Cuenta Jesús Marchamalo en “Tocar los libros” (Fórcola) que a su vez le contó Manuel Vicent cómo hace años, en una entrevista que hizo a Dámaso Alonso, le preguntó por lo que hacía por las mañanas, a lo que Dámaso, minucioso, serio, impecablemente vestido, como siempre, le respondió : “Me levantó, desayuno, me aseo, me visto y luego me pongo ahí en la puerta, toda la mañana, para impedir que entre en esta casa un sólo libro más”.
Dámaso Alonso – sigue diciendo Marchamalo – donó su biblioteca a la Real Academia Española: algo más de 40.ooo volúmenes; José Ángel Valente tenía unos 7000 libros; Leonardo Sciascia, 10.ooo; Azorín, unos 12.000, que se conservan en su casa- museo de Monóvar.
Tocar los libros, ordenarlos, utilizarlos, abandonarlos. Todo un mundo en torno a las páginas. “Eduardo Mendoza tiene, al parecer, un número sorprendentementrc pequeño de libros, un centenar o dos, tal vez ni siquiera tantos, ya que acostumbra a abandonarlos en parques o cafeterías cuando los termina. Más radical fue el caso de Salvador Espriú, quien sólo tenía en su casa los cuatro o cinco libros con los que trabajaba en ese momento y que regalaba o donaba en cuanto acababa con ellos (…) Y recuerdo haber leído en alguna parte el caso del ensayista y aforista francés Joseph Joubert, que llegó a reducir su biblioteca drásticamente al arrancar de cada uno de sus libros aquellas páginas que no le agradaban, de modo que acabó conservando en su biblioteca sólo las que le interesaban”.
(Imágenes – 1-Jamie Hawkesworth– Vogue- 2015/ 2- Lisbeth Zwerger)