«Me resulta sencillamente aburrido estar demasiado tiempo en algún lugar, y entonces cambio – confesaba Thomas Bernhard a Peter Hamm -. Sin embargo, me siento cada vez muy decepcionado, vaya a donde vaya. Naturalmente me convenzo de que me gusta Polonia, o de que me gusta estar en Portugal, me gusta especialmente, o en Londres. Pero en el fondo son sólo ilusiones. Cuando uno está allí, en el fondo se comprende: por el amor del cielo, ahí hay otra vez familias con niños y trabajadores portuarios, ahí cruza un presidente la calle y la gente hace una inclinación. Y allí hay también periódicos, y en ellos hay lo mismo que en todas partes, alguien se ha caído por la ventana y han salido los bomberos, ¿no? En realidad es siempre lo mismo. Bueno, el clima es un poquito distinto. El principal atractivo de viajar para mí es ir a algún lado donde no entiendo el idioma. Ése es en realidad el motivo principal, ¿no? Ir a algún lado donde se ve a las personas actuar como simples figuras. Hay movimiento, pasan trenes, hay tráfico y la gente habla en el fondo por todas partes mucho más alto que allí de donde vengo, pero no comprendo nada. Ése es es el gran atractivo.
Para mí, en el fondo, todos tienen la misma importancia, ¿no? sea el presidente o por ejemplo el Ferdl, que vive en mi casa, o una gallina aplastada por un coche. O una estrella del cielo. Todas las partículas son idènticas. Yo partiría de ahí. Porque el mundo mismo tiene la culpa de poder existir sólo en esas imágenes, de las que selecciono unas cuantas entre miles de millones y billones, y las copio. Pero podrían ser muy bien otras, ¿no? ¿Por qué se va por un prado y se coge precisamente esta o aquella. flor? Hay cientos de otras flores al lado. Lo mismo ocurre con los libros. O con los pensamientos o con las frases. Por lo que a mí se refiere, son sencillamente ésos. No me pregunto entonces por qué tengo en la mano éstos o aquéllos. Como ocurre al coger las flores: se coge ésta o aquélla y apenas se tienen en la mano no se sabe ya en realidad qué hacer con ellas y se vuelve a tirar las flores, porque resultan molestas. Creo que con lo que hago es lo mismo. Quizá sea nuestro deseo físico de cambio, de pronto se inclina uno hacia una hoja o una flor. Y lo mismo ocurre al escribir: de pronto escribo sencillamente algo… y luego vuelvo a tirarlo. Si otros lo recogen, no lo sé. Lo he dejado ya atrás. Además, pienso ya en la siguiente flor y en seguida volveré a coger otra».
(Imágenes.- 1 – Thomas Bernhard- prodavinci com/ 2.-Thomas Bernhard en 1987- Wikipedia/ 3.- Georgia O`Keeffe– 1932)