Blancos y pliegues y plumas y papeles que escriben los monjes, pero sobre todo blancos, blancos, la blancura de Zurbarán en el Thyssen a media mañana, mientras se deslizan por el Paseo del Prado automóviles de todos los colores y los blancos, sólo blancos de las mangas de los monjes, dejan escapar los dedos hacia el cielo, unos dedos señalando la altura de otro mundo, la hondura de la accesis. Blancos, blancos centrados en bodegones, entre cacharros del siglo XVll, entre frutas y cardo. La manga blanca del hábito de San Serapio cuelga sus pliegues atrayendo la mirada hacia la mano y la mano que lleva el pincel de Zurbarán nos lleva otra vez a lo blanco, se extiende en lo blanco, lo blanco invade el marco del museo y la pluma del monje se posa en el aire buscando acabar su escritura, apuntes que tratarán del cielo.
Luego están los ojos, pupilas que se cierran o que miran a lo alto, el blanco infinito y oculto para tantos humanos ya lo ha visto ese ojo del santo de Zurbarán que suplica, padece y contempla. Los blancos de los pliegues se alzan intentando seguir la visión de ese ojo pero no lo alcanzan, los pliegues de las ropas reposan sobre tierra, envuelven la tierra de ese monje que es polvo enamorado.
José Julio Perlado
(Imágenes.- 1.- Zurbarán- San Serapio- museo Thyssen/ 2.- Zurbarán-elmundo es)


Una maravilla la exposición de Zurbaràn en el Thyssen. La vi la semana pasada.
Hesperetusa,
Un prodigio, sí, de contemplación este Zurbarán.
Gracias por tu comentario.
Saludos