EN TORNO A LE CARRÉ

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«Algunos rezagados que todavía insisten en considerar a la novela de espionaje como un género obligatoriamente menor- señalaba Jean Bourdier en «L Express», en 1969 -, deben preocuparse por conseguir lo más pronto posible «La gente de Smiley«. Su calidad literaria y su íntima nobleza los obligarán sin duda a reflexionar». Ahora, con la aparición de «Volar en círculos», las Memorias de John Le Carré , pueden evocarse una serie de opiniones sobre su figura y el mundo del espionaje. «El mundo del espionaje – confesó el autor inglés –  es para mí sólo la extensión del mundo en que vivo. Por eso lo he poblado con mis propios personajes. Pues en definitiva soy un novelista. Yo produzco obras de imaginación. Relato historias».

«De Moscú a la Habana o la Viena tan dura de la posguerra – señala Ignacio Peyró en «Pompa y circunstancia» -, el espionaje, tan viejo como el interés político o la debilidad humana, nos remite aún a ese momento de privilegio de los agentes dobles que fue la Guerra Fría. Es un mundo inmejorable para la mezcla de realidad y ficción: si tenemos las novelas de Graham Greene y sus perfiles de misterio, él mismo no dejó de estar al servicio de Su Majestad en trabajos de inteligencia, ahogado de asco en Sierra Leona. Lo mismo sucedió con Le Carré. En verdad, el espionaje ha sido terreno habitual para el

 

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claroscuro, para la indefinición y la volubilidad ética, pero – por mucho que predicara el propio Le Carré – nunca fue lo mismo trabajar para el mundo imperfecto pero libre que obedecer las órdenes de Karla en pos de la perfección totalitaria. Al final, esa elección fue la guía que sostuvo toda la ambientación de encuentros en hoteles, miradas oblicuas, paquetes de tabaco que disparan balas, teléfonos rojos y despachos «burbuja» elevados sobre el suelo para evitar micrófonos (…)  Al joven David Cornwell, cuando todavía no había pensado en ser John Le Carré, siempre le asaltaba una duda: si por momentos el MI16 era tan dado a ineficiencias, ¿no habría otro servicio secreto real, del que el MI16 sería no más que una tapadera?».

La penumbra está en la misma raíz del espionaje. «Si tuviera que elegir entre traicionar a un amigo y traicionar a mi país – había dicho el novelista Forster -, espero tener el valor de traicionar a mi amigo». Y a su vez Graham Greene había confesado: «el juego se hace tan sofisticado que el que juega pierde de vista sus valores».

 

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(Imágenes.- 1-John Le Carré.-2008- Wikipedia/ 2.-Tadasuke Kuwayama– 1965/ 3.-  Johannes Itten– 1915)

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