«He aquí el tiempo de los signos y de las cuentas
¡Nueva York! he aquí pues el tiempo del maná y del hisopo.
Basta con escuchar los trombones de Dios, tu corazón latir al ritmo de la sangre tu sangre.
Vi en Harlem zumbando de ruidos de colores solemnes y olores flamígeros
– Es la hora del té en casa del repartidor-de-productos-farmacéuticos
Vi aprestarse la fiesta de la Noche en el atardecer. Yo proclamo la Noche más verídica que el día.
Es la hora pura en que por las calles Dios hace brotar la vida anterior a la memoria
Todos los elementos anfibios radiantes como soles.
¡Harlem, Harlem! ¡He aquí lo que vi Harlem, Harlem!
Una brisa verde de trigales brotar del empedrado labrado por los pies descalzos de danzantes Dans
Ancas ondas de seda y pechos de hierros de lanza, ballets de nenúfares y máscaras fabulosas
A los pies de los caballos de la policía, los mangos del amor rodar de las casas bajas.
Y vi a lo largo de las aceras, arroyos de ron blanco arroyos de leche negra en la niebla azul de los tabacos.
Vi el cielo nevar en el atardecer flores de algodón y alas de serafines y penachos de brujos.
¡Escucha Nueva York! Oh escucha tu voz viril de cobre tu voz vibrante de óboe, la angustia con sordina de tus lágrimas caer en gruesos coágulos de sangre
Escucha a lo lejos latir tu corazón nocturno, ritmo y sangre del tam-tam, tam-tam sangre y tam-tam».
Leopold Sédar Sénghor: « A Nueva York» (para una orquesta de jazz: solo de trompeta)
(Imágenes:- 1.- escena nocturna en Nueva York.-1912.- por Edward Potthast/2.-Nueva York.-por Adolf Fassbender/ 3.-calle de Nueva York.- 1924.- Georgia O`Keeffe.-arthistoryarchive)



Llevo siempre Nueva York en un rincón de mi corazón. Pero es distinto del que describe Senghor. El cuadro de O’Keeffe lo describe bien…
Mariàngela,
desde la «Vieja Nueva York» de Edith Wharton – y antes también – muchas voces y muchas miradas han cantado a la gran ciudad, cada una con su propio acento.
Gracias, como siempre, por el comentario.
Mi Nueva York también es distinta. Antes de conocerla era sólo prejuicio. Me pareció mala idea viajar allí. Llegamos, mi mujer, mis hijas y yo. Bajamos del coche donde un simpático uruguayo de la empresa de viajes nos había recogido en el aeropuerto en Broadway, al lado de Times Square. Quedamos impresionados… No notábamos las horas que llevábamos viajando. Nos integramos en el tumulto intemporal de la Gran Manzana. Paseamos, vimos, escuchamos… Más que el síndrome de Stendhal, quizá, sufrí el síndrome de Estocolmo; o, probablemente, ni uno ni otro. Pero, a los pocos días, quería quedarme a vivir allí. Y siempre me apetece volver.
Esta ciudad da para tanto, que cada cual puede tener su propia Nueva York.
Un cordial saludo.
Efectivamente. Doctor Doña, muchas ciudades del mundo – y quizá especialmente Nueva York –
suscitan emociones muy distintas, atracciones personales que perduran. Solamente por citar dos escritores diversos creando sobre Nueva York, ahí están los versos memorables de Hart Crane sobre el puente de Brooklyn o los poemas de Lorca, tan diferentes e intensos.
Maritain decía que «el caos de puentes y rascacielos, de tristes chimeneas, de lóbregas fábricas, de extraños mástiles industriales y de estrafalarias gruas de Nueva York (,,,,) es, con todo, uno de los espectáculos más conmovedores – y bellos – del mundo».
Se ha cantado a las gruas y a la maquinaria y se ha cantado también el misterio acogedor y múltiple del ambiente de sus calles…
Muchas gracias, como siempre, por el comentario.
Me sumo a los comentarios sobre las diversas impresiones de Nueva York, mi experiencia primera también fue un poco de rechazo al viaje, pero al llegar allí, ¡hasta los rascacielos me parecieron hermosos! y acabé con dolor en el cuello de mirarlos. En especial la Trump Tower en plena primavera y con su bosque de árboles sobre los pisos 20 o 25, en la 5ª Avenida. ¡Música y Naturaleza, desde luego!
Avelina,
una prueba más del impacto tan diverso que dejan las ciudades en cuantas personas las contemplan.
Saludos
Pingback: FLORES DE PRIMAVERA « MI SIGLO