«¡Oh pobreza dichosa que les cercaste! ¡Cuánto quisieras ser riqueza! Pero no le tengas envidia, que si fueras riqueza, no le tocaras. ¡Oh riqueza! ¡Cuánto mejor fuera ser pobreza, porque se sirvieran de ti! ¡Quién viera al ternísimo Infante que alienta a los polluelos de los cuervos desamparados de sus padres, esperecido de frío, encoger los pies y manos y hacer pucheritos con aquella boca de oro y de coral, y levantar el débil gemido, pidiendo a la Madre socorro y abrigo! ¿Qué lágrimas son ésas, alegría de los ángeles? ¿Cómo tiembla el calor de frío, la alegría llora, la gloria del Cielo gime…?»
Fray Alonso de Cabrera.- «Aleluya» en sus Sermones de Navidad.- siglo XVl
(Imagen.-Rogier van der Weyden- 1455)