«HE BAJADO, COGIÉNDOTE DEL BRAZO»

«He bajado, cogiéndote del brazo, al menos un millón de escaleras

y, ahora que no estás, el vacío se abre en cada escalón.

Aun así, fue breve nuestro largo viaje.

El mío sigue aún, pero ya no necesito

las correspondencias, las reservas,

las trampas y las vergüenzas de quien cree

que la realidad es la que se ve.

He bajado millones de escaleras, cogiéndote del brazo,

no ya porque con cuatro ojos tal vez se vea más.

Contigo las he bajado, porque sabía que de nosotros dos

las única pupilas verdaderas, aunque empañadas, eran las tuyas».

Eugenio Montale.

(Imagen:- Lisboa.-Rui Palha)

CANALES VENECIANOS

«Caminar por calli y campi, sin un itinerario preestablecido, quizá sea el mayor placer de que se  puede disfrutar en Venecia«, recomienda Diego Valeri en su «Guida sentimentale di Venezia«. Caminar también con Musset, cuando le escribe a George Sand en 1833 ; caminar con Dickens y Balzac, y también con

D `Annunzio cuando se enamora de Eleonora Duse en 1895; caminar con Proust, en mayo de 1900, en el momento en el que el gran escritor francés decide repentinamente reunirse en Venecia con Reynaldo Hahn:  sentado en las terrazas de los cafés, Proust escuchará cómo le traducen «Las piedras de Venecia«, de Ruskin. Ruskin le habla a Proust de cómo los pájaros frecuentan

la plaza de San Marcos: ” los muros de San Marcos le dice  – sirven de abrigo a innumerables palomas que ponen sus nidos en los follajes marmóreos y mezclan la dulce irisación de sus plumas, cambiantes a cada momento, con los tintes no menos atrayentes que permanecen allí, inmutables, desde hace setecientos años“. Caminar igualmente con Chauteaubriand y con Paul Morand, cuyo último libro será «Venecias«. Caminar detrás del comisario Brunetti de Donna Leon

investigando crímenes. Caminar por Venecia como apartamento trazado en «Los papeles de Aspern», de Henry James. Caminar con Joseph Brodsky en «Marca de agua«; caminar con Tiziano Scarpa en «Venecia es un pez«. En varias ocasiones he hablado de Venecia en Mi Siglo. Al borde de estos canales marcharon también Malraux, Montale, Buzzati, Saul Bellow y tantos otros.

 Conversaciones a la orilla del agua de Visconti; conversaciones a la orilla del agua de Thomas Mann. Las conversaciones traen y llevan palabras en góndolas que van del cine a la literatura. Música de Wagner. Poemas de Browning. Música de Monteverdi. Poemas de Byron. «Los gondoleros bogan con una pierna delante y la otra detrás – dice Tiziano Scarpa -, el pie posterior

se apoya en una minúscula peana elevada, una cuña: la energía hace palanca en el talón, luego en la planta y en los dedos del pie. Trabaja todo el cuerpo, se proyecta hacia delante, empuja. Observa sus cuerpos cuando descansan: los brazos cuelgan un poco hacia delante, los hombros redondos, la nuca, las clavículas, los omóplatos desarrollados. Desde la mano izquierda a la derecha están rodeados por una U de músculos mayúsculos».

Ahora que se habla de los 10 secretos de Venecia, la ciudad estará siempre en el recuerdo.

(Imágenes:- 1.-Karl Kaufmann.-wikimedia. commons/ 2.-Stefano Taglione/ 3.-Maurice Prendergast/ 4.-Mario Bonzuan/ 5.- Otto Pippel/ 6.-Vito Vecellio/ 7.-Lucien Lévy Dhumer)

 

VIEJO MADRID ( 30 ) : LARRA EN LA CALLE DE BAILÉN

En más de una ocasión he hablado de Larra en Mi Siglo. De sus paseos a caballo desde Recoletos a Atocha buscando temas para sus artículos, de su célebre «Escribir en Madrid es llorar«.

Ahora, cuando me detengo en mis paseos madrileños ante la estatua de Larra en la calle de Bailén, oigo nuevamente aquellas palabras de Azorín en «Lecturas españolas«: «en febrero de 1837– evoca Azorín – Larra ya no escribe. La crisis se acentúa; el desenlace se aproxima. Pasea solo; permanece horas y horas en algún apartado café. A la desdeñosa mujer amada manda carta tras carta, solicitando una entrevista. La entrevista le es, por última vez, concedida.

Llega el 13 de febrero. Por la mañana Larra visita a Mesonero Romanos y habla animadamente de sus proyectos literarios. A la tarde pasea por Recoletos. El marqués de Molíns le acompaña, y, al despedirse, Larra dice al marqués: «Usted me conoce; voy a ver si alguien me ama todavía«.

«Fígaro» espera en su casa a su amada. Llega ella. Habla Larra, porfía, suplica; ella muéstrase inexorable. Tras cinco años de relaciones, la ruptura es terminante y definitiva. Ella se marcha. Transcurren breves momentos; suena un disparo… Son las ocho y media de la noche».

Detenido ante este busto de Larra oigo aún la voz nacida de sus artículos: «Hombres nuevos para cosas nuevas – escribe -. En tiempos turbulentos, hombres fuertes, sobre todo, en quienes no esté cansada la vida, en quienes haya ilusión todavía; hombres que se paguen de gloria y en quienes arda una noble ambición y arrojo constante contra el peligro».

Después avanzo algo más por esta calle de Bailén, antiguas reales Caballerizas dejadas muy  atrás, palacios y jardincillos delante. Viene después el célebre Viaducto sobre la calle de Segovia por el que discurrió el traslado de los restos de Calderón de la Barca desde San Francisco el Grande hasta la Sacramental de San Nicolás.

Luego, antes de cruzar. me detengo en ese resplandor de un escaparate. Se reflejan las verjas y la Historia entre las uvas y los vinos.

(Imágenes.-1.-estatua de Larra en la calle de Bailén/ 2.- jardines en la calle de Bailén, frente a la Almudena/ 3.-escaparate de El Rey de los vinos» en la calle de Bailén-  agosto 2012.-fotos JJP)

LONDRES DE DICKENS

«Londresescribe Dickens en «Casa desolada» -:  Hace poco que ha terminado la temporada de San Miguel, y el Lord Canciller en su sala de Lincoln `s Inn. Un tiempo implacable de noviembre. Tanto barro en las calles como si las aguas acabaran de retirarse de la faz de la Tierra y no fuera nada extraño encontrarse con un megalousaurio de unos 40 pies chapaleando como un lagarto gigantesco Colina de Holborn arriba»,

«Humo que baja de los sombreretes de las chimeneas – prosigue Dickens – creando una llovizna negra y blanda de copos de hollín del tamaño de verdaderos copos de nieve, que cabría imaginar de luto por la muerte del sol. Perros invisibles en el fango. Caballos, poco menos que enfangados hasta las anteojeras.

Peatones que entrechocan sus paraguas, en una infección general de mal humor, que se resbalan en las esquinas, donde decenas de miles de otros peatones llevan resbalándose y cayéndose desde que amaneció ( si cupiera decir que ha amanecido) y añaden nuevos sedimentos a las costras superpuestas de barro, que en esos puntos se pega tenazmente al pavimento y se acumula a interés compuesto».

Son los tiempos metereológicos envolviendo y afectando a los hombres, que Dickens eleva metafóricamente y que David Lodge ha analizado de modo certero en «El arte de la ficción«. «Jamás podrá haber una niebla demasiado densa, jamás podrá haber un barro y un cieno tan espesos – había escrito Dickens -como para concordar con la condición titubeante y dubitativa que ostenta hoy día este Alto Tribunal de Cancillería, el más pestilente de los pecadores empelucados que jamás hayan visto el Cielo y la Tierra». Es el ómnibus londinense de Schillibeer, carro tirado por tres caballos, capaz de transportar a dieciocho personas, que ha empezado a funcionar en 1829. Son las tres líneas de tranvía tirado por caballos que arrancarán su carrera en 1869. Son las 369 cloacas y corrientes residuales que desaguan en el río Támesis. Es el pestilente olor del río en el largo y tórrido verano de 1858 en el que el cólera vuelve a brotar. Son los 35.000 bañistas y 49.000 persona que se sirven de las lavanderías y baños públicos. Es el Londres pintoresco e insalubre.

Es este Londres de nieblas, suciedad y podredumbre, azotado por «el tiempo implacable de noviembre«, el que discurrirá por las calles de Dickens, por los párrafos de sus casas y las ventanas de sus frases, hasta que la vida inglesa del siglo XlX pase ante los ojos de los lectores de modo tan vivo que las páginas de The Times, en 1870 – cuando muera el escritor -, afirmarán:  «Políticos, hombres de ciencia, filántropos, reconocidos bienhechores de su raza desaparecerán, y, sin embargo, no dejarán el vacío que ha causado la muerte de Dickens«.

(Pequeña evocación al celebrarse el año Dickens)

(Imágenes:- 1.-Londres 1905.-Edward Steichen/2.-Londres 1905-1907.-T F Simon/ 3.-Londres en el siglo XlX.-micafeina.com/4-Luz de luna en Cornhill.-1885.-Atkinson Grimshaw/ 5.- .-Dickens.-por Frith.-1859)

LA NOCHE ES CÁLIDA Y CLARA

«La noche es cálida y clara y sin viento.

La luna como piedra blanca aguarda encima

de los tejados y sobre el río. Las calles están en silencio

y la luz de la esquina se refleja solo en las formas encorvadas de los coches.

Duermes. Y el sueño se adensa en tu cuarto

y en este momento nada te importuna. Jules,

se ha abierto una vieja herida y vuelvo a sentir el dolor.

Mientras duermes salgo a presentarle mis últimos respetos

al cielo que parece tan amable

y al mundo que no existe y que me dice:

«No te doy ninguna esperanza. Ni siquiera esperanza».

Calle abajo se oye a un borracho

que canta una canción irreconocible

y un coche a unas manzanas de distancia.

Cosas que pasan y no dejan huella,

y llegará mañana y el día después,

y todo lo que nuestros antepasados conocían

se lo ha llevado el tiempo. Han desaparecido

y sus hijos también, y también las grandes naciones.

Han desaparecido los ejércitos que levantaron nubes de polvo

y humo por toda Europa. El mundo está en silencio y no

los oímos. Cuando era niño, y pasó el cumpleaños que tanto

había esperado, me quedé en la cama, despierto y desdichado,

y muy entrada la noche, el sonido de alguien cantando

en un callejón, muriendo lentamente en la distancia,

me hirió, igual que ahora».

Mark Strand.-«Leopardi»

(Imágenes:- 1-Neujahrsnacht.-1905.- Niels Fisher/ 2.-André Kertész.-1925)

CAFÉS CON WILLY RONIS

Cuando se empuja esta puerta del café en rue Montmarte, las brumas, el pitillo, los cristales en niebla, el anuncio pegado a la puerta, toda esa atmósfera en blanco y negro, nos trae la voz de Willy Ronis cuando dice, «yo, cuando salgo con mi cámara, no parto en busca del Grial. No me siento investido de ningún mensaje que deba transmitir a nadie ni siento el estremecimiento de ninguna transcendencia.(…) Mis fotos no son revanchas contra la muerte y yo no conozco ninguna angustia existencial. No sé incluso donde voy, salvo al encuentro – más o menos fortuitamente –  de las cosas y gentes que amo, que me interesan».

Es así como entramos en otro café. La luz de la cerilla y el cigarrillo encendido, mejillas iluminadas ante el hombre solícito, lumbre de amor que el espejo refleja. «La naturaleza – nos sigue diciendo Ronis mientras paseamos entre las mesas – me ha atribuido, por azar, un tipo de sensibilidad que me ha procurado bastantes disgustos pero también inmensas alegrías. ¡Gracias por todo! Yo me he clavado en mi sillón gracias a mi instinto, a mi pequeña honestidad, he disfrutado con frecuencia, y eso compensa el resto, que con buen humor se olvida fácilmente».

Después nos asomamos a este otro café. Juegan a las cartas. Juegan a los recuerdos y a la jubilación, juegan a los naipes de la vida arrojando dobladas y manoseadas las estampas del azar. Los contemplamos desde la escalera y Willy Ronis comenta: «¿ hace falta decir que mirar una fotografía no es un acto pasivo? La palabra «lector» supone una actividad lenta y reflexiva, aquella que requiere un texto escrito. Desde mi viejo Larousse aprendí que la lectura es el primer grado de la enseñanza moderna. Sin embargo, en nuestra civilización de la imagen, muchas fotografías son merecedoras de más de una ojeada. Opciones para una extensión de la palabra lectura. Aprendamos a leer las fotografías».

Aún al salir queda otro café – una madre y un niño alejándose entre lluvias y nieblas  -, y París viene sobre nosotros. «Ahí en París están todos los compañeros – dice Ronis -, todas las maravillas antiguas y nuevas, los quais, las hermosas muchachas que se cruzan, los cines, el metro, el Louvre, los bistrots, los escaparates, el paso de las estaciones. Ciudad de la belleza que se hace indestructible, yo me pregunto temblando si es cierto que yo no quiera ya vivir allí».

Y al fin, Willy Ronis nos quiere despedir haciéndonos un retrato, haciéndose a si mismo una fotografia.

(Imágenes:- 1.-Willy Ronis.- rue Montmartre.- 1955/ 2.-Willy Ronis.- café de la Bidule.- 1957/ 3.-Willy Ronis.- café de la rue des Cascades.-Ménilmontant.- 1948/ 4.-Willy Ronis.- café.-Ménilmontant.-1947/ 5.- Willy Ronis.- autorretrato.- 1951)

PARÍS, DOISNEAU

«La imagen de uno de esos cuartos de portería con su pared llena de calendarios desde la guerra del 14 – le decía Robert Doisneau a Sylvain Roumette en una entrevista – no está nada mal para una fotografía. La foto está bien en su cometido dejando inscritas esas cosas ahí».

” La portera con mitones – comentaba Doisneau en otra ocasión –  forma parte de una especie en vías de extinción. Ya nadie conoce ese aroma a estofado que flotaba en la escalera de las casas modestas y hacía que a lo largo de tres pisos, y a veces más, la barandilla estuviera pegajosa, y las paredes grasientas”.

Son los objetos, los objetos reflejados en los espejos – como en el caso de la portera musical, como en el caso de la portera rodeada de llaves, gafas y relojes -, interiores a los que sin duda se asomaría Maigret para iniciar una investigación. «Nunca miro mis fotos – confesaba Desnois -, eso me hace la misma impresión que si fuera mi álbum de familia. Tengo verdaderamente el sentimiento del tiempo que pasa, con esa vejez que llega inadvertida, ese golpe que os toma bruscamente, que os da vértigo. La foto para mí es ese momento de felicidad que se dilata antes de que entre por los ojos».

Objetos, objetos de París, objetos reflejados en los espejos. La cámara del fotógrafo reflejando esos objetos y espejos quisiera reflejar también los olores, pero no puede hacerlo, transmitir los pasos de la vecindad, las idas y venidas de las vidas. Se queda sin embargo ahí, en la inmóvil visión del instante. Basta ese instante. Ese instante de la portera en su angosto escenario cobra un minúsculo valor de eternidad.

(Imágenes: 1.-Robert Doisneau.- concierge rue Dragon.-1945/ 2.-Robert Doisneau.- concierge rue Jacob.- 1945/ 3.-Robert Doisneau.- la portera musical.- 1953/ 4.- Robert Doisneau.-la chimenea de madame Lucienne.-1953)

EL SILENCIO, EL VERANO (1)

El silencio, los patios…

El silencio, el océano…

El silencio, las plantas…

El silencio, las casas y las flores…

El silencio, las hojas…

Paseos ante el silencio.

Ante la tierra.

Ante el mar.

(Imágenes:- isla de la Palma.- Canarias.- julio 2011.-fotos JJP)

 

SOBRE LA BELLEZA

«La belleza es una cosa que no se discute – comentaba André Roussin -. La belleza, lo mismo que el genio, posee una dimensión excepcional, nos impresiona de inmediato. En un segundo movimiento, incluso se la puede analizar, descomponer en sus varios elementos y discutir su armonía y equilibrio estético. Pero a primera vista es una cosa que perturba, que nos quita el aliento, y de la cual no nos preguntamos siquiera el porqué. Frente a la belleza, uno se queda petrificado; por el contrario, el encanto implica comunión, y es precisamente él (y no la belleza) el que hace surgir el amor. La belleza perturba, pero no seduce necesariamente. Perturba tanto que ni siquiera apetece ir a verla de cerca; se la admira en silencio, a una distancia respetuosa. Esto no quiere decir que una persona hermosa no pueda ser también encantadora; afortunadamente existen casos (y son los casos ideales) en los cuales ambas cosas marchan juntas».

Santayana se acercaba también a estas palabras: «La Belleza, tal como la sentimos, es algo que no puede describirse. No se podrá decir jamás qué es ni qué significa. Se expande sobre un objeto sin saber por qué. La belleza existe como existe un hermoso objeto o el mundo donde se encuentra situado ese objeto, o nosotros mismos que miramos a ambos. Es una experiencia: y no hay nada más que decir sobre ella». Thomas Traherne buscaba la definición: «El orden es la belleza misma de la belleza». «Lo que la Imaginación aprehende como Belleza debe ser Verdad, existiera o no antes – decía Keats en una carta del 22 de noviembre de 1817 -, porque de todas nuestras pasiones, tengo la misma idea que del amor; en su más sublime forma, todas ellas son creadoras de Belleza esencial».

«Yo amaba no se qué… -confesaba Shelley en 1821 -, en los vientos y los árboles y las corrientes; en todas las cosas más simples, en la música y en los dulces acentos inconscientes de los animales y en esas voces que son humanas y que tienden a expresar algún sentimiento que les sea propio; en los suaves movimientos y extraña sonrisa de una mujer, en las flores y en las hojas, en la hierba fresca abierta y que muere en el otoño…».

(Imágenes:-1.-Lothar Wolleh.-1966.-Olivier Wolleh.-Master of Photography/ 2.- Snejana Onopka para Vogue Nippon.-septiembre 2007/ 3.-Thomasz Kaluzny)

SOBRE EL RETRATO

«Cuando hago el retrato de una persona – dijo Oskar  Kokoschka – no me importa el aspecto externo de una persona – los signos de su vida pública o sus orígenes sociales . Lo que sorprendía a la gente de mis retratos era que pretendía intuir, a partir del rostro, de sus diferentes expresiones y gestos, la verdad de aquella persona, y recrear en mi propio lenguaje pictórico, la sublimación de un ser humano  que persistía en mi memoria».

«Mi curiosidad – seguía diciendo Kokoschka -nunca ha ido dirigida a obtener de mis «víctimas» – como me gusta llamarlas – confesiones personales, ni a enterarme de cosas privadas o íntimas, sino a forjarme una imagen de ellas similar a la que se conserva en la memoria, una imagen recordada que uno lleva consigo, vívida y fresca, o como la que adquiere una persona cuando soñamos con ella. Todo esto me hubiera resultado imposible si hubiera tenido a mis nodelos inmóviles como ante una cámara fotográfica».

«La simple enumeración de los rasgos del rostro humano – terminaba Kokoschka al hablar sobre el retrato– : dos ojos, dos orejas, una nariz y una boca, puede bastar a aquellos que no quieran ver más allá. Pero los artistas de hoy en día, como vanguardia espiritual, tienen la misión de mostrar el camino a un público más numeroso que nunca».

Sobre el retrato de la reina Isabel a media tarde ya hablé en Mi Siglo. Hoy evoco únicamente la serie de imágenes que la National Portrait Gallery prepara sobre Isabel ll para conmemorar los sesenta años de su reinado.

(Imágenes:- 1.-La Reina Isabel.-por Chris Levine.-cortesía de Kevin P Burke.-National Portrait Gallery/2.-La Reina Isabel.-`por Justin Mortimer- 1988 –National Portrait Gallery/ 3.-La Reina Isabel.-por Lucian Freud.-2001.-National Portrait Gallery/ 4.-la Reina.- foto Jane Bown.- National Portrait Gallery)

SERENOS DE PARÍS, CON ATGET Al FONDO

«Yo soy el sereno de la calle de Flandre,

yo vigilo mientras duerme París.

Hacia el norte un incendio lejano enrojece la noche.

Oigo pasar los aviones por encima de la ciudad.

Yo soy el sereno del Point du Jour.

El Sena se desliza en la sombra, tras el viaducto de Auteuil,

bajo veintitrés puentes, a través de París.

Hacia el oeste oigo explosiones.

Yo soy el sereno de la Poterne des Peupliers.

El  viento del sur me trae un humo amargo,

unos rumores inciertos y unos estertores

que se disuelven en alguna parte, en Plaisance o Vaugirard.

Yo soy el sereno del Pont-au-Change

vigilando esta noche no solamente en París,

esta noche de tempestad solamente sobre París en su fiebre y su cansancio,

sino sobre el mundo entero que nos rodea y acucia.

En el frío aire todos los ruidos de la guerra

caminan hasta el lugar donde desde hace tanto tiempo viven los hombres.

Yo soy el sereno del Pont-au-Change,

y, en el umbral del día prometido, yo os saludo

a vosotros, todos los camaradas de la calle de Flandre, de la Poterne des Peupliers,

del Point du Jour a la Porte Dorée.

En la Porte Dorée, en el Point du Jour,

en la calle de Flandre y en la Poterne des Peupliers,

a través de toda Francia, en las ciudades y en los campos,

mis camaradas acechan los pasos en la noche

y mecen su soledad con los ruidos y los rumores de la tierra.

En el umbral de la próxima mañana os damos los buenos días,

a los que estáis cerca y también

a los que recibiréis nuestra felicitación matinal

en el momento en que el crepúsculo dorado entra en vuestra casa.

¡Y buenos días, a pesar de todo, buenos días para mañana!

¡Buenos dias con todo nuestro corazón y con toda nuestra esperanza!

Buenos días, buenos días, el sol va a salir sobre París,

incluso si las nubes lo esconden, saldrá,

¡buenos días, buenos días, de todo corazón, buenos días!».

Robert Desnos: «El sereno del Pont-au-change»

De Eugène Atget he hablado en alguna ocasión en Mi Siglo. Del paso del tiempo por sus fotografías. El paso del tiempo resonaba hace ya muchos años en  las botas invasoras que marcaban el paso por la calles de París. Robert Desnos las cantaba y las contaba desde los poemas y desde las esquinas. Los ojos de Atget contaban y cantaban a su vez la calma, ese paso del tiempo en botas silenciosas sobre la piel de la ciudad. Ahora en Madrid una exposición de Atget nos acerca una vez más al permanente milagro de la imagen. El tiempo al pasar nos deja la fotografía.

(Imágenes:-1.-rue de Nonmains con la rue de L`Hotel de Ville.-1889.-elpais.com/ 2.-rue des Fosses Saint Jacques.-wikimedia/ 3.-rue du Seine.-wikimedia/ 4.-rue Moffeta.-wikimedia/ 5.-rue des Pretes Saint Sèverin.-wikimedia/ 6.-place de Saint Sulpice.-wikipedia/ 7.-rue Amelot.-wikimedia/ 9.-Eùgene Atget en 1927.-elpais. com)

SÁBATO

«Yo no llegué a la literatura por motivos estrictamente literarios, todo me fue torcido, complicado, contradictorio, llegué a la literatura para no explotar, para no morir; mi experiencia literaria fue algo como la necesidad de expresar todo este caos en el que estaba inmerso y dar desfogue no sólo a mis ideas, sino a mis obsesiones más profundas y más inexplicables. La ventaja de la literatura sobre la filosofía es que mientras la filosofía obra con conceptos puros y razones puras, la literatura obra con la totalidad del espíritu humano, es decir, con conceptos, pero también con intuiciones, con razones, pero también con sinrazones, con los elementos diurnos de la existencia, pero también con los elementos nocturnos del existir, con lo delirios, con los sueños, con las obsesiones arcaicas…todo…todo, por ello yo creo que existe una actividad del espíritu en esta época de crisis total del hombre que puede dar expresión global de la propia crisis, no es la filosofía ni ninguna otra actividad, y menos que nunca la ciencia, sino más bien la literatura de invención.

(…)

Kafka no habla de huelgas, de ferroviarios, en su obra «El proceso«… sin embargo creo que permanecerá como uno de los testimonios más fuertes de la gran crisis occidental».

(Conversación de Sábato con Walter Mauro y Elena Clementelli: «Los escritores frente al poder«)

(El día en que fallece Ernesto Sábato)

(Imagen:  Sábato.-foto Daniel Mordzinski)

LOS DEDOS DE LISZT

«Los dedos de Liszt no eran dedos humanosrecordaba Saint- Saëns evocando palabras de Olga Janina pero nada más fácil que andar por la vía que él trazó, y, de hecho, todo el mundo camina por ella.(…) En oposición con Beethoven, que, despreciando la fatalidad fisiológica imponía a los dedos contrariados y sobrecargados su voluntad tiránica, Liszt los coge y los ejercita según su naturaleza para obtener de ellos sin violentarlos, el máximo efecto que pueden producir; y por esto su música, que tanto asusta a primera vista a los tímidos, es en realidad menos difícil de lo que parece«.

En la entrevista imaginaria que hace a Liszt Charles D. Isaacson en «Cara a cara con los grandes músicos» – entrevista imaginaria como la que hicieran con personajes de la Historia y de la Literatura los italianos Papini con Wells o Bernard Shaw, Manganelli con Dickens o Marco Polo («A y B») (Anagrama) y Calvino con Moctezuma o Henry Ford («La gran bonanza de las Antillas«) (Tusquets) entre otros -, no se nos habla específicamente de sus manos, pero Isaacson, al saludar a Liszt, se detiene un momento en «sus dedos suaves y pulcros, que en tiempos sacaban fuego y truenos del teclado de un sencillo piano y en el rostro sonriente, los ojos de mirada acariciadora, el cabello largo, blanco, peinado hacia atrás desde la frente...».

Son esos dedos los que habrán recorrido el piano vertiginosamente, a veces tumultuosamente, levantando pálpitos de agua igual que sonidos, dedos extendidos sobre el lago de las teclas, palpando esos serenos lagos por los que Liszt tiene tanta predilección. » Lagos – le escribirá a Carolyne Wittgenstein en 1853 –con los que tengo una gran intimidad. Ellos están en armonía con el tono de ensoñación que me es mucho más habitual que el de los grandes ríos o que el Océano; su estabilidad un poco monótona siempre me retiene. Y las confidencias secretas del alma se expanden dulcemente en el murmullo secreto de sus olas y con frecuencia con ellas me dejo aconsejar».

(Pequeño apunte sobre el músico en el año 2011, el Año Liszt))

(Imágenes:- 1.-concierto dominical en casa de Liszt en 1882 ante los grandes duques Carlos Alejandro y Sofía.-wikipedia/2.-Franz Liszt en los últimos meses de su vida.-foto Nadar.-wikipedia)