre, amén de obligado, es una broma o un desatino, porque la bohemia es un lujo de sociedades ricas».

 

bohemia-bun- Emilio Carrere y otros bohemios en el café Varela de Madrid- cabodepalosylamanga com

 

 Y luego suele llegar el olvido a través del tiempo. Pero no se olvidan fácilmente aquellos años familiares en la pequeña calle de Madrid:  el ir y venir de triunfantes y olvidados a los que también quise aludir aquí, y las vueltas que dan vida y literatura.

Y antes de cerrar todos los recuerdos, aún veo desde el pasillo, y tras las cortinas azules de su despacho, a Ortiz de Pinedo escribiendo…

(Imágenes.-1.-Pablo Ruiz Picasso/ 2.- Emilio Carrere- babab/ 3.- Emilio Carrere y otros en el café Varela de Madrid- cabodepalosylamanga.com) 

VIEJO MADRID (58) : VIVENCIAS Y RECUERDOS (3)

 

ciudades,.tbyyu,--.Madrid 1950.-Francesc  Català-Roca

 

El olvido intenta recuperar estos recuerdos de los que de vez en cuando estoy hablando aquí – ese despachito madrileño de la calle de Raimundo Lulio – y el recuerdo me lleva también hasta poemas que mi abuelo materno escribió a los 21 años. Nunca me habló él de su infancia ni de su orfandad. Quizá porque era Ortiz de Pinedo sencillo y humilde  y porque a un nieto no le interesen demasiado tales cosas. Tampoco me habló de la guerra. De cómo vivió la contienda en mi compañía más de tres años en aquel pequeño piso del barrio de Chamberí en el marco de un ejercicio heroico y devoto de abuelo dedicado a nieto. Tuve que enterarme después –por evocaciones directas de mi padre – de cómo una tarde de julio de 1936 (tenía yo entonces cinco meses) me llevaron mis padres, huyendo de las bombas que asolaban la Gran Vía de Madrid, desde la casa donde yo había nacido –  en la calle de Fuencarral  – hasta la casa de Raimundo Lulio. Allí me quedé más de tres años, en aquel pasillo de poesías y novelas, acunado por el estruendo de los proyectiles fulgurantes, atenazado por la potencia de los obuses, sobresaltado y preocupado siempre José Ortiz de Pinedo por su nieto; yo, en cambio, – como todos los niños del mundo – ignorante de toda contienda, correteando feliz primero por aquel pasillo y luego por la cercana plaza de Chamberí. Desde julio de 1936 a octubre de 1939 mi abuelo el escritor bajaba casi de madrugada entre los estampidos y las sirenas de las alarmas a hacer cola con los atemorizados madrileños hasta conseguir un bote de leche condensada para aquel niño que hoy escribe esto.

 

Madrid-unnhy-bomba en la Gran Vía- guerraenmadrid- por A Vargas- fuente AHM - SIPM

 

Por eso cuando Cansinos Assens, en su obra “La novela de un literato glosa a Ortiz de Pinedo – frecuentemente le llama Pinedo o Pinedito (como lo llamaba Villaespesa) – y, enlazándolo con su amistad con Emilio Carrere, habla de Pinedo como “aquel joven apocado que, no sin razón, se creía enfermo del pecho y lamentaba de antemano su muerte prematura “Es trágico – decía – morir así: solo, como un suicida. Yo querría morir de un modo solemne, patriarcal, en un lecho que rodeasen mi mujer, mis hijos y mis nietos, a los que bendeciría con mis brazos trémulos, y así extinguirme, dulcemente, como se pone el sol…”, hay que recordar a este otro Ortiz de Pinedo que tiene 56 años en plena guerra española y que se lanza “sin ningún apocamiento” cada madrugada, cercado por la angustia y por el hambre, pero sobre todo por la responsabilidad, en busca de la leche condensada que será la supervivencia de los suyos.

 

Cansinos Assens-vgt- abc es

 

Mis padres – por esos destinos de la Historia – habían conseguido salir de Madrid  y se encontraban, tras muchas vicisitudes, en Zaragoza. Yo me había quedado con Ortiz de Pinedo (y con mis otros abuelos paternos) en Madrid, un Madrid sitiado, un Madrid de refugios subterráneos, un Madrid  – que como todas las guerras del mundo – quizá ya es mejor no evocar. Pero en ese Madrid y a los 56 años mi abuelo ya había publicado, además de “Canciones juveniles”, Poemas breves” en 1902, Dolorosas en 1903, “Huerto humilde en 1907, “La jornada” en 1914, “El retablo de Don Quijote” en 1921. Eso en cuanto a poesía, y había entregado también al público diversas novelas a lo largo de los años anteriores a la guerra y numerosas narraciones aparecidas en en “El cuento semanal” o “Los contemporáneos”, como igualmente su aportación a los volúmenes dedicados a “Los poetas y a “sus mejores versos” (con prólogos a textos de Cervantes o de Alfonso Reyes) .

 

Ortiz de Pinedo- nnyu- El cuento semanal. marelibri com

 

Anoto todo esto como mero recuerdo aunque nunca se sabe si la aportación de un nieto pueda tener algún valor. Los prismas diversos desde los que se ven las figuras de las letras y las artes por sus familiares cercanos adquieren una densidad distinta y proporcionan siempre una peculiar iluminación. Pienso en los numerosos testimonios que rondan en torno a muchos escritores del mundo, sean ellos grandes o menores. Cada uno de esos recuerdos siempre descubre diversas facetas del personaje. No recordaré aquí más que algunos ejemplos entre muchos que podrían citarse sobre este aspecto de los testimonios familiares. Pienso, en el campo de la literatura alemana del siglo XX, las cruzadas opiniones que sobre el perfil de Thomas Mann han suscitado muchos miembros de su familia: hijos, hermanos, pero sobre todo – para mí muy queridas – las versiones de la mujer del gran novelista – Katia Mann – en sus “Memorias”. Pienso también en las opiniones dadas, dentro de la literatura rusa del XX, sobre el modo de ser de Alexander Solzhenitsyn: una, la de su primera esposa, Natalia Reschetovskaya, cuando el escritor ya ha dado a conocer “La vida de  Iván Denisovich” y “La casa de Matriona”; otra, la de su esposa segunda, Natalia Svetlova, cuando Solzhenitisyn vive en Estados Unidos. Podrían añadirse igualmente -ya en la narración corta norteamericana – las dos aportaciones que sobre el gran cuentista Raymond Carver hacen también, por un lado su primera mujer, Maryann Burk – en plena ebullición del alcoholismo del autor –, y por otro su segunda mujer, Tess Gallagher. En el campo español, los testimonios son asimismo innumerables; sólo por referirme a uno, anotaré aquí los recuerdos de Zenobia Camprubí en su libro “Vivir con Juan Ramón”.

 

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¿Qué quieren decir esos testimonios, vivencias y recuerdos? Que los enfoques de los familiares hacia las figuras de las artes o las letras proporcionan generalmente una nueva variante: se les ve a los escritores y a los artistas de modo cercano, a veces envueltos en su clima de intimidad, y siempre desde un ángulo distinto. En el caso de Ortiz de Pinedo yo sigo sentado ante él en este despachito de pantalla verde y cortinas azules de Raimundo Lulio, a ver qué me cuenta de la vida pasada, pero este hombre menudo, de lentes alados sobre la cumbre de la nariz, no me habla de la guerra – él, que ha bajado por esas escaleras  en busca de alimento para su nieto – y tampoco mucho de su obra, esa larga aportación minuciosa de sus manuscritos en prosa y en verso, sus tenaces y continuas gestiones para publicar aquí y allá, enviando sus cosas a “Blanco y Negro y a “La Ilustración”, y, – como recuerda Cansinos Assens -, “ que siempre andaba a la busca de un editor propicio”. Tampoco de sus colaboraciones en la mejor revista del modernismo, Helios”- como evoca Ricardo Gullón en sus “Direcciones del modernismo”- , aquella Revista que empezó a publicarse en 1903 y seguiría con sus catorce números hasta 1914, la Revista en la que Ortiz de Pinedo es compañero con sus escritos de Jacinto Benavente, Angel Ganivet, Emilia Pardo Bazán, Antonio Machado, Ramón Pérez de Ayala, Juan Ramón y tantos otros, entre ellos de Emiliano Ramírez Ángel, a quien mi abuelo conoció mucho. De eso no me habla Ortiz de Pinedo y de eso me enteraré yo después.

(una pequeña evocación familiar y literaria – y también madrileña – que de vez en cuando continuará…)

 

Emiliano Ramírez Angel- grd- Ramírez Angel con Galdós y Victorio Macho- abc es

 

(Imágenes.-1.-Catalá Roca- Madrid 1950/ 2- bombas en la Gran Vía de Madrid durante la guerra- guerraenmadrid- A Vargas- fuente AHM (SIPM)/ 3.- Rafael Cansinos Assens.- abc es/ 4.-portada de una novela de «El cuento semanal»-marlibri com/ 5.- Katia Mann y Thomas Mann en Berlín-1929-wikipedia/ 6.-Emiliano Ramírez Angel, con Galdós y Victorio Macho– abc.es)

 

 

 

VIEJO MADRID (57) : VIVENCIAS Y RECUERDOS (2)

 

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José Ortiz de Pinedo , mi abuelo materno, trabajaba como Secretario de la Tenencia de Alcaldía del Distrito de Palacio, en el barrio madrileño llamado popularmente de La Latina, en la Carrera de San Francisco, antigua y ancha calle que desciende desde la Plaza de la Cebada hasta la Basílica de San Francisco el Grande. Allí, como todas las mañanas, Ortiz de Pinedo tomaba el metro para volver a comer a su casa del barrio de Chamberí.  Como todos los escritores del mundo, me imagino que conforme se iba alejando de su despacho oficial del Ayuntamiento y se iba acercando, entre pasillos, escaleras y transbordos a su pequeño despacho literario de la calle de Raimundo Lulio, las figuras de sus invenciones asaltarían poco a poco su imaginación y los personajes de sus novelas se perfilarían alternándose unos con otros, salpicados también con brotes de poemas. Paul Valèry recuerda al hablar de los mecanismos de la inspiración que “el primer verso se nos ha dado”, es decir, es un don, nos es impuesto, no tenemos más remedio que escribirlo. Luego viene el artista con toda su elaboración costosa, con la habilidad, la experiencia, el esfuerzo creativo, la acabada y a veces muy ardua perfección. Pero ese primer verso de Ortiz de Pinedo – como el que acompaña a tantos poetas del mundo – ya viajaba con él en el metro, se iba desprendiendo en el desván de su memoria de los expedientes e informes burocráticos que no había tenido más remedio que resolver el poeta en las oficinas del Ayuntamiento, y conforme iba dejando atrás los andenes y las estaciones sin duda ese primer verso prevalecía sobre todos los demás temas y preocupaciones, se cuajaba en  primeras líneas de poemas, como así había sucedido años atrás en libros suyos de poesía, tales como “Dolorosas (publicado en 1903) o “Huerto humilde” (de 1907).

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Y fue sin duda otro primer verso – lo recuerdo muy bien – el que hizo brotar otro día – un año antes, en 1955 -una nueva conversación entre Ortiz de Pinedo y yo – entre abuelo y nieto – en el silencio de aquel despachito. Ortiz de Pinedo se levantó una tarde del sillón, y con el cuidado que él tenía para todas sus cosas, me mostró con afecto un libro. Era un libro de poemas de Pío Baroja, “Canciones del suburbio”, publicado por Biblioteca Nueva en 1944. En la dedicatoria se destacaba con la letra clara y menuda del autor de “La busca”: “Al poeta J Ortiz de Pinedo. Cordialmente. Pío Baroja”. Y aquel libro de poesías de Baroja llevaba también un prólogo firmado por Azorín.

 

escritores-nhhu-Baroja- foto Nicolas Muller- mil novecientos cincuenta

 

No sé exactamente si la idea fue de mi abuelo o fue mía, pero lo cierto es que en aquel mismo año de 1955 visité a Baroja. Vivía Don Pío en la madrileña calle Ruiz de Alarcón, en el número 12, a pocos pasos del Museo del Ejército, no lejos de la Academia Española. Recuerdo que me abrió la puerta el destacado historiador, antropólogo y folklorista Julio Caro Baroja, sobrino de Don Pío, que entonces tenía 41 años, y él me hizo pasar a la amplia sala de la célebre mesa camilla barojiana, allí donde el autor de tantas novelas memorables (a pesar de su mala salud, Don Pío moriría en octubre del año siguiente) recibía. Tenía Baroja entonces 83 años, pero recuerdo perfectamente aquella conversación porque fue muy novelesca. Tras presentarme como nieto de Ortiz de Pinedo le comenté que mi abuelo me había enseñado un libro suyo de poemas. Estábamos los dos solos. Baroja cubierto con su famosa boina, calados los lentes, afable, me miró y me preguntó:

  • ¡Ah, ¿pero yo he escrito poesía?

Le contesté que sí.

  • ¿Y cómo se llama el libro? – me insistió con curiosidad.
  • Canciones del suburbio” – contesté.
  • Entonces Don Pío tomó una campanilla que estaba sobre la mesa, la agitó, y pronto apareció Julio Caro en la puerta.
  • – Julio – le dijo -, este chico me dice que yo he escrito poesía. Busca el libro. Tráemelo.

Efectivamente, pronto aquellas “Canciones del suburbio” estuvieron sobre la mesa camilla y Baroja las hojeó complacido y asombrado.

Yo sabía que me encontraba esa tarde ante una de las grandes figuras de las letras españolas, y cuando años después leí “Gente del 98”, el delicioso libro de Ricardo Baroja, el excelente pintor y escritor, hermano de Don Pío, al evocar mis vivencias con Azorín y con Baroja, repasé aquella escena que Ricardo Baroja evoca sobre los dos escritores: “Cuando Martínez Ruiz venía a casa – dice Ricardo Baroja – se sentaba siempre en la silla colocada bajo el cuadro de asunto romano. Allí permanecía durante tres cuartos de hora, interviniendo en la conversación con escasos monosílabos. Martínez Ruiz siempre ha sido parco en palabras.

Se presentó a mi hermano Pío de la siguiente manera:

Martínez Ruiz, que conocía de vista a mi hermano, se le acercó y le dijo:

  • ¿Usted es Pío Baroja?
  • Sí, señor.
  • Yo soy José Martínez Ruiz. Mi seudónimo es Azorín.

Se estrecharon las manos y desde entonces son amigos”.

 

 

Madrid-nbv-Catalá Roca- paseo de Recoletos- Madrid- mil novecientos cincuenta y tres

 

Y ahora estaba yo ante ese mismo Baroja como estaría años después ante el cadáver de Azorín. Son coincidencias – o sin duda búsquedas determinadas, meditadas, muchas de ellas provocadas en mi vida, en Madrid, en Roma, en París – que me han hecho seguir los senderos de la literatura y del arte, caminar y entrar en los talleres de poetas y de músicos, de escultores y pintores, también de directores de cine, preguntando, inquiriendo, interesado siempre por los mecanismos de la creación.

Pero los mecanismos de la creación en Ortiz de Pinedo no fueron revelados entonces – en 1956 – de abuelo a nieto. En primer lugar, por el arco de los años que separaban a los dos: un nieto de 20 años ante un abuelo de 75, y en segundo lugar porque muchas veces los creadores no saben a ciencia cierta qué han creado, simplemente crean, no saben explicarlo, y son después los investigadores, los intérpretes, quienes les revelarán el significado. Muchos ejemplos podrían citarse sobre todo esto en la Historia de la Literatura.  Me limitaré a dos por curiosidad: como he dicho ya en algún sitio, cuando Kafka escribe “La condena” en 1912 le confiesa a su novia Felice Bauer que a ese relato “no le encuentra él ningún sentido” y será meses más tarde la misma Felice en una carta quien le dé una explicación sobre lo que ha escrito. Asimismo, cuando el Premio Nobel, el escritor judío Isaac B. Singer, publica su gran cuento “No visto”, no sabía en realidad qué había escrito y será el profesor y también escritor, el triestino Claudio Magris, quien revele en su libro “Ítaca y más allá de qué forma, años después, paseando un día por los Alpes suizos con Singer, le descubra al autor el sentido de su cuento. “Había escrito una historia – comenta Magris – pero quizá, como Kipling, no habría sabido explicar – y quizá ni siquiera comprender – su significado”.

 

Madrid-tre-Catalá Roca- tienda la fabrica com

 

Si ahora –por un juego de luces y de años – pudiéramos estar juntos otra vez abuelo y nieto en aquel despachito de la calle de Raimundo Lulio sin duda le preguntaría a Ortiz de Pinedo por aquellos versos suyos de “Canciones juveniles”, su libro publicado en 1901. Por un prodigio del recuerdo, parece que lo tuviera aquí delante, en las manos, y lo ha editado la “Imprenta de José S. Quesada”, calle de Olid 8. Está Ortiz de Pinedo sentado ante mí en el tiempo y le leo en voz alta:

 

“Bajo la pantalla verde,

bajo la luz melancólica

de la lámpara que cuelga

en mi estancia silenciosa

¡cuántas veces, trabajando

en muda batalla sorda,

me ha esclavizado el insomnio,

me ha sorprendido la aurora!”.

 

Madrid-bui-Catalá Roca-elmundo es

 

Sí, es esta pantalla verde del despacho donde él trabajaba, este despacho a mitad del pasillo, la que ilumina ahora el recinto de la elaboración, el refugio de la contemplación. Esta pantalla, estos libros, este silencio – la humildad del silencio, hay que añadir – han acompañado siempre a Ortiz de Pinedo. Pero de repente, mientras me entrega el libro,  aparece escondido entre las hojas de “Canciones juveniles”, un recorte amarillento que cae al suelo. Me inclino y lo recojo. Es una tira del periódico “El Liberal”, fechada el 27 de febrero de 1901 y resume en columna necrológica la vida de Manuel Ortiz de Pinedo, tío y tutor del escritor. La lámpara de la pantalla verde nos ilumina en este momento a  abuelo y nieto, pero también ilumina las vidas que se fueron, como ésta que se llevó consigo al periodista y senador Manuel Ortiz de Pinedo, “íntimo de Castelar” – reza la nota de periódico que estoy leyendo -, autor, entre otras obras, de la comedia “Los pobres de Madrid”, estrenada en el Teatro Español. Son esos instantes de la historia menuda familiar, instantes en que “la vida se va” y a la vez la vida viene, viene y se va la vida en este despacho de la calle de Raimundo Lulio, vienen y se van los antepasados de Ortiz de Pinedo, van y vienen los recuerdos.

(una pequeña evocación familiar – y  también madrileña – que de vez en cuando continuará…)

 

Madrid-unnh- Catalá Roca -lectureinspanish com

 

(Imágenes.- 1.-Catalá Roca.-alisonmelanie wordpress/2.-Catalá Roca.-tiemposmodernos com/ 3.-Pío Baroja en el Retiro- foto Nicolas Muller- 1950/ 4.-Catalá Roca- paseo de Recoletos- 1953/ 5.-Catalá Roca- tienda de fabrica com/ 6.- Catalá Roca- la Gran Vía- elmundo es/ 7.-Catalá Roca- lectureinspanish com)

VIEJO MADRID (54) : PALMAS DEL DOMINGO DE RAMOS

pakma- unng- palmablanca com

 

«A quien no estrena el Domingo de Ramos, le cortan las manos«, decía un refrán castellano. Hace siglos, las hijas de los nobles salían ese día, acompañadas de sus padres, de otras damas o de sus sirvientes, a la procesión de palmas que se organizaban en todas las iglesias madrileñas. Como evoca Pedro Montoliú al hablar de las tradiciones de la capital, «a la entrada del templo, aquellas que eran cortejadas recibían de sus galanes la palma que habían de llevar, costumbre que, en algunas ocasiones, terminaba en pelea si la dama tenía más de un pretendiente.

Terminada la misa, el galán acompañaba  a la dama hasta su casa y ataba la palma a su reja con una cinta de seda cuyo color obedecía a un código conocido: si era encarnada indicaba que era correspondido; si negra que, a pesar de haber sido rechazado, no desesperaba, y si era verde indicaba que tenía grandes esperanzas.

Si no había galán, la dama ataba la palma con una cinta blanca que inmediatamente servía de reclamo a los numerosos jóvenes que, tras las misas, recorrían las calles a la búsqueda de la señal esperada. Localizado el objetivo, no quedaba más que pasear ante la casa elegida para conocer, aunque fuera de lejos, a la propietaria de la palma pues las jóvenes casaderas tenían esa tarde permiso para salir sin manto a los balcones.

El resto dependía del destino».

 

palmas-uunn-palmas de Elche- absolutelche com

 

(Imágenes.-1.- palmablanca.com/ 2.-palmas de Elche- abosolutlche.com)

 

VIEJO MADRID (53) : VISITANDO EL VIEJO ALCÁZAR

Madrid- yccr- El Alcçazar- dibujo anónimo de mil seiscientos setenta- wikipedia

 

«Grandioso e imponente, aunque tal vez poco uniforme – va evocando José María Cuadrado en sus «Recuerdos y bellezas de España«-  aparecería el conjunto de las torres del Alcázar,  los chapiteles, portadas, ventanas y miradores. En su ámbito contenía quinientas estancias, y en las salas bajas de sus patios principales se reunían los diez consejos sobre que giraba la administración de la vasta monarquía. Se ostentaba en el primer corredor la real capilla revestida de mármoles y tapicerías; y si en pos de algún cortesano de los Felipes quisiéramos penetrar en su morada, por medio de los archeros y  de las guardas española y tudesca que guardaban la primera sala, y por entre los porteros de la segunda,

 

Madrid-unnh- El Alcázar- museoimaginado com

 

cruzaríamos la tercera destinada a recibir las embajadas extraordinarias  y las consultas de los consejos; aquí el comedor privado, allí el público, más allá el salón inmenso de ciento setenta pies de longitud para comedias, máscaras y torneos, allá el que presenciaba cada jueves santo el solemne lavatorio de los pobres. Atravesando salas y corredores , llegaríamos al pie de la torre Dorada, y tras de seguir desde la hermosa galería de pinturas los amenos giros del río hacia mediodía y poniente, con medroso paso nos introdujéramos en el despacho y

 

Madrid-vccv-El Alcázar- forocoches com

 

alcoba del soberano, cuyo silencio sólo turbara el son de las fuentes del jardín contiguo adornado con estatuas de emperadores. Cuadros mitológicos del Tiziano y mesas de jaspe y pedrería enriquecían las vecinas estancias que por un secreto pasadizo de azulejos daban salida al parque y casa del Campo; otra galería abierta al cierzo y cubierta con retratos de los reyes de Portugal, dejaba espaciar la vista hasta las nevadas cumbres de Guadarrama; y en el mismo ángulo, no lejos de la sala de Cortes de Castilla y León, se alzaba otra torre envanecida de haber albergado como cautivo a Francisco I.

 

Madrid-ybnn-El Alcázar- lacasadecampo net

 

Hacia levante y mirando a la plaza de palacio caían las habitaciones del príncipe, de la reina e infantas, con muchas salas, oratorios y retretes, a cuya fábrica había contribuido la villa en obsequio de la esposa de Felipe lll; allí cerca el guardajoyas, depósito de las preciosidades de ambos mundos y cuya inconmensurable riqueza en plata, pedrerías y pinturas revelaba que el dueño de ella no podía ser sino rey del universo. Y sin embargo nos parece que comparada la majestad y opulencia de aquella mansión con la grandeza de los soberanos que albergaba, argüía en ellos todavía cierta sobriedad y moderación».

 

Madrid-tree- El Alcázar- Julius Milheuser- vista de Madrid- Museo de la Historia- madrid es

 

(Imágenes.-1-El Alcázar-dibujo anónimo- 1570- wikipedia/ 2.-El Alcázar- museoimaginado. com/ 3.- El Alcázar-forocoches.com- artehistoria/ 4.- juius milheusen-vista de Madrid- museo de la Historia- Madrid.es/ 5.-El Alcázar- la casadecampo.net)

 

VIEJO MADRID (52) : COMEDOR DE LOPE DE VEGA

 

Lope de Vega-inny- habitaciones de la casa

«Hoy han llegado aquí unas truchas – escribe Lope de Vega al Duque de Sessa el 2 de julio de 1611 -; acuérdeme que hace un año le envié una…; no se la puedo enviar, podrémoslas comer en su nombre».

Se ha dicho que partiendo de los escritos de Lope puede desprenderse que los placeres de la mesa no entraban con preferencia en el goce de sus sentidos. Sus comidas no eran muy suculentas –  así lo afirmaba en un estudio la Real Academia Española en 1942 – y ahora la vigencia de Lope se presenta de nuevo a través de una exposición con manuscritos y primeras ediciones del escritor hasta el 1 de febrero de 2015. Cuando Lope invita al Duque de Sessa le escribía: «dice Antoñica que cenará Vuestra Excelencia huevos frescos de sus gallinas y unos espárragos» y el 30 de diciembre de 1616, con ocasión de tener invitada a cenar «la casa de doña Marta», solicita de Sessa el envío no sólo de manteles y servilletas, sino también de dos platos de dulce «que es lo que acá no sabemos»

La casa de Lope de Vega siempre es vivo recuerdo del Siglo de Oro. Del comedor al estudio y del estudio al comedor parece que nos llegaran los versos en los que Lope se pinta trabajando:

 

Lope de Vega-bbtt-casa museo- rae es

 

«Cuando Carlillos, de azucena y rosa

vestido el rostro, el alma me traía

cantando por donaire alguna cosa…

…………………………………………………

Llamábanme a comer; tal vez, decía

que me dejasen, con algún espacio

………………………………………………….

Pero, de flores y de perlas hecho

entraba Carlos a llamarme y daba

luz a mis ojos, brazos a mi pecho.

Tal vez, que de la mano me llevaba,

me tiraba del alma y a la mesa

al lado de su madre me sentaba».

(Imágenes.-1.-comedor de Lope de Vega/ 2.-estudio de Lope deVega)

http://www.abc.es/fotos-madrid/20141126/viaje-interior-casa-lope-1614062124935.html

 

VIEJO MADRID (51) : LOS MERCADOS

vida cotidiana.-56gg.-comer.-Boris Kustodiev.-1920

 

«Este mercado es todo de hierro; por dentro es muy alegre: a la puerta, las verduleras ofrecen ajos, hierbabuena para las lombrices, y de las que venden las verduras dentro del mercado – dice Gutiérrez Solana -, algunas se adornan coquetonamente el pelo con hojas de perejil o un manojito de rábanos.

Entre los sacos húmedos de unas banastas se ven los cangrejos, unos montados sobre otros, luchando por salirse; también venden galápagos y tortugas, que se comen los insectos de la casa, y concluyen por dormirse debajo de los armarios, desapareciendo a la vista durante todo el invierno.

Sobre algunas paredes del espacioso mercado hay montañas de ajos y cebollas que despiden un olor penetrante. Después de levantarnos de la cama parece que al olfatear sentimos más penetrantes los olores de las carnes, de los pescados, de las frutas y de las verduras. El sol naciente ilumina las carnes y las da una transparencia en su oquedad: las vemos al rojo vivo, como si se incendiasen.

 

mercados.ynnggi- Madrid- Mercado de la Cebada- mil novecientos treinta y cinco

 

Solana, en su «Madrid callejero», nos va dando una vuelta por los puestos. » En los balconcillos abiertos que dan a los sótanos, abarrotados de talegos y montones de verduras, aparecen desde arriba como los sótanos de un barco; alrededor de las verjas de estos balconcillos cuelgan muchos cabritos, corderos, conejos y animales domésticos; de las altas persianas de los muros, para que se airee bien este mercado, entran las ráfagas de sutil polvillo de los rayos de sol, y se posa, iluminando la enorme cantidad de banastas llenas de verduras, donde resalta el

 

vida corriente.- comer.- Feliz Vallotton.- naturaleza muerta con pimientos en una mesa blanca,. 1915

 

color verde de las lechugas al lado del verde ceniza de los repollos y coliflores y el tornasolado de la piel de las cebollas y el morado de las remolachas junto al detonante amarillo y rojo de las naranjas.

En estos puestos, numerados, de la carne y el pescado, con la embocadura de sus muestras, que son cuadros pintados al óleo por pintores zapateros, los cajones muestran pinturas muy curiosas: un choricero, cargado de jamones y embutidos, en un fondo de paisaje de aldea, y sus vacas paciendo en un campo muy verde; en

 

mercados-yybb-mercadillo en la Corredera Baja de Aan Pablo- urbancidades wordpress

 

los puestos del pescado aparecen los besugos y los barriles, y las anguilas, desproporcionadas, como enormes serpientes; los bonitos, con cara de persona y gigantescos como ballenas, y los besugos, del tamaño de tiburones; el puerto es muy infantil: pasean señoras con polisón y sombrillas enanas; en el mar,

 

comer.- 8866g.- pescado.- Francois Barraud.- 1932

 

encrespado, se ven  barcos, de vapor y de vela, que echan mucho humo; por una carretera baja un tren y un automóvil, y en el cielo se eleva un globo, que se cruza con un aeroplano; cuelgan de esta muestra las tiras, amarillas y secas, de los

 

mercados-nnyyb- Mercado de la Cebada- fuenterrebollo com

 

congrios; fuera de este mercado, en la calle, le rodean muchos puestos y tenderetes de telas, hortalizas y frutas, y de los palos que sostienen estos tinglados bajan los pesos de acero sobre las banastas y talego; en los encerados negros, de

 

comer-vvgu-Edouard Manet

 

muestra, están escritos con tiza blanca los precios; las verduleras, sentadas en las banastas o de pie, tienen las manos metidas en las toquillas grises, encarnadas o negras, o en los mantones que llevan rodeados a la cintura; en la cabeza lucen el pañuelo, en pico, atado a la frente: los gallos y gallinas, metidos en sus jaulas, cacarean mucho, y son contestados por el penetrante kikiriki que lanzan otros gallos; parece que estamos en un pueblo.»

 

mercados-ynnn-mercadillo de la calle Santa Isabel, junto al cine Doré- urbancidaes wordpress

 

(Imágenes.-1- Boris Kustodiev– 1920/2.-mercado de la Cebada- 1935/ 3-.Felix Vallotton-1915/ 4.-mercadillo en la Corredera Baja de San Pablo- urbanicida wordpress/ 5–Francois Barraud-1932/6-mercado de la Cebada-fuenterroblo. com/ 7. Edouard Manet- 1915/8.-mercadillo de la calle Santa Isabel, junto al cine Doré- urbanicida wordpress)

VIEJO MADRID (50) : LA RONDA DE PAN Y HUEVO

 

Madrid- bbbb- la Ronda de Pan y huevo- Luis Tristán- mil seiscientos veinte- Museo de Santa Cruz- Toledo

 

Algunas calles del Madrid de hoy nos hacen volver a textos de hace siglos: «la Hermandad del Refugio y Piedad de esta corte se fundó en el año 1615 por el Padre Bernardino de Antequera, de la Compañía de Jesús, D. Pedro Laso de la Vega y D. Juan Jerónimo Serra, varones insignes por sus virtudes, y muy particularmente por su caridad, que llegó hasta el punto de sostenerla, durante los primeros meses de su existencia, con las limosnas que ellos mismos solicitaban y recogían.

Poco tiempo después, en 1618, los expresados señores tuvieron el placer de que se les unieran otros muchos, pertenecientes a las más distinguidas clases, que reunidos el 25 de enero del citado año, en el aposento del  Padre Bernardino, celebraron la primera junta de la Hermandad (…) que tenía y tiene por objeto socorrer a los menesterosos y desvalidos (…) Entre estos auxilios aparece ser uno de los primeros, por su antigüedad, el que, con la denominación «Ronda y Hospedería», es vulgarmente conocido como «Ronda de pan y huevo».

 

gentes.-8hhhj.-Damien Wake

 

Consistía este auxilio en socorrer y albergar en las Hospederías de la Hermandad a los pobres de ambos sexos, y de todas edades y condiciones, que durante la noche eran hallados en la vía pública, para cuyo efecto se nombraban todas las semanas varios hermanos, uno de ellos sacerdote, acompañados por dependientes de la Hermandad, provistos de faroles, sillas de manos, camillas, etc». Hasta aquí las Notas oficiales de la Hermandad. En un artículo publicado en 1982 sobre este tema, Ángel Lera de Isla recordaba que en aquellos tiempos del siglo XVll Madrid contaba con seis mil vecinos, que vivían en dos mil casas. Era un Madrid de aspecto mísero y cochambroso. «Una noche de invierno de 1615 – cuenta Lera – salió por primera vez del Noviciado de la Compañía de Jesús ( que estaba situado en los terrenos que hoy ocupan las calles de San Bernardo, Noviciado y Amaniel) la «Ronda de pan y huevo». que se dedicaba a socorrer con un pan y un par de huevos a

 

gentes-nooi- Joseph Hirsch- mil  novecientos cuarenta y cinco

 

cuantos menesterosos hallaba por la calle. Los menesterosos eran legión. La «Ronda» no se limitó a los alimentos; se dedicó también a llevar a sus hospederías a cuantas personas se encontraban en trance de indigencia, a las que se facilitaba albergue y extendía su piadosa actividad a visitar en sus cuevas a los pobres, asistir a los agonizantes, procurar vestido a las gentes que no tenían con qué cubrir sus cuerpos, conducir enfermos a los hospitales y locos a los manicomios (…) Por una serie de vicisitudes por las que pasó la Compañía de Jesús, y consiguientemente su Noviciado, la Hermandad de Nuestra Señora del Refugio hubo de «refugiarse» en la iglesia de San Antonio de los Portugueses, hoy de los Alemanes (…) Desaparecido el Noviciado, de él no queda ahora más que el nombre dado a la calle así designada y a la estación del Metro que hay en la calle de San Bernardo, esquina a Noviciado.»

 

Madrid-nnhhy-Roberto de Palacio- la ronda de pan y huevo- Santa Real Hermandad del Refugio

 

(Imágenes.-1.-La ronda de pan y huevo- Luis Tristán– 1620- Museo de Santa Cruz- Toledo/2.-Damien Wake/3-  Joseph Hirsch– 1945/ 3.-todocoleccion.net)

VIEJO MADRID (49) : LO CASTIZO

Madrid-uuy-Eduardo Vicente- La taberna- mil novecientos cincuenta y nueve- pinterest com

 

» En Madrid, en lo más popular de Madrid recordaba Manuel Criado del Val en «El espectador y el lenguaje» -, hay un gusto extraordinario por esas palabras un tanto rebuscadas, largas y sonoras, de pronunciación difícil, con grupos exóticos de consonantes como ct, pt o ps, a las que los lingüistas llaman cultismos.

El pueblo madrileño, el de los barrios más populares, en torno a Cascorro, o de las afueras, suele dar a estas palabras un tono largo, complaciéndose en la suerte, lo que es quizá uno de los últimos rasgos de la lengua entre burlona y descarada que llamamos castiza.

Allá, en las cercanías del rastro, recuerdo haber oído algunas frases a mi amigo Campillo, uno de los auténticos castizos que quedaban y que sin darse cuenta era un gran «pasionista», como él llamaba a los hinchas, de los cultismos.

Él deambulaba por el rastro, pero en tiempos vivió en El Pardo, donde, según su frase, «pernocta su excelencia don Francisco Franco».

 

Madrid-ujji-Eduardo Vicente- lavanderas de las Vistillas

 

 

Cuenta todo esto el filólogo Alberto Gómez Font en su interesante libro «Español con estilo« (Trea) donde aparecen muy diversos textos de artículos periodísticos que el compilador ha ido seleccionando en torno al uso correcto del español.

Y Criado del Val prosigue así: » De este mismo corte es otra frase auténtica que me contaba Eduardo Vicente, el gran pintor madrileño desaparecido. Vivía él por entonces en la calle Calatrava, en pleno barrio de La Latina, y una noche se organizó frente a su casa una tremenda bronca. Al día siguiente preguntó Eduardo Vicente al sereno qué había pasado y qué había sido todo aquel ruido y aquella bronca. «Nada – le contestó -; una discrepancia».

 

Madrid-unnh-Eduardo Vicente- El Rastro-ateneodemadrid com

 

Hace poco tiempo pude oír otra curiosísima conversación, de un estilo muy semejante, y que prueba la capacidad popular para normalizar y hacer cotidianas las expresiones más inverosímiles y de apariencia más alejada de su gusto. Tomaba yo café en un bar de Torrejón cuando entró un soldado cargado de bártulos. Vino a la barra y preguntó al camarero cuándo pasaba el autobús para Madrid.

– Hay uno que pasa a las tres.

-¿Y no hay alguno más?

– Sí, a las cuatro hay otro, pero tiene que tomarlo con expectativa.

El «autobús con expectativa» es muy probable que se convierta, si es que ya no lo es, en una nueva especie de servicio municipal en Torrejón

 

mADRID-UYB- Eduardo Vicente- trianarts com

 

(Imágenes.-1.-Eduardo Vicente- la taberna- 1959- pinterest/ 2.-Eduardo Vicente- lavanderas de las Vistillas/ 3.-Eduardo Vicente- el Rastro- Ateneo de Madrid/ 4.- Eduardo Vicente-bailes- trianats)

VIEJO MADRID (48) : PASEO DEL PRADO, «MANOLAS» Y PASIEGAS

 

Madrid-nnhhu-paseo del Prado-Francisco Brambilla- mil ochocientos veinte

 

«Pocos sombreros suelen verse en el Prado escribe Théophile Gautier en 1840 con motivo de su «Viaje por España» -, donde dominan las mantillas, que son de encaje negro o blanco y se colocan en la parte posterior de la cabeza, en lo alto de la peineta; algunas flores puestas en las sienes completan el tocado, que es lo más encantador que puede imaginarse (…) El abanico corrige algo la pretensión al parisienismo: una mujer sin abanico es cosa que aun no he visto en España; las vi con zapatos de seda y sin medias, pero con abanico. A todas partes lo llevan, hasta a la iglesia, donde se encuentran grupos de mujeres de todas edades que rezan y se abanican con fervor mientras se santiguan (…) Las madrileñas son encantadoras, y de cada cuatro hay tres bonitas (…) Muchas tienen el pelo castaño, y no se dan dos vueltas por el Prado sin encontrar siete u ocho rubias de todos los matices, desde el rubio ceniciento hasta el rojo ardiente.

 

Madrid-paseo de las Delicias- Francisco Bayeu- mil setecientos ochenta y cuatro- pinterestMucho nos habían ponderado las manolas de Madrid, pero este tipo ha desaparecido como la grisette de Paris y la transtiberina de Roma; algo queda de ellas, pero despojado de su carácter primitivo; ya no tienen el traje atrevido y pintoresco; ya no existen las sayas de vivos colores bordadas con ramos ni el chapín de raso. En otro tiempo variaban el aspecto del Prado con su gallardo andar y su traje extraño. Hoy no se las distingue de la clase media. He buscado la manola en todos los rincones de Madrid, en las corridas de toros, en las Delicias, en el nuevo Recreo, en la Romería de San Antonio: nunca la he encontrado completa.

 

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Una vez, recorriendo el Rastro, me hallé en una callejuela desierta y allí la vi por primera y única vez. Era una muchacha alta, bien formada, de unos veinticuatro años. Tenia cutis atezado, firme y triste mirar, labios gruesos y un no se qué africano en el semblante. Enorme trenza de pelo azul a fuerza de negrura, se enrollaba en lo alto de su cabeza, sujeta con peineta de gran tamaño; arracadas de coral le colgaban de las orejas y un collar de lo mismo le rodeaba la garganta. Mantilla de terciopelo negro le servía de marco para cabeza y hombros (…) La ultima manola volvió la esquina del callejón y desapareció, dejando maravillados mis ojos.

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En el Prado he visto a algunas pasiegas con su traje característico; pasan por las mejores amas de cría de España y es proverbial el cariño que tienen a los niños. Llevan falda de paño rojo plegada, con ancho galón de oro, corpiño de terciopelo negro con bordado igual, y a la cabeza pañuelo de colores vistosos, acompañado todo ello de alhajas de plata. Suelen ser muy hermosas: ostentan carácter de fuerza y grandeza.»

 (Imágenes.-1.-paseo del Prado- Fracisco Brambilla.-1820/2. paseo del Prado- Francisco Bayeu-1784/ 3.-manola-Pinazo Martinez- Museo de Bellas Artes de Valencia/ 4.-pasiega.-soymasqueunamama wordpress)