CENTENARIA GRAN VÍA DE MADRID (1) : EL TORO MUERTO

A las ocho de la mañana, el toro descaminado que marchaba por la carretera de Extremadura – un toro grande, negro, de poderosos pitones – se desmandó y, en compañía de una vaca, empezó a subir por el madrileño Puente de Segovia, entró en el Paseo de la Virgen del Puerto, ascendió luego por la cuesta de San Vicente y alcanzó la Plaza de España. Allí aparecieron los primeros lidiadores espontáneos. Se cerraron comercios y portales, huyeron muchas gentes asustadas, y el toro – en compañía siempre de la vaca -, pasó de la Plaza de España a la calle de Leganitos, volteó allí gravemente a una mujer, y siguió su rumbo por la Corredera Alta de San Pablo. Entraron los dos animales en el mercado, arrasaron cestas y alimentos y se estacionaron luego en la esquina de la calle de la Palma.

A las once, en aquella mañana del lunes 23 de enero de 1928, el toro entró en la Gran Vía. Pasaba en ese momento por la calle el matador de toros Diego Mazquiarán, «Fortuna» que, acompañado de su mujer, iba a visitar a sus suegros. Despojándose de su abrigo, inició algunos lances mientras le traían del Casino Militar una espada. Viendo que con la espada era imposible acabar con el animal, encargó a un muchacho que fuera en un coche hasta su casa, en la calle de Valverde, de donde le trajeron un estoque. Los quince minutos de espera los empleó el diestro en torear – frente a Gran Vía 13, con las aceras y balcones repletos de curiosos y entre vítores y temores – al animal. Entró por fin a matar de media estocada, levantaron en hombros al diestro y una anécdota singular entró a formar parte de la histórica Gran Vía de Madrid.

Cumple este año – en abril – cien años la Gran Vía. A Diego Mazquiarrán no le entrevistó José López  Pinillos («Parmeno«) en su curioso libro «Lo que confiesan los toreros». Pesetas, palmadas, cogidas y palos» (Turner), pero quizá el torero le hubiera narrado aquel suceso de modo distinto a como lo contaron los periódicos de la época. Pero los toros escapados por Madrid tenían ya historia. Uno de ellos, el 15 de junio de 1801 – el cuarto toro de la corrida – saltó al tendido de la Plaza que entonces estaba situada cerca de la Puerta de Alcalá, y colándose por la Puerta de Alcalá bajó al paseo del Prado, subió por la Carrera de San Jerónimo, siguió por la calle del Prado, calle del León, calle de Cervantes, Costanilla de las Monjas Trinitarias a la calle de los Desamparados y calle de Atocha para desembocar ya en el campo y dirigirse a Vallecas. Aquí, poquito a poco, volvió a su querencia a orillas del Jarama, sin que nada más le ocurriera.

Distintos toros, distintas fechas. Las ciudades tienen estos secretos. La Gran Vía de Madrid guarda muchos de ellos. De sus esquinas  y edificios salen de pronto los fantasmas de muchas anécdotas.

(Imágenes:-1,.fotografía publicada en los periódicos del 24 de enero de 1928: en el centro, con sombrero y abrigo claro, el diestro «Fortuna»./ 2.-cartel de la zarzuela «La Gran Vía».-Biblioteca Nacional)